31 de diciembre de 2012

Despedida, Gabriel García Márquez

Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo. 
Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan. Dormiría poco, soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz. Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen.Escucharía cuando los demás hablan y cómo disfrutaría de un buen helado de chocolate!Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto, no solamente mi cuerpo, sino mi alma.Dios mío si yo tuviera un corazón, escribiría mi odio sobre el hielo, y esperaría a que saliera el sol. Pintaría con un sueño de Van Gogh sobre las estrellas un poema de Benedetti, y una canción de Serrat sería la serenata que les ofrecería a la luna. Regaría con mis lágrimas las rosas, para sentir el dolor de sus espinas, y el encarnado beso de sus pétalos... Dios mío, si yo tuviera un trozo de vida... No dejaría pasar un sólo día sin decirle a la gente que quiero, que la quiero. Convencería a cada mujer u hombre que son mis favoritos y viviría enamorado del amor.A los hombres les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse!A un niño le daría alas, pero le dejaría que él solo aprendiese a volar. A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido. Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres...He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada. He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre.He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse. 
Siempre di lo que sientes y haz lo que piensas.Si supiera que hoy fuera la última vez que te voy a ver dormir, te abrazaría fuertemente y rezaría al Señor para poder ser el guardián de tu alma.Si supiera que esta fuera la última vez que te vea salir por la puerta, te daría un abrazo, un beso y te llamaría de nuevo para darte más.Si supiera que esta fuera la última vez que voy a oír tu voz, grabaría cada una de tus palabras para poder oírlas una y otra vez indefinidamente.Si supiera que estos son los últimos minutos que te veo diría "te quiero" y no asumiría, tontamente, que ya lo sabes.Siempre hay un mañana y la vida nos da otra oportunidad para hacer las cosas bien, pero por si me equivoco y hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuanto te quiero, que nunca te olvidaré. El mañana no le está asegurado a nadie, joven o viejo. Hoy puede ser la última vez que veas a los que amas. Por eso no esperes más, hazlo hoy, ya que si el mañana nunca llega, seguramente lamentarás el día que no tomaste tiempo para una sonrisa, un abrazo, un beso y que estuviste muy ocupado para concederles un último deseo. Mantén a los que amas cerca de ti, diles al oído lo mucho que los necesitas, quiérelos y trátalos bien, toma tiempo para decirles "lo siento", "perdóname", "por favor", "gracias" y todas las palabras de amor que conoces. Nadie te recordará por tus pensamientos secretos. Ten la fuerza y sabiduría para expresarlos. Demuestra a tus seres queridos y amigos cuanto te importan.

10 de diciembre de 2012

Todas mis voces: solamente vos, Flavia Ricci

"Cuando se fue de la pieza era casi de madrugada, 
y yo ya ni sabía llorar" 
(Rayuela, J. Cortázar)




Lloré aquella noche cuando sentí que los mares, todos mis mares, golpeaban contra las piedras sin freno ni dirección. Lloré cuando pasaban las diapositivas de todo lo que quería hacer, con una persona, con esa persona, con ella. Lloré sumergiendo mi cara en la almohada y pensando "por fin la encontré", porque sabía que era la persona buscada, perdida, por fin hallada. Lloré por su presencia, lloré previendo su ausencia, lloré por si alguna vez no estaba en mi vida y, en definitiva, lloré pensando lo que la necesitaba. Repentinamente me enfrenté al significado de encontrarse, de aferrarse, de fundirse. Lloré cuando vi los vasos, besos y sábanas del pasado irse en retirada para siempre. Lloré sintiéndome tan pequeña y vulnerable como para permitirme elegir. Elegir a una persona, a esa persona, a ella. Todos los mares, mis mares, todos los fuegos, mis fuegos, todos los deseos, mis deseos. Todos los amores, en un solo amor. Quizás por eso es que me atravesó esta certeza que me dejó ciega y muda, tan solo con una emoción que venía de muy dentro, de mucho tiempo atrás. Y que me decía que por fin, nos habíamos encontrado.

6 de diciembre de 2012

Muro, Flavia Ricci

Hizo un gran esfuerzo por tejer una relación conmigo. No le gustaba la palabra construir, siempre hablaba de redes. Quizás con el tiempo vea mis esfuerzos como pocos o insuficientes y los suyos muchos y grandes. Lo cierto es que yo era incapaz de ser puente, era un muro. Un muro frente al cual no se podía dialogar, ni convenir, ni consensuar. Releyendo sus palabras supe que le di confianza como nadie, que salió de su descreída vida amorosa, que caminó de mi mano porque yo, aunque completamente insegura de estar con él y sin apostar mucho por la relación, sí quise ayudarlo. Y eso fue real. Real como aquello que me dijo, que después de Barcelona todo había sido una ficción de mi parte, que se había roto todo, aunque yo continuara. Continué para ayudarlo a ser mejor persona, para darle un empuje, para que aprendiera a caminar y se preparara, en lo posible, para hacerlo sin mí. Quizás, probablemente, tendría que haber pactado con él una amistad, pero su intelecto, sus ojos claros, su compañerismo me pudieron. Sus palabras me llevaban por laberintos de donde no quería salir. Y quizás, entonces, no me quedó otra opción que ser una mala pareja para que se despegara de mí, para no volver más, ni siquiera como amigo. Mal asunto. No debí transitar ese camino. Pero ¿cómo iba a saberlo? Si en aquel momento yo era un muro, que no un puente. Un muro incapaz de verse, porque tenía pegado un espejo. Donde miraba a los demás, con tal de no verse. Muro amurallado, muro impenetrable. Muro al fin.

4 de diciembre de 2012

Otro adiós, Flavia Ricci

Con la misma sonrisa de la primera vez que te vi, te miré. Venías a despedirte, y yo quería decirte adiós. Te abracé, cómo no hacerlo. Y otra vez la separación. Jamás toleré verte partir, pero esta vez era la última, así es que miré tu espalda alejarse por mi calle. Y en un momento te giraste, levantaste tu mano, dibujaste tu mejor sonrisa y me dijiste adiós con los labios, sin pronunciar palabra. Bonito, que te vaya muy bien, bonito.

2 de diciembre de 2012

Déjame sueltas las manos, P. Neruda

DÉJAME sueltas las manos
y el corazón, déjame libre!
Deja que mis dedos corran
por los caminos de tu cuerpo.
La pasión —sangre, fuego, besos—
me incendia a llamaradas trémulas.
Ay, tú no sabes lo que es esto!

