27 de marzo de 2008

Video de Vai Valentina, Ornella Vanoni

ahhhhhh ... la sangre italiana ....

Vai Valentina, Ornella Vanoni

Oh, valentina
gambe lunghe per ballare
oh, Valentina
ogni ballo un grande amore
cocca, polpa di albicocca
che ti da’ con tutto il cuore
oh, Valentina
che prima gioca e poi ci muore

è Valentina
tutta occhi come il mare
tutta bambina
e tutta seni da torturare
ora dice che lavora
e che ci ha messo una croce su
no, Valentina
non ti riconosco più

corri, corri come un gatto
dal tuo letto alla fantasia
corri come la tua amica matta
dalla luna a una nuova bugia
e corri corri come corre il vento
che se la gonna te la strappa una spina
ahi, Valentina

è una rosa o chi lo sa
vai Valentina
ma che differenza fa?
e allora corri corri come un ladro
che ha rubato un libro di poesie
corri corri che ti manca un metro
per salvare le tue unghie e le mie
e allora corri corri corri corri
che se la pelle te la strappa una spina
ahi, Valentina
pensa che era naturale
era un ti amo
una carezza venuta male

l’altra mattina l’ho trovata in un caffè
lacrime calde
su tre fette di saint’honoré
vedi vedi che sorridi
che non si impara a far l’amore
no, Valentina
con la tessera del dolore

e allora corri come una gazzella
che non vuol finire in mezzo ai trofei
corri corri che ti basta un nulla
per salvare i tuoi segreti e i miei
e allora corri corri come il vento
che se la gonna te la strappa una spina
ahi, Valentina
è una rosa o chi lo sa
vai, Valentina
ma che differenza fa?
e allora corri corri come un sogno
fuori strada e fuori sintonia
corri corri come corre il tempo
che ti da’ un minuto e dopo va via
e corri corri come corre il lampo
che se la pelle te la strappa una spina
ahi, Valentina
pensa che era naturale
era un ti amo
una carezza venuta male

corri corri come corre il lampo
che se la pelle te la strappa una spina
ahi, Valentina
non è il dramma che pensi tu
era un ti amo
e dopo non ti amo più.

La lección de anatomía, Flavia Ricci

Cierto día, Nina se dispuso a contarle a su hija, después de tanto tiempo, quién era su padre y cómo ella había nacido. No era tarea fácil. Debía rememorar uno tras otro sus romances para entender bien lo que pasó. Pero a su vez, era tan escurridiza su cabeza, tan movedizo su corazón, que no atinaba a enumerar a todos sus amores y amoríos. De todas formas su hija se lo había pedido. Y Nina sabía que ella, Lola, era su debilidad. 
Su primer amor fue Martín ... un chico aparentemente como todos los demás. Pero no así para Nina. Se conocieron en una fiesta, se gustaron mutuamente, se siguieron conociendo más y más, hasta que decidieron pasar a conocerse de otra manera, lo que se denomina realmente conocimiento mutuo, que no depende del tiempo que uno lleve junto al otro, sino de las sutilezas de dar y darse, que no todos distinguen.
Y de ese gran amor, Nina dio a luz "El día que te conocí", un libro en forma de novela cuyos protagonistas eran justamente ella y Martín. Nunca más se vieron, pero ambos sabían que así lo habían decidido al conocerse: nada de compromisos. De modo que Nina depositó su primera novela en la biblioteca, como testimonio de su primer amor. Y así se resignó, entre sorprendida y angustiada, a mirar día tras día ese libro del que ella era responsable de por vida.
Después, no tan después, llegó Leo. Y con él sucedió lo mismo que con Martín. Y de la misma manera engendró un libro. Pero esta vez, era una gran obra de teatro. No sólo porque su entonces novio era un gran dramaturgo, sino porque ella para ese entonces también había incursionado en el teatro. Era lógico.
Y a Leo le siguieron Alejandro, artífice de "Cómo tener una vida perfecta", típico producto de un libriano de octubre, que nunca supo qué es la espontaneidad, Javier y Gabriel, y Gustavo, y Fede, y ... (¿Cómo recordarlos a todos?). 
Al que sí podía recordar fácilmente era a Matías. Gracias a su relación él había podido descubrir su vocación: gastronomía. De manera que después de haber dado a luz a su hijo, era el vigésimo más o menos, lo llamaron "Cocina diet para la mujer y el hombre de hoy". Y a él le siguieron "Kant murió en Argentina", "Sea una imperceptible infiel", "Guía práctica para no perderse en Buenos Aires", "La historia de Roma", "Los etruscos y yo", etcétera, etcétera ...
Pero llegó un momento en que Nina se dio cuenta que de seguir así, no sólo terminaría saturando toda su casa con libros-hijos de sus ex-amores, sino que algún día la sorprendería la muerte sin haber dado a luz a un ser humano. ¿Sería el castigo lógico por ser una amante de los libros? No lo creía. 
Había tropezado una y otra vez creyendo haber dado con el hombre ideal. También había deambulado por relaciones tan efímeras como arriesgadas. Relaciones llenas de clandestinidad y aventura. Pero de igual forma que sus noviazgos, habían terminado en libros y más libros.
Hasta que una mañana de julio, caminando tranquilamente por Salguero, lo vio y se decidió a seguirlo, furtivamente, hasta donde él se dirigiera ... Lautaro no se dio cuenta de que lo seguían. Entonces Nina se acercó y conversaron. Y se dejaron sus teléfonos y prometieron llamarse al día siguiente. Y así fue. Y cuanto más se conocían, más estaban seguros los dos de que su destino era estar juntos.
Y después de haber compartido tantos momentos, tantas calles transitadas en la ciudad, tantos cines y tantos viajes, se unieron de tal forma que ya nada ni nadie podría separarlos. Se unieron sin sentirse atados ... Aprendieron a estar cerca, a veces sin estar juntos ... Por fin se encontraron.
A pesar del trajín del tabajo, del bullicio que envuelve, inexorable, la ciudad, de sus activas vidas amorosas pasadas: ahora era distinto. Todo lo anterior era un pretérito imperfecto en todos los sentidos. Pasado. 
Y después de 9 meses de amor, desvelos, temores y expectativas, nació ella, su hija ...

