30 de agosto de 2006

Pequeño Fontanarrosa Ilustrado

La Contratapa de Pagina/12 de hoy:

- Los libros “Hay un tema que yo he dicho en muchos casos y que puede sonar provocativo en una feria del libro, pero les voy a explicar desde mi punto de vista cómo yo elijo un libro. Ustedes lo toman como quieran, pero yo les voy a decir qué condiciones tiene que tener un libro para que yo lo elija.”

“Primero y principal no tiene que ser un libro gordo. Un libro gordo me parece un abuso de confianza del autor hacia mi tiempo. Es como si aparece alguien y me dice: ‘Quisiera hablar con vos, tenés dos semanas libres...’. ¿Cuál es el lazo de confianza que me une a ese escritor para que durante dos meses yo me vaya a la cama con él y su libro?”

“Segundo, y lo va a comprender la gente que ya tiene cierta edad, y no es por la madurez: tiene que tener letra grande. Hay escritores que escribían con letra muy chiquita, y ya a esta altura del campeonato ese esfuerzo es excesivo.”

“Otra cosa: tiene que tener espacios en blanco. Si abro un libro y veo un masacote negro, como si fuera un amontonamiento de hormigas, yo digo: ‘¿Por dónde entro al texto?’.”

“Otra alternativa: fíjense en capítulos cortos. Ustedes mismos se van a dar cuenta de la sabiduría del cuerpo humano: usted está leyendo un libro y de repente observa que sin darse cuenta su mano derecha va buscando las páginas hasta llegar a un capítulo.”

“Otra cosa que me interesa también es que tenga diálogos, porque a mí me gusta escuchar a los protagonistas. Antes pasaba en algunos diarios, porque ahora el género del reportaje es mucho más fluido, que hacían un reportaje y decían: ‘Estuvimos en la casa del afamado escultor fulano de tal, y nos dijo que está pensando en hacer una escultura que representa a un caballo comiendo una codorniz’.”

“Yo digo: dejalo hablar al escritor, qué te metés en el medio. A mí con los libros me pasa eso. Y si están bien escritos mejor, pero siempre préstenle atención a esas consideraciones.”

- Los amigos “Es placentero y descansado encontrarse a las ocho de la tarde con los amigos en El Cairo o en algún boliche, porque a los amigos, a los verdaderos amigos, no hay por qué darles pelota. Si un amigo te dice: ‘Fui a ver una película iraní’, yo le digo: ‘Dejáme de romper las pelotas’.”

- Los estudios “Yo desde mi ignorancia me hago una pregunta: ¿por qué los chicos se tienen que levantar tan temprano para ir a la escuela? Gardel se levantaba a las ocho de la noche. Y fue Gardel. (...) Les voy a contar que estuve en Córdoba, donde me dieron el Doctor Honoris Causa, lo que indica lo mal que está la educación argentina. Imagino la desolación de los estudiantes que estudian ocho horas diarias y ven que a un tipo como yo le dan el Doctor Honoris Causa. Yo no terminé el tercer año de la escuela secundaria. Y no levanto como bandera el ser un ‘salvaje ilustrado’; digo que no terminé la escuela porque desde el comienzo sostuve una batalla desigual contra las matemáticas. Desigual por la simple condición de superioridad numérica de ellas. Los números son millones, y yo era uno solo. Yo fui a lo que era el Politécnico y me acuerdo de aquellas épocas de estudiantes, con todas las expectativas..., ¡qué horrible que era eso! Para mí era un espanto, similar a lo que me ocurrió no hace mucho, que tuve que hacer una dieta ayurveda de vegetales.”

- La lectura “Siempre he ligado la lectura con el placer. Siempre he sido un lector vago. Y repito otra consideración que pasará al mármol: creo que casi todos los grandes logros y avances de la civilización se debieron a la vagancia. O sea, el tipo que inventó la rueda es porque no quería caminar más. Y después de la rueda, el otro invento maravilloso, que ha hecho dar un salto cualitativo y cuantitativo a la humanidad, es el cambiador del televisor. Volviendo a la literatura, no entiendo el esfuerzo por leer, cuando uno se encuentra con tantos libros que los empieza y no los puede dejar, se siente atrapado por los libros, quiere terminarlos y está feliz mientras los lee.”

- La relación autor-personaje “Sé que algo mío hay dentro de Boggie e Inodoro Pereyra; es más parecido a mí y a cualquiera, porque es un antihéroe que a veces reacciona bien, a veces reacciona mal, es temeroso. Más temeroso es Mendieta. Pero hay algunas cosas mías en esos personajes. Incluso en Eulogia, pero eso lo vamos a hablar en otro momento.”