Es la tempestad de mis sentidos
doblegando la selva sensible de mis nervios.
Es la carne que grita con sus ardientes lenguas!
Es el incendio!
Y estás aquí, mujer, como un madero intacto
ahora que vuela toda mi vida hecha cenizas
hacia tu cuerpo lleno, como la noche, de astros!

Déjame libre las manos
y el corazón, déjame libre!
Yo sólo te deseo, yo sólo te deseo!
No es amor, es deseo que se agosta y se extingue,
es precipitación de furias,
acercamiento de lo imposible,
pero estás tú,
estás para dármelo todo,
y a darme lo que tienes a la tierra viniste—
como yo para contenerte,
y desearte,
y recibirte!

El misterio de las cosas, Alberto Caeiro


El misterio de las cosas, ¿dónde está?
¿Dónde está él que no aparece
por lo menos para mostrarnos que es misterio?
¿Qué sabe el río y que sabe el árbol?
Y yo, que no soy más que ellos, ¿qué sé de eso?
Siempre que miro las cosas y pienso en lo que los
hombres piensan de ellas,
río como un riacho que suena fresco en una piedra.
Porque el único sentido oculto de las cosas
es no tener ningún sentido oculto.
es más extraño que todas las extrañezas
y que los sueños de todos los poetas
y los pensamientos de todos los filósofos
que las cosas sean realmente lo que parecen ser
y no haya nada que comprender.
Sí, he aquí lo que mis sentidos aprendieron solos:
Las cosas no tienen significación: tienen existencia.
Las cosas son el único sentido oculto de las cosas.
Cuando la hierba crezca encima de mi sepultura.
sea ésa la señal para que me olviden del todo.
La naturaleza nunca se acuerda, y por eso es bella.
Y si tuvieran la necesidad enfermiza de “interpretar”
la hierba verde sobre mi sepultura,
digan que continúo para verdecer y ser natural.

Fuera de lugar, Flavia Ricci

Buscaba un lugar
Diferente del que tengo
Con una persona al lado
Encima
Debajo
Delante
Detrás
Busqué un lugar
Y me moví del mío
De eso se trataba
De estar en otra posición
Pero ese sitio estaba ocupado
O libre pero no era para mí
En cualquier caso
La Dama regresa al casillero de antes
Al lado del Rey
Con los peones delante
Y ese séquito de gente
Que nunca, jamás
Podría sacarla de su sitio
Tranquilo
Calmo
Feliz.


Dragón de fuego, Flavia Ricci

El dragón de fuego despliega casi sin querer sus alas y vuela alto, y lejos, hacia sí mismo. Vuela para ver más allá, vuela para ver la realidad. Y regresa a su refugio con las alas rodeándole el cuerpo para protegerlo, así descansa este dragón. Vuela alto, Al-Taïr, vuela muy alto dragón, lejos de todo y de todos, contigo mismo y tus deseos. Lo ha visto todo, todo lo que ha querido. Ha caído y se ha levantado en su inmediata soledad. Extiende sus alas, intenta llegar, mira hacia arriba y se lanza como un ave rapaz en busca de su presa, que no opone resistencia. Es todo tan fácil, el dragón puede saciar su sed. Y volver a pesar sólo en sí, otra vez en sí mismo, solamente en sí mismo. Un estado cómodo en donde no puede ser cazado. Dragón fuerte, extremadamente intuitivo, perseverante. Mira atento hacia abajo desde su refugio, con las alas rodeándole el cuerpo y dándole calor. Mira nuevamente a los lados, los lados del centro. No es que trastabille, el dragón todo lo acierta. El dragón todo lo aprende. Y por eso es el amo, aunque nadie sepa ni piense jamás en las heridas que conlleva serlo. Eso se queda bien dentro, con el dragón, dragón de fuego.


1 de diciembre de 2012

Miradas, Flavia Ricci

Iba por la calle luego de su última ruptura. La cabeza baja, mirando hacia la vereda no mucho más lejos que por donde andaban sus pies. El ceño fruncido, pensando en todo lo hecho y dicho, en que ya no iba a ser. De repente recordó cuántas personas se habían atrevido, en un acto de generosidad y simpatía, a tomarle delicadamente el mentón y levantarle la cabeza, para unir las miradas. Lo pensó por todas esas veces en que no había sido capaz de mirar a la gente a los ojos, de levantar la mirada, de focalizar. Y fue poco a poco levantando la cabeza y mirando hacia el frente y hacia los lados, queriendo abarcarlo todo, mientras caminaba. Había aprendido, por fin, que mirando hacia abajo no se lograba nada, que esperando que otras personas le levantaran la cabeza para buscarle su mirada tampoco. Pero ir por la vida con la cabeza bien alta, mirando alrededor, eso podía hacer y seguramente haría que en cualquier momento se cruzara con una de esas miradas fulminantes, que ella jamás dejaba pasar. Y volvió a sonreír.


Para ERZ.

30 de noviembre de 2012

Juntos a la par, Flavia Ricci

Ella era para él un lugar donde ir a revertir sus huecos. Él se transformó para ella en un quiste que sobresalía en su vida. Y se notaba. Él buscaba llenar esos vacíos con ella. De la piel hacia adentro. Ella quitarse lo que le sobraba. De la piel hacia afuera. No estaban en un mismo nivel, uno buscando sumergirse y el otro queriendo volar. Hasta que un día ella vio más allá, otra persona, una mirada bastó. Para reconocerse en la chispa de sus ojos y tomarlo de la mano sonriendo. Fueron a la playa, a una playa desierta y amplia en donde no había nadie. Solamente el sonido de las gaviotas a lo lejos y las olas yendo y viniendo bañando la orilla virgen. Se recostaron al sol. Él apoyó su cabeza en el pecho de ella y la abrazó. No quiso sumergirse, ella lo supo y el corazón le dio un vuelco. Quiso estar con ella, simplemente, al mismo nivel. Juntos, a la par.

