27 de noviembre de 2013

Abrazos, Flavia Ricci

Me dijiste que jamás nombraba
y empecé a nombrar
Me dijiste que pocas veces abrazaba
y con vos nunca fueron pocas las veces
Me dijiste que me iba a aburrir
y volé tan alto con vos
Me dijiste que te iba a dejar
y no fue el caso
tantas veces lo intenté
que sobrevuelo en solitario
desde que no estás conmigo
que temo más a tus respuestas
que a mis preguntas
que esperé no verte
más
y sin embargo ahora
ahora que hay un solo ahora
voy a levantar la vista
voy a abrazarte
que es lo que me sale de adentro
como cada vez que te veía
y voy a intentar sonreírte
como en cada encuentro
de días, noches, madrugadas
y repeticiones
La ciudad queda vacía
Con certezas de no verte
Sobrevuelo en solitario
Abrazos pendientes
Te llevás tanto de mí con vos
Tanto
Tanto.
Y yo también quedo un poco vacía
me voy un poco con vos
sin saber a donde
Palabras pendientes
Por hoy no tengo voz.



26 de noviembre de 2013

Cartas a Chepita, Jaime Sabines

“Tengo una gran ternura y un gran deseo de ti. Es inútil buscarte, inútil esperarte, no estás, no llegas. Tengo que escribirte estas cosas cuando quisiera no escribirte ni decirte nada, sino abrazarte y besarte en silencio, y mirarte, y sentirte a mi lado y estar juntos no más, así, todo el tiempo.”

El hilo rojo, Pedro de Miguel

“Le fui a quitar el hilo rojo que tenía sobre el hombro, como una culebrita. Sonrió y puso la mano para recogerlo de la mía. Muchas gracias, me dijo, muy amable, de dónde es usted. Y comenzamos una conversación entretenida, llena de vericuetos y anécdotas exóticas, porque los dos habíamos viajado y sufrido mucho. Me despedí al rato, prometiendo saludarle la próxima vez que le viera, y si se terciaba tomarnos un café mientras continuábamos charlando.
No sé qué me movió a volver la cabeza, tan sólo unos pasos más allá. Se estaba colocando de nuevo, cuidadosamente, el hilo rojo sobre el hombro, sin duda para intentar capturar otra víctima que llenara durante unos minutos el amplio pozo de su soledad”.

Castillos (en el aire), Flavia Ricci

Afinidades
yo creía encontrarlas en vos
vos las habías investigado en mí
antes
Confianza
yo creía que era compartida
vos en cambio la ignorabas
y el castillo crecía solo
casi por inercia
Con dos habitantes
que eran tan extraños
todo lo distante
se transformó en personal
pero aun así
mirándote cara a cara
siempre fuiste una farsa
las coincidencias forzadas
las sonrisas impuestas
tu rabia contenida
tus huidas y regresos
para buscar más farsas
de las que alimentarte
Y aprendí
que mi identidad no estaba a tu lado
que realidad y verdad
casi se peleaban
por el protagonismo 
mientras mi deseo corría desenfrenado
sin que la conciencia pusiera un límite
casi en el borde
o más allá
como en una caída libre
cuando un día
de repente
sin pensarlo
pero de alguna forma sabiéndolo
todo el castillo se derrumbó
como si fueran naipes
cayeron uno a uno
encima de mí
aplastaste con tu verdad
a mí confiada realidad
tus afinidades se separaron de las mías
y por tanto, ya no eran nuestras
mi seguridad a tu lado
fue escepticismo
y hasta la mentira 
se clavó como un puñal
Derrumbaste mis coincidencias
mi confianza
mi proyecto
mi fe
mis ilusiones
mi realidad
mi verdad
Pero
un día también
supe que eras objeto de mi deseo
y como una pieza de puzzle
te quité de mi vida
luego de varias despedidas
hubo una, la mía
que fue para siempre.
De vez en cuando escucho coincidencias
que prometen encuentros
pero camino muy cerca
para que no haya distancias
y para que verdad y realidad
vayan de la mano junto a mí.





Noches tresarroyenses, Flavia Ricci

Noche 1:

Él la siguió a ella, mientras ella lo miró extrañada y le dijo no. Había alguien que la esperaba, y cuando estuvo en sus brazos se quedó pensando en una tercera persona, mientras quien la esperaba se daba cuenta de que, aunque ella regresara a él cada noche, cada día, estar juntos no era sinónimo de encontrarse. Los dos en la cama, espalda con espalda, pensaban algo: él en por qué ella estaba tan ausente. Ella en su amor, distante, real. Solamente uno de los dos podía sonreír.

