31 de diciembre de 2012

Despedida, Gabriel García Márquez

Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo. 
Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan. Dormiría poco, soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz. Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen.Escucharía cuando los demás hablan y cómo disfrutaría de un buen helado de chocolate!Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto, no solamente mi cuerpo, sino mi alma.Dios mío si yo tuviera un corazón, escribiría mi odio sobre el hielo, y esperaría a que saliera el sol. Pintaría con un sueño de Van Gogh sobre las estrellas un poema de Benedetti, y una canción de Serrat sería la serenata que les ofrecería a la luna. Regaría con mis lágrimas las rosas, para sentir el dolor de sus espinas, y el encarnado beso de sus pétalos... Dios mío, si yo tuviera un trozo de vida... No dejaría pasar un sólo día sin decirle a la gente que quiero, que la quiero. Convencería a cada mujer u hombre que son mis favoritos y viviría enamorado del amor.A los hombres les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse!A un niño le daría alas, pero le dejaría que él solo aprendiese a volar. A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido. Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres...He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada. He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre.He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse. 
Siempre di lo que sientes y haz lo que piensas.Si supiera que hoy fuera la última vez que te voy a ver dormir, te abrazaría fuertemente y rezaría al Señor para poder ser el guardián de tu alma.Si supiera que esta fuera la última vez que te vea salir por la puerta, te daría un abrazo, un beso y te llamaría de nuevo para darte más.Si supiera que esta fuera la última vez que voy a oír tu voz, grabaría cada una de tus palabras para poder oírlas una y otra vez indefinidamente.Si supiera que estos son los últimos minutos que te veo diría "te quiero" y no asumiría, tontamente, que ya lo sabes.Siempre hay un mañana y la vida nos da otra oportunidad para hacer las cosas bien, pero por si me equivoco y hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuanto te quiero, que nunca te olvidaré. El mañana no le está asegurado a nadie, joven o viejo. Hoy puede ser la última vez que veas a los que amas. Por eso no esperes más, hazlo hoy, ya que si el mañana nunca llega, seguramente lamentarás el día que no tomaste tiempo para una sonrisa, un abrazo, un beso y que estuviste muy ocupado para concederles un último deseo. Mantén a los que amas cerca de ti, diles al oído lo mucho que los necesitas, quiérelos y trátalos bien, toma tiempo para decirles "lo siento", "perdóname", "por favor", "gracias" y todas las palabras de amor que conoces. Nadie te recordará por tus pensamientos secretos. Ten la fuerza y sabiduría para expresarlos. Demuestra a tus seres queridos y amigos cuanto te importan.

10 de diciembre de 2012

Todas mis voces: solamente vos, Flavia Ricci

"Cuando se fue de la pieza era casi de madrugada, 
y yo ya ni sabía llorar" 
(Rayuela, J. Cortázar)




Lloré aquella noche cuando sentí que los mares, todos mis mares, golpeaban contra las piedras sin freno ni dirección. Lloré cuando pasaban las diapositivas de todo lo que quería hacer, con una persona, con esa persona, con ella. Lloré sumergiendo mi cara en la almohada y pensando "por fin la encontré", porque sabía que era la persona buscada, perdida, por fin hallada. Lloré por su presencia, lloré previendo su ausencia, lloré por si alguna vez no estaba en mi vida y, en definitiva, lloré pensando lo que la necesitaba. Repentinamente me enfrenté al significado de encontrarse, de aferrarse, de fundirse. Lloré cuando vi los vasos, besos y sábanas del pasado irse en retirada para siempre. Lloré sintiéndome tan pequeña y vulnerable como para permitirme elegir. Elegir a una persona, a esa persona, a ella. Todos los mares, mis mares, todos los fuegos, mis fuegos, todos los deseos, mis deseos. Todos los amores, en un solo amor. Quizás por eso es que me atravesó esta certeza que me dejó ciega y muda, tan solo con una emoción que venía de muy dentro, de mucho tiempo atrás. Y que me decía que por fin, nos habíamos encontrado.

6 de diciembre de 2012

Muro, Flavia Ricci

Hizo un gran esfuerzo por tejer una relación conmigo. No le gustaba la palabra construir, siempre hablaba de redes. Quizás con el tiempo vea mis esfuerzos como pocos o insuficientes y los suyos muchos y grandes. Lo cierto es que yo era incapaz de ser puente, era un muro. Un muro frente al cual no se podía dialogar, ni convenir, ni consensuar. Releyendo sus palabras supe que le di confianza como nadie, que salió de su descreída vida amorosa, que caminó de mi mano porque yo, aunque completamente insegura de estar con él y sin apostar mucho por la relación, sí quise ayudarlo. Y eso fue real. Real como aquello que me dijo, que después de Barcelona todo había sido una ficción de mi parte, que se había roto todo, aunque yo continuara. Continué para ayudarlo a ser mejor persona, para darle un empuje, para que aprendiera a caminar y se preparara, en lo posible, para hacerlo sin mí. Quizás, probablemente, tendría que haber pactado con él una amistad, pero su intelecto, sus ojos claros, su compañerismo me pudieron. Sus palabras me llevaban por laberintos de donde no quería salir. Y quizás, entonces, no me quedó otra opción que ser una mala pareja para que se despegara de mí, para no volver más, ni siquiera como amigo. Mal asunto. No debí transitar ese camino. Pero ¿cómo iba a saberlo? Si en aquel momento yo era un muro, que no un puente. Un muro incapaz de verse, porque tenía pegado un espejo. Donde miraba a los demás, con tal de no verse. Muro amurallado, muro impenetrable. Muro al fin.