Playa para dos

22 de noviembre de 2012

Más allá, Flavia Ricci

Me deslicé hacia tu cintura en el mismo momento en que me miraste a los ojos. Quedé fascinada por tu lucidez, tus palabras despreocupadamente sensuales que lanzaste al aire y dieron directo conmigo. Como un golpe de suerte, ahí estabas. Tus apariciones esporádicas pero suficientes para hacerme volar. No sé cómo o cuándo pasó, pero sonrío porque haya sucedido. Inteligente. Persona clara y directa. Persona de mundo. Que intento atraer porque me siento atraída. Las palabras se deslizan y van .... hacia vos, con mi mejor sonrisa y mis mayores ganas. No puedo detenerme.

21 de noviembre de 2012

Singular, Flavia Ricci

Encima tuyo derramo todo mi deseo, todas mis búsquedas, que hallan el encuentro. Entre tu cuerpo y el mío las distancias se funden hasta causarnos gracia. Claramente veo por dónde voy y hasta dónde llegar. Me viene de años, de muchos años atrás, lo que siempre quise hacer, donde siempre quise estar. En tu cuerpo descanso y en tu mente me duermo mientras me sueñas tranquilamente cada noche de tu vida. Te he encontrado, milagrosamente, por fin. Y por fin, por fin puedo querer sin treguas ni dudas. Por fin te he encontrado, amor, amor de mi vida. Único, intransferible y reconfortante amor. Por fin.

20 de noviembre de 2012

Así, Flavia Ricci

Todo aquello que en tu presencia hice despreocupadamente. O no debiera decir despreocupadamente, pero sí sin la preocupación de que fuera por única vez, en tu ausencia se vuelve irreductible, allí, sólido. Regreso por el camino que poco antes hicimos, entro a casa y miro los vasos de los que poco antes bebimos, los platos que poco antes usamos. Y arde tu ausencia, me quema por dentro. Agudizo los sentidos para tratar de captar todo aquello que queda en el aire y en mi piel de vos, sé que es solamente un consuelo, pero es una forma de no perderte de repente. Poco a poco se despiden los aromas, las marcas, y me voy resignando a tu presencia a distancia, por momentos.
Pero es tan diferente tu presencia día a día y cara a cara en mis días, son tan distintos mis días con tus ojos mirándome, tus manos buscándome, todo tu cuerpo, en suma, cerca de mí, que te busco hasta en los rincones más raros, donde quizás antes estuviste despreocupadamente y de repente ahora todo aquello se vuelve tan único. 
Quisiera guardar como en un museo todo lo que mi vista recorre, todo lo que vos tocaste, todo lo que pisaste. Me debato entre recorrer los recuerdos, producto de lo que día a día hemos ido construyendo o dejarlos aparcados, temerosa de no poder afrontarlos. Y voy pasando los días entre la esperanza de volver a verte, y de que sea para siempre, y verte de a pedacitos y a distancia en el mientras tanto. Voy como caminando a tientas, hasta vos. 
Y sin embargo cuando aparecés todo, lo grande y lo pequeño, cobra otra dimensión. El cordón de la vereda, la entrada de mi casa, las esquinas de mi ciudad, los mediodías, el sol de la tarde, la playa de Claromecó. Cuando me giro y te veo es tan claro mi sentimiento, mi fortaleza, mis ganas, que casi no puedo hablar. Y agradezco a la vida, a quién más, el haberte reencontrado en este momento mío, tan en paz y armonía y con tantas ganas de estar con vos, solamente con vos, para siempre con vos.

15 de noviembre de 2012

Palabras cruzadas, Flavia Ricci

- Y ahí comenzó lo raro. Le dijo sin más mientras los dos miraban al horizonte.
- ¿Pero cómo lo raro? ¿Qué es lo raro?
- Palabras cruzadas, le llamaba yo.
- Ajá.
- Me refiero a que en un determinado momento, que hasta puedo decirte que fue después de tomarnos nuestro primer café juntos, ella comenzó a cruzar las palabras.
- Ahí sí que no te sigo.
- A cruzarlas, con las que yo le había dicho, y con las que ella misma me había dicho. Se cruzaban, se encontraban, algunas chocaban, otras se esquivaban, se perdían. No sé cómo decirte. Pero a partir de ese momento en vez de aclararse todo se enrrareció.
- ¿No serás vos el cruzado?
- No sé che, puede ser. Pero las palabras me jugaron una mala pasada. Yo las tenía a todas en fila, preparadas las frases. No te voy a decir que la tengo clara, vos sabés que las palabras no son lo mío, si hasta tengo grandes faltas de ortografía. Pero qué sé yo, las pocas palabras que tenía en la cabeza, lo que siempre había querido decirle a ella, se me atragantó. Me salieron algunas palabras, que ahora preferiría no haber dicho. Y justo, justo, las que tendría que haber dicho, no las dije.
- ¿Y cuáles son esas palabras, si se puede saber?
- Dije justo las palabras de un hombre enamorado. Y no sé, me parece que tendría que haber sido más discreto, no irme de cabeza.
- ¿Por?
- Y ... porque ella después de ese primer café me miró, se levantó, intercambiamos algunas palabras y nunca más me volvió a hablar.

9 de noviembre de 2012

Eterna, Flavia Ricci

Y si bien me fascina ese momento del día en que va cayendo el sol, se va haciendo la noche y planificamos comidas, bebidas y sonrisas. Y si bien me encanta -porque es un encantamiento- que después de medianoche todo nos invite a ir a dormir. Y si bien es mágico saber que queda toda esa noche por delante y que al despertar, a la mañana siguiente, vos vas a estar allí a mi lado ... 
por otra parte me resisto a cerrar los ojos, a dar este día por pasado, porque quiere decir que mañana será un día menos contigo. Y yo quiero todos los días con vos, ninguno menos, todos por delante. Así es que me quedaría con los ojos abiertos desde tu llegada hasta tu partida, incluso cuando ya no partas, desde un día hasta otro pasando por cada una de las noches a tu lado, en una contemplación eterna porque no me termino de creer que estés a mi lado, conmigo, real. 
Y con todos los días y las noches nuestros, por delante, por escribirse, con vos.

7 de noviembre de 2012

Volver al ruedo, Flavia Ricci

Quizás, en un estado así mitad calor mitad más, necesite estar así. Quizás, en este estado sin red necesite estar con vos. Hablando por hablar, hablando de Borges y Saki. Me arrepiento ¿estoy a tiempo? de haber dejado pasar tu simpatía, o haberla trabado con mi seguridad. Ya no está, esa seguridad se ha ido porque sé que ella juega conmigo, que juega una vez y otra más. Miro al costado, miro al frente, no me da lo que necesito, solamente lo que quisiera. Pero lo que quisiera es tan potencial que nace y muere en mi mente, donde todos han caído. Dejame que por lo menos te recuerde. Ya que con mi seguridad, te he dejado marchar. Tonta de mí. Tonta. 