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Noche 2:

- Estamos distantes físicamente, por eso lo tuyo conmigo es imposible, sentenció ella y sus palabras golpearon duramente el corazón de su interlocutor. Sabía cómo lanzar palabras filosas como cuchillos.

- ¿Distantes? Nos vemos cada día.

- Estamos distantes físicamente porque no hay piel. Porque aunque estemos frente a frente, hay una distancia física insalvable.

25 de noviembre de 2013

La mujer justa, S. Márai

Las almas apasionadas son orgullosas, sufren muchísimo. Usted dice que quiere conquistar el corazón de su marido. También dice que su marido es una buena persona (...), pero tiene un secreto ¿Y cuál puede ser ese secreto? Por eso se debate usted, querida hija, le gustaría averiguar de qué se trata. Pero ¿no sabe que Dios nos ha dado a cada uno nuestra propia alma? Un alma llena de secretos, como el Universo ¿Por qué quiere usted averiguar lo que Dios ha ocultado en un alma?

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- Cometemos pecado cada vez que no nos contentamos con lo que el mundo nos ofrece de forma espontánea, con lo que una persona nos da libremente, es pecado siempre que tendemos una mano ávida hasta el secreto de otra persona (...) Quiere conquistar a su marido ... a pesar de que Dios ya ha dispuesto su vida en la tierra ¿No lo comprende?

- Sufro mucho, reverendo padre (...)

- Pues entonces sufra (...) ¿Por qué teme el sufrimiento? Es una llama que quemará su egoísmo y su orgullo (...) ¿Está usted segura de que su amor y su deseo son tan desinteresados y de verdad merece la felicidad?
 


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De pronto vemos con claridad todo el entramado de la vida: desaparecen entre bastidores personas que creíamos importantes y del fondo en sombras emergen otras de las que no sabíamos nada, pero en cuanto aparecen sabemos que estábamos esperándolas, y ellas a nosotros, en un destino común.


23 de noviembre de 2013

Charlas con Santiago, Flavia Ricci

Y pensaba ayer charlando con Santiago, cada uno frente a un café, en las posibilidades de lectura. Yo, que leo y simultáneamente reflexiono sobre lo leído cuando el texto lo amerita, que reflexión y lectura son partes del mismo proceso, durante la misma y él, que lee hasta el final y a partir de allí va hacia atrás con la memoria recogiendo trozos a tener en cuenta. Yo desgloso paso a paso el texto. Él lo desglosa hacia atrás una vez finalizado apelando a su memoria. La lectura como proceso. Y me quedé pensando que leo al revés de cómo escribo, que escribo todo de repente bajo el imperio de la pasión, como muchos desaconsejan, y quedan textos pequeños y abigarrados que luego complemento en charlas o reflexiones, sin letras escritas que agoté ya. La escritura como proceso. Charlas con Santiago.

22 de noviembre de 2013

Relato de playa con chicas, Flavia Ricci

Atardecía en aquel pueblo con mar, lejos, muy lejos cada una de sus casas. ELLA se encontraba junto a la playa con los ojos cerrados, escuchando cómo iba y venía el sonido de las olas, un poco como su vida, como todo. ella se sentó a su lado y la miró, pero ELLA no abrió los ojos, tan sólo sonrió sabiéndola cerca. Y así se quedaron las dos, cara al mar. El sol iba cayendo, al rato se fueron a preparar algo para comer. Era el día en que todo estaba por escribirse. "Me molesta que las visitas lleguen de otra ciudad un sábado", le había dicho ELLA una vez, por lo que ella siempre llegaba por la madrugada, los viernes, que ELLA consideraba el día en que todo está por escribirse, donde todo está en potencial, adelante, atrás. Donde ELLA podría tomarse el tiempo de descansar más y mejor que el resto de la semana.
Pasó la cena, el vino, una caminata, pasó la noche y llegó la madrugada. Y también llegó la mañana. Y el sol.

- Tratá de acordarte de este momento, de tu sonrisa, tranquilidad, plenitud, cuando dudes si volver a verme o no. Cuando dejes entrar en tu mente todos esos fantasmas que no te dejan ser feliz.

- No sé si he sido tan feliz acá, con vos. Le respondió ella.

ELLA sonrió y le mostró una fotografía de su celular, mientras ella dormía.