4 de diciembre de 2012

Otro adiós, Flavia Ricci

Con la misma sonrisa de la primera vez que te vi, te miré. Venías a despedirte, y yo quería decirte adiós. Te abracé, cómo no hacerlo. Y otra vez la separación. Jamás toleré verte partir, pero esta vez era la última, así es que miré tu espalda alejarse por mi calle. Y en un momento te giraste, levantaste tu mano, dibujaste tu mejor sonrisa y me dijiste adiós con los labios, sin pronunciar palabra. Bonito, que te vaya muy bien, bonito.

2 de diciembre de 2012

Déjame sueltas las manos, P. Neruda

DÉJAME sueltas las manos
y el corazón, déjame libre!
Deja que mis dedos corran
por los caminos de tu cuerpo.
La pasión —sangre, fuego, besos—
me incendia a llamaradas trémulas.
Ay, tú no sabes lo que es esto!

Es la tempestad de mis sentidos
doblegando la selva sensible de mis nervios.
Es la carne que grita con sus ardientes lenguas!
Es el incendio!
Y estás aquí, mujer, como un madero intacto
ahora que vuela toda mi vida hecha cenizas
hacia tu cuerpo lleno, como la noche, de astros!

Déjame libre las manos
y el corazón, déjame libre!
Yo sólo te deseo, yo sólo te deseo!
No es amor, es deseo que se agosta y se extingue,
es precipitación de furias,
acercamiento de lo imposible,
pero estás tú,
estás para dármelo todo,
y a darme lo que tienes a la tierra viniste—
como yo para contenerte,
y desearte,
y recibirte!

El misterio de las cosas, Alberto Caeiro


El misterio de las cosas, ¿dónde está?
¿Dónde está él que no aparece
por lo menos para mostrarnos que es misterio?
¿Qué sabe el río y que sabe el árbol?
Y yo, que no soy más que ellos, ¿qué sé de eso?
Siempre que miro las cosas y pienso en lo que los
hombres piensan de ellas,
río como un riacho que suena fresco en una piedra.
Porque el único sentido oculto de las cosas
es no tener ningún sentido oculto.
es más extraño que todas las extrañezas
y que los sueños de todos los poetas
y los pensamientos de todos los filósofos
que las cosas sean realmente lo que parecen ser
y no haya nada que comprender.
Sí, he aquí lo que mis sentidos aprendieron solos:
Las cosas no tienen significación: tienen existencia.
Las cosas son el único sentido oculto de las cosas.
Cuando la hierba crezca encima de mi sepultura.
sea ésa la señal para que me olviden del todo.
La naturaleza nunca se acuerda, y por eso es bella.
Y si tuvieran la necesidad enfermiza de “interpretar”
la hierba verde sobre mi sepultura,
digan que continúo para verdecer y ser natural.

Fuera de lugar, Flavia Ricci

Buscaba un lugar
Diferente del que tengo
Con una persona al lado
Encima
Debajo
Delante
Detrás
Busqué un lugar
Y me moví del mío
De eso se trataba
De estar en otra posición
Pero ese sitio estaba ocupado
O libre pero no era para mí
En cualquier caso
La Dama regresa al casillero de antes
Al lado del Rey
Con los peones delante
Y ese séquito de gente
Que nunca, jamás
Podría sacarla de su sitio
Tranquilo
Calmo
Feliz.


Dragón de fuego, Flavia Ricci

El dragón de fuego despliega casi sin querer sus alas y vuela alto, y lejos, hacia sí mismo. Vuela para ver más allá, vuela para ver la realidad. Y regresa a su refugio con las alas rodeándole el cuerpo para protegerlo, así descansa este dragón. Vuela alto, Al-Taïr, vuela muy alto dragón, lejos de todo y de todos, contigo mismo y tus deseos. Lo ha visto todo, todo lo que ha querido. Ha caído y se ha levantado en su inmediata soledad. Extiende sus alas, intenta llegar, mira hacia arriba y se lanza como un ave rapaz en busca de su presa, que no opone resistencia. Es todo tan fácil, el dragón puede saciar su sed. Y volver a pesar sólo en sí, otra vez en sí mismo, solamente en sí mismo. Un estado cómodo en donde no puede ser cazado. Dragón fuerte, extremadamente intuitivo, perseverante. Mira atento hacia abajo desde su refugio, con las alas rodeándole el cuerpo y dándole calor. Mira nuevamente a los lados, los lados del centro. No es que trastabille, el dragón todo lo acierta. El dragón todo lo aprende. Y por eso es el amo, aunque nadie sepa ni piense jamás en las heridas que conlleva serlo. Eso se queda bien dentro, con el dragón, dragón de fuego.


1 de diciembre de 2012

Miradas, Flavia Ricci

Iba por la calle luego de su última ruptura. La cabeza baja, mirando hacia la vereda no mucho más lejos que por donde andaban sus pies. El ceño fruncido, pensando en todo lo hecho y dicho, en que ya no iba a ser. De repente recordó cuántas personas se habían atrevido, en un acto de generosidad y simpatía, a tomarle delicadamente el mentón y levantarle la cabeza, para unir las miradas. Lo pensó por todas esas veces en que no había sido capaz de mirar a la gente a los ojos, de levantar la mirada, de focalizar. Y fue poco a poco levantando la cabeza y mirando hacia el frente y hacia los lados, queriendo abarcarlo todo, mientras caminaba. Había aprendido, por fin, que mirando hacia abajo no se lograba nada, que esperando que otras personas le levantaran la cabeza para buscarle su mirada tampoco. Pero ir por la vida con la cabeza bien alta, mirando alrededor, eso podía hacer y seguramente haría que en cualquier momento se cruzara con una de esas miradas fulminantes, que ella jamás dejaba pasar. Y volvió a sonreír.


Para ERZ.