23 de febrero de 2017

Y no quiero que ocurra nada, T. Anguera

Te pienso
y el tiempo se para en algo tan ligero
como el gesto de la marquesa dándome sombra en la tarde.
y crezco
y no quiero que ocurra nada
y no me muevo
y no pregunto
y amo el momento
y todo es calma.

Como en el bolero, T. Anguera

Pronuncias palabras delicadas:
mar, levante, arena, cuerpo, ola…
mis dedos enloquecen,
y las transcriben literalmente
en el paisaje que me muestras.
posteriormente, inventas algún verbo nuevo
y me invade la necesidad de descifrarlo.
la inspiración sale de tu boca.
a toda prisa, como en el bolero,"lo dejo todo"
y voy, sin que tengas que decirme, ven.

You were the moonshine of my life, C. Callejo

Yo quiero ser la luna y renunciar al brillo
para poder tener caras ocultas
en las que refugiarme.
O para que los días alumbren
cada noche mi cuerpo.
Pero también querría ser,
al menos una noche,
la luna para agitar
tus mareas de dentro.
Para poder (ad)mirar la inmensidad
de los mares que guardas
estrellándose sin control sobre las rocas
sabiendo que, de algún modo,
a pesar de la distancia,
esa belleza
también
fue culpa mía.

Si no saben volar pierden el tiempo conmigo, C. Callejo

Le digo que la quiero y me pregunta
"Qué significa eso para ti?"
Yo intento responder.
Pero una bandada de pájaros furiosos
sale volando desde el fondo de sus ojos
directa
a mi garganta.
Y quiero decirle
que quiero esta magia cada día en mi vida .
Y que no soy yo quien tiembla,
sino mi mundo entero
cada vez que me aprieta contra su pecho
en medio de la noche.
Y que no es casualidad
que cuando camino a su lado
el mundo se nos llene de pájaros
que deciden aterrizar en mi piel
porque es cuando me coge de la mano
que la carne se me empieza a llenar de alas.
Y entiendo entonces
que solo puede andar entre las nubes
aquel que sabe volar a ras de suelo.
Y que ella puede.
Y que no existe el miedo si mis precipicios
empiezan a tomar la forma de su cuerpo.
Y quiero decirle todo lo que las palabras no podrán contarle nunca.
Pero la miro.
-Como se mira a lo inalcanzable cuando nos roza por primera vez-.
Y callo.
Porque no hay silencio más hermoso
que este que viene cada noche
a bailar al compás de su respiración
a ras de mi piel
cuando las yemas de sus dedos
buscan mi cuerpo entre la oscuridad
para trazar en él
dibujos imposibles.
Y supongo que no se quedará conmigo,
pero quién quiere futuros
cuando el presente está tan repleto de infinitos.
Cuando su piel aquí.
Llenándome la sábana de plumas.
No hay altura en el cielo que pueda competir con este vértigo.

4 de febrero de 2017

El amor del lobo y otros remordimientos, H. Cixous

Para nosotros, comer y ser comidos pertenece al terrible secreto del amor. Sólo queremos a la persona que podemos devorar. A la persona que amamos sólo soñamos en comérnosla. Es una historia bellísima, la del propio tormento. Porque amar es querer y poder comer y detenerse en el límite. En el mínimo latido entre el brinco y el acecho brota el miedo. El brinco estaba ya en los aires. El corazón se detiene. El corazón arranca de nuevo. Todo en el amor está vuelto hacia esta absorción. Al mismo tiempo, el verdadero amor es un no-tocar, pero casi-tocar de todos modos. Devórame, amor mío, de lo contrario te devoraré. El miedo a comer, el miedo de lo comible, el miedo de aquél de ambos que se siente amado, deseado, que quiere ser amado, deseado, que desea ser deseado, que sabe que no hay mayor prueba de amor que el apetito del otro, que se muere de ganas de ser comido y se muere de miedo ante la idea de ser comido, que dice o no dice, pero significa: te lo suplico, devórame. Quiéreme hasta el tuétano. Y sin embargo arréglatelas para dejarme vivir. Pero a menudo se transpone, porque se sabe que el otro no devorará finalmente, y se dice: muérdeme. Firma mi muerte con tus dientes.