- Si podés tener esta misma paz en cualquier otro momento de tu vida, si lo has tenido, si lo tendrás, entonces podrás decirme que no has sido tan feliz en estos días de mar conmigo. Respondió ELLA tranquilamente, con esa media sonrisa que siempre tenía cuando decretaba algo inobjetable.

Y ella calló ...


21 de noviembre de 2013

El momento, Flavia Ricci

¿Cuándo fue el momento en que vos me abrazaste por primera vez?
¿Cuándo fue el momento en que comencé a ser yo quien te abrazaba primero?
¿Cuándo me transformé en la única que abrazaba?
¿Cuándo dejé de ver, por sentir tanto?
¿Cuándo volé tan alto tomando tu mano que no me di cuenta que te arrastraba, que vos no podías volar?
¿Cuándo empezamos a mirar para los lados?
¿Cuándo fue el momento, cuándo?
Porque sí recuerdo la terrible noche en que me di cuenta que todo era un cuento
me quedé esperando
un abrazo
un beso
y vos te diste la vuelta, como cada noche
desde hacía tanto
y ahí me di cuenta.

20 de noviembre de 2013

Columnas, Flavia Ricci

Yo
Que miré a tantos hombres de lado, por encima, debajo y detrás.
Que los vi pasar, permanecer, abandonar, agotarse
Conmigo
Yo
Que los observé segundos, minutos, horas y días enteros
Que creí conocerlos
Que creí decepcionarme
O me decepcioné con ellos
Y sin ellos también
Que bajé la vista para no ver
Ni mirar
Que cerré mis manos
Para que fueran puños
Que permanecí sola
Aun estando con tantas personas
Que sonreí, que disfruté, que reflexioné
Que transité otras aceras, géneros y realidades
Mientras ellos esperaban
Mientras ellos pacientemente esperaban
Mientras ellos contenían
Me contenían, como amigos
Todos esos hombres se levantan
Son columnas fuertes en mi vida
Todos esos brazos, abrazos, sonrisas, silencios y palabras
de todos esos hombres, queridos hombres
columnas de mi vida
Ironías del destino
Tanto alejarme y con las respuestas
frente a mis ojos
en mi ciudad adoptiva
tantas letras, palabras, silencios
Todo lo que ha quedado de aquellos momentos
es una explosión
pequeños trozos de momentos rondan
en órbita alrededor de mi cabeza
los veo pasar
a veces tomo un trocito
a veces lo uno con otro, o con varios
como piezas de un puzzle
y voy construyendo mis memorias
que arden a veces
que duelen otras
que satisfacen
que aman
que gritan
que silencian
que empiezan
o terminan
Los hombres se levantan como columnas
fuertes columnas
sólidas columnas
columnas amigas
a mi alrededor
con seguridad, amor, valentía
todo sentimiento.


11 de noviembre de 2013

Si te digo "ven", Flavia Ricci

Te hablo con mis palabras, te extiendo mi mano 
y te digo "ven"
Te miro a los ojos, te siento cercano
y te digo "ven"
Me temes, me alejo
no centro
hay mucho
sonrío
dudas
y te digo "ven"
con mi mano extendida
mirándote a los ojos
con media sonrisa
sin mucho tiempo
y te digo "ven"
Tienes que venir
tienes que hacerlo
si te digo
"ven"

6 de noviembre de 2013

Continente, Flavia Ricci

Ahora mis emociones vuelan donde sea
Porque ya no te nombro y VOS puede ser cualquier persona
Porque se escapan del continente que era tu nombre y apellido
Cuyo sonido solamente yo era capaz de escuchar
Ahora no es nada, no hay nadie, o hay varias personas
Ahora mis sentimientos remontaron vuelo
Hasta que alguien los llame a todos y cada uno de ellos
Hacia sí
Y tengan un límite
Y el VOS sea uno solo
El que ese nombre y apellido encierre
Y cuyo sonido, bajito pero certero, escuche dentro de mí.




Par, Flavia Ricci

Sos vos
¿yo?
Sí, vos.
Y se dio vuelta, mirando por encima de su hombro.

Sos vos, repetí.
¿yo?
Sí, vos.
No puede ser, me respondió.