6 de noviembre de 2012

La magia de la niñez, G. Bergsson

Ya antes de tumbarme a descansar, era evidente no sólo que el cuerpo notaría que estaba recuperando una posición perdida, sino que la mente vería con claridad, al despertar por la mañana, que había gozado de aquel sueño perdido y vivificante que había echado en falta durante años, y todo parecía suspirar de alegría y alivio. De modo que el sueño no habita ni en su propia vida interior ni en las complejidades de los sentimientos disfrazados de sueños, sino que más bien depende de la postura del cuerpo en el lecho de nuestra infancia, de la dirección a la que apuntan los pies o la cabeza.

1 de noviembre de 2012

Huellas en el tiempo, Flavia Ricci

¿Te acordás, podés recordar lo que hacías en esta misma franja horaria, hace un mes? Yo sí, disfruto cerrando los ojos y recordándolo. Vos tomabas mi mano, por primera vez. Presté tanta atención cuando pasaba, me importaste tanto, que grabé todo aquello y es gracias a eso que ahora puedo rememorarlo como si estuvieras acá ¿Te acordás, podés recordar, aquello? Vos tomabas mi mano por primera vez, y yo sonreía. Sabía que iba a terminar, sabía que sería únicamente yo quien lo recordaría un mes después, pero aun así lo vivimos, sé que fue real ¿Te acordás, podés recordar aquello? Vos tomabas mi mano por primera vez. Y hoy, simplemente no. Ya no habrá primera vez, ya probablemente lo hayas olvidado, ya mi mano se mece sola a miles de kilómetros de las tuyas, vagando en un aire con mar, cerca de la playa. Miro estas huellas, estas marcas de mis manos donde alguna vez posaste la tuya. Te recuerdo con la certeza de que fue real, que estuviste dentro de mí. Sé que esta mano siempre guardará, en sus huellas, el día en que vos tomaste por primera vez mi mano. El día en que yo sonreía.


Mano desenfocada

31 de octubre de 2012

Pasado imperfecto, Flavia Ricci

Acaso a veces se crea que hablar de los demás no es hablar de nosotros mismos, cuando una de las pocas cosas que hablan de nosotros, es hablar de los demás. Hablame de vos, hablame de aquellos y aquellas que estuvieron antes que yo en tu vida, y que quizás hoy en día aun estén. Hablame de vos, a través de esos otros con quienes compartiste parte de tus días, tus ilusiones, fracasos, sueños, desamores. Hablame de vos, es la única forma de construir un nosotros. Te hablaré de mí, sabiendo que dentro de mí hay otros, anteriores, a vos. Me hablarás de vos, sabiendo que antes de mí hay otros. Hablaremos de vos y de mí. Y será a través de esos otros y otras que podremos construir un nosotros. Es, de alguna forma, gracias a los otros y otras que no están, que forman parte del pasado, un pasado tuyo, un pasado mío, que ahora, hacia adelante, hay un futuro, un futuro nuestro.

18 de octubre de 2012

Frenar, Flavia Ricci

Frenar, de golpe, de repente
Ir corriendo y frenar
aunque duelan las piernas
aunque se fuercen los músculos
frenar
quizás sin chocar
o habiendo chocado
cerrar los ojos,
sentir el viento
abandonarse
dejar lo conocido
por lo desconocido
dejar las caras familiares
por las que no reconocemos
Frenar
quizás habiendo chocado
o no, pero frenar
vuelvo en mí
me despierto
no sé qué dije
no sé con quién
no sé qué hacía
abro los ojos
vuelvo en mí
freno
freno a tiempo
me reconozco
soy yo.

12 de octubre de 2012

La ley tu ley, Juana Bignozzi

dispuesta a creer que me han amado
incapaz de saber si he amado
--entendámonos, entregada, perdida, sin rescate--
aún quisiera comprender el amor de los hombres
 hombres que vuelven o permanecen y repiten su pasión
aún quisiera llegar a saber qué rostro ven en el mío
en ese momento de extrañamiento que llaman pasión.

8 de octubre de 2012

Remolinos, Flavia Ricci

Antes me seducían los remolinos
Los montaba y hasta a veces los domesticaba
Nadaba en medio de ellos, 
me arrojaba al vacío con los ojos cerrados
y poco a poco los abría y disfrutaba
ahora no
no quiero los remolinos
no me seducen ni me llaman
sé que están ahí
pero digo no
no quiero los remolinos
ni los tuyos ni los míos
estoy en paz.

7 de octubre de 2012

Lisa y llana, Flavia Ricci

Y yo, con mi torpeza habitual, voy mostrándote fases y formas que no estaban en tus planes.
Como una forma de retenerte voy desnudando formas de ser, quedando expuesta
Sin saber, sin medir, que para vos es un juego
En donde me llevás de mi superficie lisa y llana a la tuya
rugosa
yo quiero escaparme y te dejo
con mi torpeza habitual
me escabullo
dejándote sí
mis fases y formas
esas que quizás no te den tanta gracia
pero que también son mías
esas que finalmente
me muestran vulnerable
esas que buscan una respuesta
que no llega
o si
Con mi torpeza habitual me fundo y confundo
en un estado que no sé si era el mío
seguramente no
pero me sirve
para refugiarme y tratar de olvidarte
y entonces ya no sé lo que quise, quiero o querré
simplemente he caído en una superficie
entre lisa y rugosa
entre tuya y mía
en cualquier caso desconocida
con mi torpeza habitual.

5 de octubre de 2012

No me interesa, K. Gibrán

No me interesa saber a qué te dedicas
Quiero saber qué es lo que añoras
y si te atreves a soñar
o alcanzar lo que tu corazón ansía.


No me interesa saber qué edad tienes
Quiero saber si te arriesgarás
a parecer un loco por amor, por tus sueños,
por la aventura de estar vivo.


No me interesa saber qué planetas están cuadrando tu luna
Quiero saber si has tocado el centro de tu propia pena,
Si has estado abierto a las traiciones de la vida
O te has vuelto marchito y cerrado por miedo a más dolor.