- ¿Te das cuenta, Lola? Después de tanto tiempo de esperarte, naciste vos. Tu papá y yo saltábamos de alegría. Yo había dado a luz, finalmente, a una personita. Y esa personita era lo más preciado que teníamos él y yo. NUESTRA HIJA. ¿Qué más le podía pedir yo a la vida? Finalmente entendí que todas mis relaciones pasadas con hombres que hoy me cuesta recordar, habían sido entregas parciales de mí. Les había dado mi intelecto a algunos, mi cuerpo a otros, pero con ninguno llegaba a conformar una persona. Y sin embargo con Lautaro sí. Había sido una verdadera "lección de anatomía". Sí, mi vida había sido hasta ese momento sólo eso.


Flavia Ricci
13-11-1996


7 de marzo de 2008

Me voy, Julieta Venegas

Porque no supiste entender a mi corazón
lo que había en el,
porque no tuviste el valor
de ver quién soy.

Porque no escuchas lo que
está tan cerca de ti,
sólo el ruido de afuera
y yo, que estoy a un lado
desaparezco para ti.

No voy a llorar y decir,
que no merezco esto porque,
es probable que lo merezco
pero no lo quiero, por eso...

Me voy, que lástima pero adiós
me despido de ti y me voy,
que lástima pero adiós
me despido de ti.

Porque sé que me espera algo mejor
alguien que sepa darme amor,
de ese que endulza la sal
y hace que salga el sol.

Yo que pensé, nunca me iría de ti,
que es amor, del bueno, de toda la vida
pero hoy entendí, que no hay
suficiente para los dos.

No voy a llorar y decir,
que no merezco esto porque,
es probable que lo merezco
pero no lo quiero, por eso...

Me voy, que lástima pero adiós
me despido de ti y me voy,
que lástima pero adiós
me despido de ti.

5 de marzo de 2008

Esperando, Al-Taïr


No hay como los viernes cuando va cayendo el sol. Es como si todo aun estuviese por escribirse, y aun no hay tiempo de reproches ni de éxitos, ni de fracasos. El mejor momento es aquel en el que sabemos que estamos esperando, pero esperando con una certeza de que lo que queremos que ocurra ocurrirá. Llegamos a casa con una botella de buen vino tinto, ponemos música suave, encendemos velas en el baño con un incienso y nos metemos en la bañera cuando el agua está a punto. Cerramos los ojos y sin mirar el reloj sabemos con certeza que llegará ese momento, sonará el timbre y él habrá llegado. Él, que no sólo indica un hombre sino a "ese" hombre. Suena el timbre, abrimos, en la mesa hay velas, dos copas y el vino, quesos, salmón rosado. El mejor momento de mi semana es ese: en el que todo está por escribirse hacia el fin de semana, en el que aun queda la noche del viernes, virgen, y las otras dos un poco más desgastadas del final. Allí donde hay mucho que contar, porque hay mucho de ausencia y necesidad de presencia. Allí donde hay miradas, abrazos, palabras. El mejor momento es ese en el que quisiera que el tiempo se detuviera, el famoso tiempo que dicen que todo lo desgasta, pero no me lo termino de creer. El mejor momento es ese en el que degustamos un brie escuchando Enzo Enzo y bebiendo un Ruca Malen bien patagónico. El mejor momento es ese en el que echamos la cabeza hacia atrás sobre el sofá y parece que todo gira de la emoción. El mejor momento es ese en el que aun hay tiempo para hacerlo bien. El mejor momento es ese, los viernes por la noche mirando el verde desde mi ventana, sentada en el suelo, esperando ... a esa persona que sé que llegará.