Tanta gente, tantas cosas, tantos mundos.
vos
Y tomé su mano, y la miré entre las mías
Y corrimos por una playa anónima y desierta
Y en un momento sentí que corría detrás de mí, aunque no soltara mi mano
Entonces solté la suya, y se detuvo
Yo corrí a la misma velocidad pero ahora sola
Sin mirar atrás
Y tuve la sensación que me miraba allí mismo donde se había detenido
Y que yo necesitaba una mano sobre mi mano, dos manos juntas
Y corrí de ese lugar sin mirar atrás.
A aquel otro sitio, donde alguien va conmigo a la par.


5 de noviembre de 2013

Sal con una chica que lee, Rosemary Urquico

Sal con alguien que se gasta todo su dinero en libros y no en ropa, y que tiene problemas de espacio en el clóset porque ha comprado demasiados. Invita a salir a una chica que tiene una lista de libros por leer y que desde los doce años ha tenido una tarjeta de suscripción a una biblioteca. 

Encuentra una chica que lee. Sabrás que es una ávida lectora porque en su maleta siempre llevará un libro que aún no ha comenzado a leer. Es la que siempre mira amorosamente los estantes de las librerías, la que grita en silencio cuando encuentra el libro que quería. ¿Ves a esa chica un tanto extraña oliendo las páginas de un libro viejo en una librería de segunda mano? Es la lectora. Nunca puede resistirse a oler las páginas de un libro, y más si están amarillas.

Es la chica que está sentada en el café del final de la calle, leyendo mientras espera. Si le echas una mirada a su taza, la crema deslactosada ha adquirido una textura un tanto natosa y flota encima del café porque ella está absorta en la lectura, perdida en el mundo que el autor ha creado. Siéntate a su lado. Es posible que te eche una mirada llena de indignación porque la mayoría de las lectoras odian ser interrumpidas. Pregúntale si le ha gustado el libro que tiene entre las manos.

Invítala a otra taza de café y dile qué opinas de Murakami. Averigua si fue capaz de terminar el primer capítulo de Fellowship y sé consciente de que si te dice que entendió el Ulises de Joyce lo hace solo para parecer inteligente. Pregúntale si le encanta Alicia o si quisiera ser ella. 

Es fácil salir con una chica que lee. Regálale libros en su cumpleaños, de Navidad y en cada aniversario. Dale un regalo de palabras, bien sea en poesía o en una canción. Dale a Neruda, a Pound, a Sexton, a Cummings y hazle saber que entiendes que las palabras son amor. Comprende que ella es consciente de la diferencia entre realidad y ficción pero que de todas maneras va a buscar que su vida se asemeje a su libro favorito. No será culpa tuya si lo hace. 

Por lo menos tiene que intentarlo.

Miéntele, si entiende de sintaxis también comprenderá tu necesidad de mentirle. Detrás de las palabras hay otras cosas: motivación, valor, matiz, diálogo; no será el fin del mundo. 

Fállale. La lectora sabe que el fracaso lleva al clímax y que todo tiene un final, pero también entiende que siempre existe la posibilidad de escribirle una segunda parte a la historia y que se puede volver a empezar una y otra vez y aun así seguir siendo el héroe. También es consciente de que durante la vida habrá que toparse con uno o dos villanos. 

¿Por qué tener miedo de lo que no eres? Las chicas que leen saben que las personas maduran, lo mismo que los personajes de un cuento o una novela, excepción hecha de los protagonistas de la sagaCrepúsculo

Si te llegas a encontrar una chica que lee mantenla cerca, y cuando a las dos de la mañana la pilles llorando y abrazando el libro contra su pecho, prepárale una taza de té y consiéntela. Es probable que la pierdas durante un par de horas pero siempre va a regresar a ti. Hablará de los protagonistas del libro como si fueran reales y es que, por un tiempo, siempre lo son.

Le propondrás matrimonio durante un viaje en globo o en medio de un concierto de rock, o quizás formularás la pregunta por absoluta casualidad la próxima vez que se enferme; puede que hasta sea por Skype.

Sonreirás con tal fuerza que te preguntarás por qué tu corazón no ha estallado todavía haciendo que la sangre ruede por tu pecho. Escribirás la historia de ustedes, tendrán hijos con nombres extraños y gustos aún más raros. Ella les leerá a tus hijos The Cat in the Hat y Aslan, e incluso puede que lo haga el mismo día. Caminarán juntos los inviernos de la vejez y ella recitará los poemas de Keats en un susurro mientras tú sacudes la nieve de tus botas.

Sal con una chica que lee porque te lo mereces. Te mereces una mujer capaz de darte la vida más colorida que puedas imaginar. Si solo tienes para darle monotonía, horas trilladas y propuestas a medio cocinar, te vendrá mejor estar solo. Pero si quieres el mundo y los mundos que hay más allá, invita a salir a una chica que lee.