Quiero saber si te puedes sentar con dolor, tuyo o mío,
sin moverte para esconderlo, diluirlo o arreglarlo.
Quiero saber si puedes estar con alegría, tuya o mía,
y si puedes danzar libremente y dejar que el éxtasis te llene
hasta las puntas de los dedos de tus manos y de los pies,
sin advertirnos de ser cuidadosos,
ser realistas o recordar las limitaciones de ser humano.


No me interesa si la historia que me estás contando es verdad,
quiero saber si puedes desilusionar a otros
por ser sincero contigo mismo,
si puedes resistir la acusación de traición
y no traicionar a tu propia alma.
Quiero saber si puedes ser fiel y por lo tanto confiable.
Quiero saber si puedes ver belleza hasta en los días feos,
y si puedes nutrir tu vida desde la presencia de Dios.


Quiero saber si puedes vivir con fallas, tuyas y mías,
y todavía pararte en la orilla del lago y gritar
a la luna llena plateada... ¡SÍ!


No me interesa saber dónde vives, ni cuánto dinero tienes.
Quiero saber si te puedes parar
después de una noche de pena y desesperación,
débil y moreteado hasta los huesos,
y no obstante hacer lo que debes y necesitas hacer
y seguir adelante.


No me interesa saber quien eres, ni por qué estás aquí.
Quiero saber si te puedes parar
en el centro del fuego conmigo sin encogerte.
No me interesa dónde, qué, o con quién has estudiado,
quiero saber si te sostienes desde adentro
cuando todo se cae a tu alrededor.


Quiero saber si puedes estar solo contigo mismo
y si verdaderamente disfrutas la compañía que mantienes
en tus momentos de soledad.

2 de octubre de 2012

Falso territorio, Irene Gruss

Dejó de arder. No el leño
sino el ímpetu,
la gana, lejos, 
allá.
No llego allá. No hay allá.
Lo que importa es que dejó de arder.


FUENTE: http://lamitadelaverdad.blogspot.com.ar/2012/07/falso-territorio.html

1 de octubre de 2012

Espresso, Flavia Ricci

Este sol que sale en la mañana, cuando llego a casa sobre las 8 y me dispongo a preparar un espresso. Ahora que son dos, y me refiero a los espresso, miro una taza y otra alternadamente mientras vos, desde otra habitación, me decís algo. Yo miro hacia el jardín y veo el cerezo florecer, en esta primavera. Yo fui quien te abrí la puerta con una sonrisa de la cual vos sos responsable cada día de mi vida. Es lindo sonreír, es lindo verte cada mañana. Es lindo preparar dos espresso mientras miro, en esta primavera, cómo florece el cerezo del vecino. Y ya no miro al vecino, solamente su cerezo.

Basta, Flavia Ricci

Jamás pude esperar, a menos que en esa espera me dieran tantas palabras que me llenaran los ojos y el corazón. Pocas veces ocurrió, así es que por lo general decido dejar la espera, ni apostar por ella, e ir directamente a la búsqueda de la realidad, de quien está, está cerca de mí con sus palabras, gestos y atenciones varias. Lo demás queda en terreno virtual, me gusta, llena en parte mi vista y corazón, pero no lo dejan pleno.
Jamás pude esperar, aunque lo he intentado
porque por lo general me encuentro con dos palabras que no dicen nada
o que dicen de forma insuficiente
y yo necesito todo
necesito tu presencia
aunque sea con forma de palabras
necesito que esperarte me sirva
necesito que la espera se funda con palabras, melodías y sonidos
necesito que pensarte sea más
que sentirme sola
por eso jamás he podido esperar
porque dejo en manos de los demás mis sentimientos
y no tengo la edad para eso
ni la paciencia
ni el tiempo
ni las ganas
yo quiero decirte esto
esto que siento
cuando estemos cara a cara
y es por eso
que ya no puedo esperarte
porque vos de alguna manera
nunca elegiste estar
ni con tus tiempos
ni con tus palabras
ni con tus gestos
no me basta nada de eso
Y es por ello
que yo nunca he podido esperar.

Silencio, Flavia Ricci

Esa cara, esa sonrisa es la misma que te regala tiempo, poesías y pensamientos. La misma que te mira sin cansarse, la que te piensa sin cesar. La misma cara, esa misma sonrisa es la que va atravesando calles, horas, páginas. La que está sola y con cientos de personas. La que te es fiel e infiel a la vez. La que te dice las cosas que querés escuchar y se guarda las que ella quisiera oír. La que te espera, aún sin poder manejar tiempos y exclusividades. La que se esconde en recuerdos, recónditos recodos de su memoria que afloran traicioneros en la hora menos pensada. La que se mira al espejo y sonríe sin saber por qué. Esa misma cara, esa misma sonrisa es la que te atrae y te atrapa sin que aun la hayas tocado. Esa misma cara, esa misma sonrisa es la que te moviliza en tus horas de sueño y de madrugada, cuando todo comienza a dibujarse. Esa misma cara, esa misma sonrisa es la que da motivo a tu día, aunque sepas que no está a tu lado. 
Pero también, 
esa cara, esa sonrisa, se mezcla en ambientes en donde vos no podés alcanzarla, alejada lo mejor posible de vos, de todo. Se refugia en lugares con personas desconocidas que bailan y se mueven como le gusta. Ve pasar sus días sin pedir nada ni sintiéndose aclamada. Abre los brazos y olvida haberte conocido. Esa cara, esa sonrisa, ese cuerpo que pensó en quedarse de repente se fue, antes de llegar. Caminó, corrió, huyó. Y se esfumaron las palabras, las expectativas, los versos y los deseos. Se fueron de ahí, no están más. Un día. un buen día, dejaste de ser un destino para convertirte en un paisaje más de su composición. Era muy bonito para ser real. Esa cara, esa sonrisa, necesitaban anclarse en algún sitio, gestos, días, noches, especificidades que vos no pudiste o quisiste darle. Así es que simplemente dejaron de estar.
Esa cara, esa mirada ...
Como llegaron se fueron
Y quedaron fotos
y me gusta
nada claro
esa cara, esa sonrisa
se cansó del vacío
se fue, te dejó
o quizás
jamás te había atrapado
eran sólo palabras
y no estuviste a la altura
de la realidad.
Pensaste solamente en vos
así es que ahora
podés visitarla 
mirarla
tocarla
cuando quieras
Con la diferencia
que esa cara, esa sonrisa
ya no son para vos.