- Los nuevos medios de comunicación “Con los mensajes de texto estamos muy susceptibles. Yo me acuerdo de los telegramas. A nadie se le ocurrió decir que ese invento estaba arruinando el lenguaje. Está la gente que dice enfadada que no le gustan los shoppings. Y, no vayas querido, cuál es el problema. Si no, es muy fácil pegarle a la televisión, que a mi juicio es un invento maravilloso. Y repito, si solamente hubiera sido creado para transmitir fútbol ya estaría largamente justificado. Ahora, como todas estas cosas, como la historieta, es un instrumento. Si alguien me escucha a mí tocar el piano, dirá que el piano es un instrumento nefasto. Ahora, si lo escucha a Richard Clayderman, por ejemplo, dirán que es un instrumento sublime. Con la televisión pasa lo mismo. Ahora, estoy de acuerdo con que se usa un vocabulario bastante pequeño, y en ese aspecto la lectura te da más posibilidades de expresarte. Para mí la lectura siempre ha sido un placer. Hay muchísima información, e imperceptiblemente uno va ganando una vastedad de lenguaje, y aparte es una compañía formidable. Se puede vivir perfectamente sin leer un libro. Creo que más de las tres cuartas partes de la población mundial jamás ha leído un libro. Pero, entre una cosa y otra, prefiero leerlos.”

* Extractado de la extraordinaria charla abierta que brindó el escritor y humorista en la Feria del Libro de Rosario.

La Reina del Plata, Flavia Ricci


Hombres que ladran, Flavia Ricci


Los hombres que ladran andaban sueltos, y salieron todos en una semana: uno que con indiferencia y una complicidad de lado, pasó de la situación e hizo de Mendoza un terreno neutral. Otro que quería reclamar unos derechos que siempre se encargó de torcer, bien de lado, por arriba y abajo, hasta que quedaron enterrados, como su imagen. Uno que se encargaba en enrollarlo todo, liarlo una y otra vez, hasta quedar en un soliloquio del que, creía ella, no podía salir más que con la ayuda de otras ellas. Y por último, aquel que era el hombre avestruz, que no aceptaba una crítica y mucho menos reconocía un error. Ladraban, todos juntos, todos a la vez, de diversos flancos. Pero ella se relajó, miró su cama de dos plazas, su ordenador, su música étnica, su casa y encontró nuevamente su hogar. Ladraban, y ella no pudo evitar sonreír, aunque sus hombres le causaban muchas veces agobio. Ladran, Sancho, señal que cabalgamos. Miró a un lado, miró al otro, no sabía qué había de frente, pero avanzó tranquilamente por su Buenos Aires.

La de la eterna primavera, Flavia Ricci


Medellín está encerrada por dos brazos de montañas. Un abrazo topográfico que nos encierra a todos en un mismo espacio. Siempre se sueña con lo que hay detrás de las montañas aunque nos cueste desarraigarnos de este hueco; es una relación amor y odio, con sentimientos más hacia una mujer que hacia una ciudad. Medellín es como esas matronas de antaño, llena de hijos, rezandera, piadosa y posesiva, pero también es madre seductora, puta, exuberante y fulgurosa.
El que se va vuelve, el que reniega se retracta, el que la insulta se disculpa y el que la agrede las paga. Algo muy extraño nos sucede con ella, porque a pesar del miedo que nos mete, de las ganas de largarnos que todos alguna vez hemos tenido, a pesar de haberla matado muchas veces, Medellín sigue ganando
(Rosario Tijeras, Jorge Franco Ramos, Ed. Planeta, Buenos Aires, 1999).

Barcelona, amor meu (II). Flavia Ricci



28 de agosto de 2006

¿Amenaza de qué?, Flavia Ricci

Asociación libre (y no tanto) del titular de El País y la fotografía. Hace unos años estuve en Canarias y no creo que haya cambiado ese paraíso.