O mejor aún, a una que escriba.

Juro, Flavia Ricci

La mayoría de las acciones las realizamos por lo menos de a dos. 
Excepto reflexionar, que no sirve de nada si no nos lleva a la acción. 
Y esa acción probablemente será, por lo menos, 
teniendo en cuenta a alguien más.
(Flavia Ricci)

Juro que lo intenté, que me esforcé, que estuve hasta cuando no quería estar.
Juro que te esperé, que te soñé, que solamente pensaba en vos.
Juro que sonreí, juro que estuve allí, lo juro.
Juro que formaste parte de mis días y fuiste responsable de mis alegrías.
Juro que por verte pasé noches en vela, por si ...
Juro que fue duro darme cuenta de que era una ilusión. Y otra vez la canción sonaba en mi cabeza. Y era demasiado.
Juro que no mentí con cada palabra escrita.
Juro que iba a llevarte a volar. Lo juro.

Pero yo, enemiga de los adverbios de tiempo, condenada muchas veces por los verbos y aburrida de los sustantivos pude ver. Que necesito verte tanto que no me basta con esto de verte aunque no te mire. De condicionales sin presentes, de futuros que no llegan y se transforman en pasado a velocidad de la luz.
Juro que hubiera dado todo porque tuvieras al menos un poco de mi constancia. Lo juro. Juro que si te suelto no es porque no te quiera, sino porque así me siento más sola que sin vos. Juro que calaste tan hondo en mis días que no era todo igual. Y por hacer la diferencia te estaré siempre agradecida. Juro que fue duro darme cuenta, que con mi constancia no alcanzaba. Que no sirve comandar a solas un vínculo de a dos. Juro que tuve y tengo fuerzas suficientes, pero mayor es mi inteligencia para decirme que no es lo que necesito. Ojalá mis ausencias te significaran algo como a mí las tuyas. Juro que sí, que me pesan, que me arden por dentro.

Juro que hice lo posible, me conozco.
Juro que fue duro darse cuenta.
Lo juro.
Lo juro.


La importancia de llamar(se), Flavia Ricci

La importancia de llamarse, de nombrarse, de dar entidad a quiénes somos real y verdaderamente.
La importancia de llamarse, de mencionarse, de escuchar el sonido de nuestra identidad en todos sus aspectos.
La importancia de llamarse, de llamarse con la gente que nos acompaña y a la que queremos acompañar, de sentir esa reciprocidad que tiene que ver con dar y recibir. En definitiva, con el compartir. Llamarse, que nos llamen, llamar.
Acudir, encontrarse, encontrarse de verdad, en serio, predispuestos a ese encuentro. Encontrarse, hacer lo posible para que ocurra y, cuando están dadas las circunstancias, dar ese paso venciendo las distancias y encontrarse. Todo tiene su tiempo, y el tiempo no vuelve.
Soltar, soltar a quienes no nos ofrecen esa reciprocidad, ese entusiasmo, esa decisión. Y apostar todo por las personas que están, porque solamente lo auténtico queda en pie. Apostar por lo real, por los abrazos, los besos, las caricias, las sonrisas dormidas y despiertas. Apostar por lo auténtico.
Llamarse, la importancia de llamarse. De encontrarnos con que fuimos capaces, con que fueron capaces quienes están a nuestro lado. 
Eso es lo que he encontrado durante este año en donde aprendí a apostar por lo real, y dentro de lo real por lo presencial. Que aprendí a distinguir realidad de verdad. Que aprendí de la importancia de llamarse, mirar a nuestro lado y enorgullecernos de quienes están ahí, firmes, llamándonos. 


Quizás esto me ha hecho más medida, pero a la vez mucho más focalizada. No he dejado de hacer cosas, sino que he aprendido a hacerlas por aquellas personas que están a mi lado y apuestan por mí. No puedo ni quiero convencer a nadie de hacer cosas, no tengo tiempo para eso. Quiero personas que estén a mi lado sin que las llame. Incluso llamándolas. Quiero ver sus manos extendidas de la misma forma que están las mías. Quiero gente valiente. Quiero gente sana. Quiero gente en paz.
Aprendí finalmente a soltar a quienes no entran en este círculo de bienestar. Aprendí a focalizarme.
Esto es lo que he aprendido durante todo este año.
Esto es lo que trajo consigo noviembre.
Esto es lo que es.