30 de septiembre de 2012

Confusiones en las noches de luna llena, Flavia Ricci

La luna iba subiendo, redonda y plateada, en un cielo algo nuboso. Miró hacia arriba y disfrutó al aire libre de unas copas de vino. Cerró los ojos y pensó en noches de lobos feroces y más lunas llenas, en que ya no colaba hacerse pasar por Caperucita, pero que sería igualmente divertido. 
Sonrió cuando una catarata de deseos mezclada con recuerdos se le vino a la mente tan de repente. Le agregó una buena dosis de fantasía y ya tenía el cóctel perfecto. Hubo un llamado telefónico al que solamente respondió con una hora precisa: faltaban dos horas. Bebió, pensó, sonrió y siguió mirando la luna llena. Iba a visitarla el lobo.
Por la mañana estiró el brazo en su cama, para desperezarse, y tocó una espalda que no tenía nada de peluda y bajó hasta unas piernas que parecían haber pasado por la depilación definitiva. No abrió los ojos. No era un lobo. Siguió durmiendo a pesar de que el sol ya se filtraba por su ventana. 
Horas más tarde se despertó, sola, en su cama. Miró hacia todos lados: nadie. Bajó a prepararse el desayuno y vio la puerta de calle entreabierta. Sonrió.

27 de septiembre de 2012

Autoadhesivo, Flavia Ricci

Semáforo en rojo
Me detengo detrás de tu coche
Miro hacia adelante
Me devolvés una sonrisa desde tu espejo retrovisor
Semáforo verde
Avanzás en primera
Avanzo yo
Guiños desconcertantes
Mi coche sigue detrás del tuyo
Miro encima de tu paragolpe
Aparece una familia autoadhesiva
Te paso por la izquierda
Pongo segunda
Acelero y giro en la primera esquina.


26 de septiembre de 2012

Eco, Flavia Ricci

Me quedé haciendo malabares con tus palabras, peligrosas palabras, persuasivas palabras, sensuales palabras. Pensamientos que tuviste que verbalizar, llenándome de falsas certezas y de un vértigo que no quería. Palabras que quedaron ahí, sentando una base a donde podíamos regresar cuando no estuviéramos seguros de haberlas dicho. Palabras que no nos permitieron entonces retroceder, ni imaginar otros mundos con otras palabras, ni fantasear con que quizás uno de los dos no quisiera decirlo así. Palabras que me cercaron, que me llevaron a la acción, a una acción en base a esas palabras que te empecinaste en que dijera. Y te las dije. Con tus palabras me hiciste subir hacia una cima escarpada y filosa, que subí confiada casi corriendo y sin esfuerzos. En la cima, cuando quise compartir mis palabras, cuando quise recrearlas para dártelas, acaso con sinónimos igual de válidos, me habías dejado sola. A ciegas. Desconcertada. Vacía. Silencio. No hay palabras. Hay un eco, un eco de todo lo que me dijiste. No sé si lo he imaginado, así que regreso perdida a intentar encontrarte en tus palabras. Y solamente queda eso, vos no estás, vos desapareciste, a vos no te bastó encontrarme. Siento un eco, un eco acallado que se va apagando. Mi oído no escucha nada más. Te llamo. Te has ido. Después de todo aquel ruido, te has ido, no estás. 
Bajo como puedo de la montaña, dejo la cima. Vuelvo a dormir en lugares diversos, en casa y te busco, en vano. 
Voy quitándote, como si fueran post-it, los proyectos que había colgado para que vos, para que yo, hiciéramos. Se cierran puertas, viajes, comidas, risas, libros, películas, caminatas, amaneceres, noches, abrazos, besos. Quito todo, de a poco y con tristeza pero también con determinación. No me olvido de vos,  ni me olvido de todas esas cosas lindas que quiero hacer. Me olvido de todas las cosas lindas que quise que hiciéramos juntos. Quito la línea mental que unía tu persona, a esas cosas que quiero. Y te suelto, te dejo, me alejo de vos. Suena un eco, un eco después de todo aquel ruido. Jugaste conmigo, no me di cuenta, te creí. Escucho un eco, pero un eco cada vez más chiquitito

Hombre abeja, Flavia Ricci

A esas horas tempranas de la mañana en las que el sol ya acaricia superficies lisas y rugosas, yo conduzco camino a casa mirando una población de madres y padres que llevan a sus niños al colegio. Con Emma Shapplin sonando en el coche, aparece el hombre abeja a través de mi ventana en la plaza de la ciudad. Y yo sonrío mirándolo. A estas alturas podría saludarlo y seguir, con el coraje que me da la música. Pero me quedó mirando su casco, sus auriculares que le han dado el apodo con el que yo mentalmente lo llamo y esos conitos fosforescentes y anaranjados que delimitan vaya una a saber qué. Paso en el coche, hombre abeja. Hombre que me mira, que me sonríe, que me saluda con una mano y me sigue con la vista. Suena Emma Shapplin, cierro ligeramente los ojos, giro a la izquierda y regreso a casa. Hasta mañana, hombre abeja.

25 de septiembre de 2012

El otro cielo, J. Cortázar

Me ocurría a veces que todo se dejaba andar, se ablandaba y cedía terreno, aceptando sin resistencia que se pudiera ir así de una cosa a otra. Digo que me ocurría, aunque una estúpida esperanza quisiera creer que acaso ha de ocurrirme todavía. Y por eso, si echarse a caminar una y otra vez por la ciudad parece un escándalo cuando se tiene una familia y un trabajo, hay ratos en que vuelvo a decirme que ya sería tiempo de retornar a mi barrio preferido, olvidarme de mis ocupaciones (soy corredor de bolsa) y con un poco de suerte encontrar a Josiane y quedarme con ella hasta la mañana siguiente.

23 de septiembre de 2012

Nombrar, Flavia Ricci

Lo primero que haré es preguntarte tu nombre
porque no sos parte de la gente, sos vos
para sacarte del grupo uniforme y homogéneo
y darte tu lugar y tiempo, conmigo
Después de tantos anónimos
Tantas caras sin nombre que recorren mi mente
Vos no sos como cualquiera
Quiero saber tu nombre
para que cuando te sueñe
te espere, te quiera tanto como te quiero
pueda nombrarte
y me quede en tu nombre.