180 grados, Al-Taïr

Miro el péndulo moverse de lado a lado, 180 grados. Pasa de un punto a otro, 180 grados. A veces me quedo pensando, de postura a postura, de estilo a estilo, de ciudad a ciudad: 180 grados. Y no, no creo en los péndulos, ni en los 180 grados. Me quedo pensando. 180 grados en los que hay mucho guardado. 180 grados de presión. 180 grados de calor. 180 grados de nada. 180 días. 180.

3 de marzo de 2008

La repetición de los días, Al-Taïr

Una vez mi madre me dijo que le gustaría regresar de vacaciones a Necochea al año siguiente. O mejor dicho creo que me comentó con total certeza que lo haría. Pensé que yo jamás había podido planear algo de un año al otro con mis parejas. Mejor dicho, quitándole la parte de “planear”, ni siquiera había podido tener más de un año la misma pareja. Lo mío se había transformado en un dinamismo forzado, a veces forzoso. Y ya no me valía aquello de “yo fui quien lo dejó”, a modo de trofeo, porque me daba igual quien fuese.
Me quedé pensando en aquello de repetir. Pero no esas repeticiones de las que una se aburre (y es la primera causa de cualquier cosa que una quiera hacer por fuera de la pareja). Yo quería repetir y, valga la repetición, quería repetir con el mismo, que es como una repetición al cuadrado. Quería volver a apostar por alguien, y quería que esa apuesta se renovara una y otra vez con la misma persona.
Una vez encontré a alguien con quien realmente quise apostar (y aposté) y quise repetir. Esto último no me salió tan bien, porque a los pocos meses me di cuenta que lo único repetido en mi vida eran las rupturas. Y “lo dejamos”, como suele decirse para compartir responsabilidades.
En mi caso debo decir que él me dejó al tercer día de conocerme (o desconocerme) y yo lo dejé a él por soledad. Por sentirme sola y no poder apoyarme (en él) cuando hubiese querido (vamos, aunque sea cuando él también lo hubiese deseado). Salió ileso en su defensa, que fue impecable. Él no tenía la culpa de nada y allá yo con mi decisión. Claro, olvidaba que a excepción de los demás, yo era la que le había pedido ayuda una y otra vez. Y hay diversos tipos de pedidos: yo estaba acostumbrada más bien a esas ayudas de par en par, espontáneas, del tipo de las de mi mamá. Sé que somos más propensas las mujeres que los hombres, es cierto, pero vaya, no creo y jamás he creído que para que alguien te ayude sea imprescindible llorar. Si tenía que llegar a esa etapa del pedido era mejor darme cuenta que no me valía lo de esa pareja (al menos él no me valía).
Una vez, muchos años después, desperté angustiada en la cama. Y mientras intentaba calmar mi respiración unos brazos enormes y masculinos me abrazaron. Después también vendría el diálogo y la interpretación que él me tenía preparada ante mi estado de inseguridad permanente. Ya había perdido la cuenta de las repeticiones y de si funcionaría, pero fue uno de mis mejores despertares por esta ciudad.

2 de marzo de 2008

Las olas de Buenos Aires, Al-Taïr

Releerte, repensarte y saber que vueles lo que vueles y vuele lo que vuele allí estarás, allí estaré. Mitad casualidad, los mismos años, mitad decisión que aun hoy de todas formas cuestionamos al destino, que en cierta forma se nos escapa. Si no puede ser presencia, entonces será pensamiento. Tanto o más fuerte que verte, que observarte. Imaginarme que me entiendes y preferir el silencio. Elegir escapar a las miradas y dejar de buscarnos, por temor a encontrarnos como siempre, como nunca. Desistir, tristemente desistir. Pero qué va, las olas van y vienen, un poco como nosotros dos.