1 de diciembre de 2012

Miradas, Flavia Ricci

Iba por la calle luego de su última ruptura. La cabeza baja, mirando hacia la vereda no mucho más lejos que por donde andaban sus pies. El ceño fruncido, pensando en todo lo hecho y dicho, en que ya no iba a ser. De repente recordó cuántas personas se habían atrevido, en un acto de generosidad y simpatía, a tomarle delicadamente el mentón y levantarle la cabeza, para unir las miradas. Lo pensó por todas esas veces en que no había sido capaz de mirar a la gente a los ojos, de levantar la mirada, de focalizar. Y fue poco a poco levantando la cabeza y mirando hacia el frente y hacia los lados, queriendo abarcarlo todo, mientras caminaba. Había aprendido, por fin, que mirando hacia abajo no se lograba nada, que esperando que otras personas le levantaran la cabeza para buscarle su mirada tampoco. Pero ir por la vida con la cabeza bien alta, mirando alrededor, eso podía hacer y seguramente haría que en cualquier momento se cruzara con una de esas miradas fulminantes, que ella jamás dejaba pasar. Y volvió a sonreír.


Para ERZ.

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