El amenazado, J. L. Borges

Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir.
Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz. La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única. ¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras, la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó el áspero Norte para sus mares y sus espadas, la serena amistad, las galerías de la Biblioteca, las cosas comunes, los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?
Estar contigo o no estar es la medida de mi tiempo.
Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz.
Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.
Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles.
Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.
Ya los ejercitos me cercan, las hordas.
(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto)
El nombre de una mujer me delata.
Me duele una mujer en todo el cuerpo.

(De El oro de los tigres)

21 de septiembre de 2012

Ruido, Flavia Ricci

Los versos me hicieron ruido: "Pero nunca, nunca lo que llega es igual a lo esperado". Tuvo que decirlo, tuve yo que leerlo. Y se clavaron en mi mente y allí vagan, de un lado a otro, sin cesar. Como un títere voy y vengo, dando más que lo que recibo, esperando más de lo que me esperan, o con esa sensación. Sin querer explicar nada, porque no hay nada que explicar. Esta situación incómoda de estar en desventaja, de haberme quedado sin nada y a la vez con toda tu nada, porque nada me has dado más que frases que comienzan con "tal vez". 
Yo te di todo un mundo, quizás imperfecto, pero que era mío. Entraste como quisiste y cerraste la puerta detrás. Yo quería entrar en el tuyo, pero nos quedamos solamente en éste, el que vos decidiste. Con total soltura me hablaste de amantes y amores, y yo escuché sin pestañear. Me quedé en un lugar incómodo, pero me quedé. Respondiendo a todo, incluso a tus expectativas que cada día me interpelaban, pero sin recibir más que silencios pausados de acuerdo a tu capricho. No quiero esto, no me basta, no me sirve, me lastima. Quiero soltarlo, quiero soltarte. Voy a dejarte ahora, antes que sea tarde, aunque sea después de todo.

20 de septiembre de 2012

Hombres lejanos, Flavia Ricci


Borrosos, como difuminados
Lejanos, indescifrables
Conocidos, devenidos desconocidos
Ya no ladran, ni cabalgo
Hombres lejanos
borrosos
difuminados
se pierden
en horizontes pasados
y una mujer aparece
con las cosas cada vez
más claras.


16 de septiembre de 2012

Los lugares, Juan Carlos Onetti


–Usted puede ir a Santa María cuando quiera. Y sin que nada le cueste, sin viajar siquiera. Escuche: ... Brausen.

Se estiró como para dormir la siesta y estuvo inventando Santa María y todas las historias. Está claro.
–Pero yo estuve allí. También usted.
–Está escrito, nada más. Pruebas no hay. Así que le repito: haga lo mismo. Tírese en la cama, invente usted también. Fabríquese la Santa María que más le guste, mienta, sueñe personas y cosas, sucesos.

Imagen:  http://www.onetti.net/


11 de septiembre de 2012

Cucharitas, Flavia Ricci

Entré apurada buscando las cucharitas.
Tu sonrisa, amplia, me iluminó el día. De paso, me saludaste como si me conocieras, o me esperaras, y yo te creí, porque vivo en una pequeña ciudad y es factible.
"Acá podés encontrar todas las cucharitas que hayas soñado", fue tu frase certera. Y yo te dije que soñaba con muchas cosas, pero no quería terminar soñando con las cucharitas.
Me vendiste unas sueltas, sin muchos detalles de mi parte y con muchas ganas de seguir el diálogo de la tuya ... Omití la frase que suele alejar ligues rápidos: "es que MI HIJA necesita las cucharitas para el colegio" ... bla bla bla ...
Te devolví la sonrisa, franca, con mi pelo habitualmente despeinado ... pagué, te saludé cordialmente y me fui pensando "si vos supieras, si supieras ....".





30 de agosto de 2012

Huevo y chorizo, Flavia Ricci

Tengo pocos recuerdos de mi infancia, pero uno de ellos, que viene con olor a comida, es el deleite que para mí suponía comer huevos fritos. Era una extraña relación entre las escasas veces que me los preparaba mi mamá con el gusto de ese exquisito plato. A todo esto colaboraba que muchas veces me lo prometían, pero esas promesas terminaban inconclusas. Con ese mismo respeto preparo huevos fritos muy de vez en cuando. Y cuando lo hago, me concentro rompiendo la cáscara y abriéndola con mis dos manos con sumo cuidado, no sea que se rompa la yema. Pensaba en todo eso mientras esta noche tomaba un cabernet en la cocina de casa, sin mi madre pero con un huevo haciéndose en el teflón. Perfecto, con la yema líquida y la clara hecha, como siempre me gustó. Los choricitos con pimentón rojo esperaban su turno. Pero jamás, jamás, tendrán el protagonismo de un huevo frito. Qué querés, chorizo .... estoy recuperando recuerdos ...

29 de agosto de 2012

Historia de la manzana misteriosa de Parque Chas, A. Dolina

Existe en el barrio de Parque Chas una manzana acotada por las calles Berna, Marsella, La Haya y Ginebra.
No es posible dar la vuelta a esa manzana.
Si alguien lo intenta, aparece en cualquier otro lugar del barrio, por más que haya observado el método riguroso de girar siempre a la izquierda o siempre a la derecha.

Muchos investigadores han intentado la experiencia formando grupos numerosos. Los resultados han sido desalentadores. A veces sucede que el paseante sigue en la misma calle aún después de doblar una esquina.
En 1957, un grupo de exploradores franceses desembocó inexplicablemente en la estación de Villa Urquiza.

Urbanistas catalanes probaron suerte formando dos equipos y partiendo cada uno en dirección opuesta. En cualquier manzana de la ciudad es fatal que los grupos se encuentren en la mitad del recorrido. Pero en este lugar no sucede tal cosa y hasta se han dado casos en que un equipo alcanza al otro por detrás.

Los más pertinaces han realizado excursiones a través de los fondos de las casas, con el resultado de aparecer siempre dejando a sus espaldas calles que no habían cruzado jamás.

En estas experiencias se descubrió que muchos vecinos son incapaces de indicar en qué calle viven. Asimismo existen casas que no dan a ninguna calle. Sus habitantes se alimentan de sus propios cultivos o de lo que generosamente les pasan por sobre las medianeras.

Los taxistas afirman que ningún camino conduce a la esquina de Ávalos y Cádiz y que por lo tanto es imposible llegar a ese lugar. En realidad, conviene no acercarse nunca a Parque Chas.



28 de agosto de 2012

Pregunta que ataca, Flavia Ricci

Ahora, en este momento de mi vida, me atacaron las preguntas.
Preguntas chiquitas, preguntas grandes, grandes preguntas.
Preguntas que se cansaron de esperar. Y de esperarme.
Yo entonces dejé de correr, y las miré fijo, cara a cara.
No me gustó lo que vi, ninguna imagen, ningún recuerdo.
Pero aun así ellas se mantenían en guardia.
Me atreví entonces a levantar la vista, a mirarlas
De alguna manera me atreví a hacerles frente
Las preguntas fueron directas, no aceptaban curvas o repliegues
Habían estado allí mucho tiempo
Había algo que no me permitía bajar la vista
Así que las enfrenté
Las preguntas chiquitas comenzaron a hacerse grandes
Y las grandes crecieron más
Yo las miraba, mantenía la vista fija en ellas
en una recta directa de mis ojos hasta los interrogantes
y de esos interrogantes hasta dentro, muy dentro de mí
Se me hizo un nudo en la garganta
Malditas preguntas, me atacaban todas juntas
Pero entonces yo, que siempre les había temido, las enfrenté
Y después de años de silencio
Les disparé respuesta tras respuesta
Con lágrimas en los ojos
Con nudos en la garganta
No dejaba de responderles
Yo
que siempre había evitado las preguntas directas
y más aun las respuestas cerradas
avancé decidida
y renací.



26 de agosto de 2012

Diez años menos, Flavia Ricci

Durante los últimos diez años de mi vida viví de sueños. Quizás porque sabía que, aunque no me quedara nada en este mundo, jamás los perdería. Quizás porque detrás de toda mi soledad, ahora que todos se han ido, siempre podía acariciarlos, removerlos y ver que estaban allí, esperando el momento de hacerse realidad. Durante estos diez años no me importaron los momentos amargos, los logros, los fracasos y ni siquiera las sonrisas. Cuando regresaba a casa, antes de dormir, pensaba en mis sueños. Quizás porque no quería ver la realidad tal cual es, ruda y sin pliegues, me refugiaba en ellos. Y hoy se han ido, he crecido de repente, levanto mi cabeza y miro el cielo. Y no veo más que eso. Tengo diez años más que cuando empecé a soñar, miro a mi alrededor y veo todo tal como es, como quienes no sueñan. Me hice grande, los dejé ir. Ojalá vengan otros. Y no tarden diez años. Esta noche veo todo sin pliegues, ni dobles sentidos, hoy será el tiempo de dormir, ya vendrá el de soñar. Ya vendrá ...

24 de agosto de 2012

La venganza femenina, Flavia Ricci

Se vengó de mí de la peor manera: olvidándome. Y entre medio de estos años yo vagué por el mundo, cambiando de lugares y personas cuando el hastío llegaba a mi puerta. Al vacío lo llenaba con novedades. Sin darme cuenta por qué nunca encontraba nada.

Busqué entonces hablarle, hacerme perdonar, pero ella parecía no reconocerme. Agoté las posibilidades: allí estaba la clave. Y decidí pasar página y quedarme con su mejor recuerdo. Olvidarla no, jamás: yo no necesito vengarme.





21 de agosto de 2012

Mujer que recupera la memoria, Flavia Ricci


En 2007 -y me esfuerzo por recordar el año y de alguna manera la fecha- volví a Rosario después de años de no hacerlo. Desde chica que no iba, con lo cual sumado al auge que tuvo la ciudad me resultó una desconocida. Fuimos a la Estación Fluvial y él me dijo que ese mural lo había pintado el abuelo de su ex esposa. Lo miré de reojo, al mural, y seguí mi camino. 

Con el tiempo no volví a ver a su ex esposa, a quien conocí en Barcelona. Y él se trasladó de Rosario a Buenos Aires, asumo que por mí, y de allí regresó a los pocos meses a Barcelona, asumo que también por mí. Necesito ir recuperando la memoria de tanta vida, esta vez desde el litoral.

Nómade nocturna, Flavia Ricci

Y como este deseo de verte ya, traicionero, me ataca desprevenida por las noches, intento dormir en sitios de casa donde nunca he dormido, como si no tocara descansar, como si distraídamente mis ojos fueran cerrándose de cansancio. Y pasan las horas y vuelven aquellos días una y otra vez apilándose en mi memoria, en silencio. Yo colecciono tus recuerdos, porque no puedo hablar con el pasado. Ese pasado que no pasa, que no quiere pasar. Que no hace honor a su nombre, "pasado".

La noche me ataca con su silencio y todos los kilómetros recorridos no son suficientes para agotarme. Abro los ojos, camino, cierro los ojos, hago que duermo. Llega el amanecer, hago lo que hacen todos. Y por la noche elijo otro lugar de casa, para no decirle a mi cabeza que toca dormir, por si no me hace caso. Tengo que aprender a dejar en el pasado las cosas que me han pasado, como vos. A no confundirlas con mi presente, porque no estás.

Palabras de Amyr Klink


“Um homem precisa viajar. Por sua conta, não por meio de histórias, imagens, livros ou TV. Precisa viajar por si, com seus olhos e pés, para entender o que é seu. Para um dia plantar as suas próprias árvores e dar-lhes valor. Conhecer o frio para desfrutar o calor. E o oposto. Sentir a distância e o desabrigo para estar bem sob o próprio teto. Um homem precisa viajar para lugares que não conhece para quebrar essa arrogância que nos faz ver o mundo como o imaginamos, e não simplesmente como é ou pode ser. Que nos faz professores e doutores do que não vimos, quando deveríamos ser alunos, e simplesmente ir ver”.

20 de agosto de 2012

Al pie de la letra, A. Abós


Después de cada uno de sus viajes, Marco Polo le narraba al
Gran Kan sus itinerarios y le describía las ciudades que ha bía
visitado. Pero esas ciudades no existían. Algunas, como Babilonia,
Nínive, Cartago, habían desaparecido, dejando sólo señales
de los hombres y mujeres que las habían habita do: marcas, incisiones,
cicatrices del deseo y del dolor que allí habían palpitado.
Otras, como Zora, Diorima, Isaura, nun ca habían existido.
Pero al Gran Kan no le importaba, porque para él esas ciudades
a las que el relato de Marco Polo lo transportaba eran reales.