Once upon a time

Los lados del centro, Flavia Ricci


Siempre andaba por la vida mirando a los lados. Iba así por la vida, mirando a un lado, mirando al otro, cuando había cosas de frente. En lugar de mirar de reojo todo lo que estaba a su lado, miraba de reojo lo que tenía delante, y hacía foco en sus flancos. Iba así por la vida, con los brazos abiertos cogiendo todo lo que pudiera para que hiciera centro, allí en su corazón, en su cuerpo. Se sentaba en el café de las despedidas de Juramento casi Cabildo y miraba a un lado, al otro. Ella se lo había dicho en Barcelona, primero creyendo que tenía un problema en los ojos que le impedía fijar la mirada en quien le hablaba, después preguntándole directamente por qué, por qué no miraba lo que tenía delante. Su problema era justamente ese, que muchas veces no quería mirar lo que tenía delante, para bien o para mal. Iba mirando a los lados, con los brazos abiertos y una sonrisa franca. Sonrisas, libros, cine, teatro y mucho Buenos Aires. Lo que había allí, justamente allí, de frente, no podía (o no quería?) verlo. Hasta que, de un día para el otro, desaparecía. Ella, de todas formas sabía que sus flancos eran el plural, mientras que su centro era singular. Y por ello, seguramente, siempre iba por la vida mirando a sus lados.

26 de agosto de 2006

Rosario Tijeras


Como a Rosario le pegaron un tiro a quemarropa mientras le daban un beso, confundió el dolor del amor con el de la muerte. Pero salió de dudas cuando despegó los labios y vio la pistola. (Rosario Tijeras, Jorge Franco Ramos, Buenos Aires, Ed. Planeta, 1999)

PS: la peli se estrena en Argentina en breve.

24 de agosto de 2006

Serás mamá. O no serás nada

Chicuelos, chicuelas: un interesante artículo del último número de La mujer de mi vida. Que lo disfrutéis ... saludos desde Mendoza.



Nada de mamaderas, batitas o fotologs que actualicen día a día la metamorfosis del recién nacido. El mentado instinto maternal ya no es lo que era. O tal vez siga siendo lo que siempre fue, pero ahora las mujeres que no quieren tener hijos se animan a llevar esa decisión al terreno de la realización. No están solas.

Muchas parejas consideran que los hijos no son un proyecto tan interesante ni atractivo y cada vez son más los que optan por no procrear. Sin embargo, las mujeres que no quieren ser mamás, siguen soportando una condena social mal disimulada. ¿Una cuenta pendiente? ¿Con quién?

Algo es seguro, las que no quieran vástagos tendrán que explicar por qué, mientras nadie les pedirá razones a quienes ansíen descendencia. La maternidad es un hecho naturalizado, goza de una valoración social positiva y culturalmente custodiada: resulta disruptivo que alguien quiera renunciar a ella. ¿Por qué las mujeres resignarían el "privilegio" de ser madres? Tal vez porque ya no lo consideran precisamente un privilegio.

Mi mamá me mima
La maternidad como destino: ese es el mandato. La mayoría de las mujeres no se plantean si van a ser madres porque el interrogante no tiene asidero. El presupuesto es uno sólo: van a tener hijos. No importa cuándo, ni que nunca hayan reflexionado al respecto: van a ser madres. Sin embargo, decidir lo contrario puede dar lugar a un abanico de variantes infinitamente más tentadoras. Que la maternidad sea una alternativa a evaluar y no la única a seguir, resulta un gran alivio para muchas. Ser madre no es un deseo universal e irrefrenable compartido por todas las mujeres (sería sospechoso tamaño consenso deseante). Si así fuera, no seríamos individuos con diferentes apetitos y ambiciones sino pura reducción fisiológica, mero determinismo biológico. No habría una multiplicidad de mujeres, sino una única y mítica "mujer" (con mayúsculas si es madre, con minúsculas si no lo es)

El feminismo lleva décadas advirtiendo que el rol materno continúa naturalizado en nuestras sociedades en función de la hegemonía patriarcal, como forma de dominación tanto ideológica como cultural. Ser madre es un rol social asignado a priori y cuando una mujer manifiesta que probablemente no vaya a tener hijos, suenan voces de alerta. Amigos y familiares no se resignan. "Ya te va a llegar", vaticinan. La mayoría supone que se trata de posturas temporarias: si tienen poco más de 30, todavía hay tiempo para que se arrepientan y anuncien un buen día que están en sus nueve lunas. Hasta los más progres, los más modernos, los mejor plantados ideológicamente encuentran su límite. Están de acuerdo con la igualdad de oportunidades para los sexos, son defensores fervientes de la participación de la mujer en todos los aspectos de la vida pública y hasta creen que lo que llamamos feminidad tiene menos que ver con la naturaleza que con lo socialmente construido. Y sin embargo, al escuchar que sus amigas no desean tener hijos, empiezan a angustiarse sinceramente por su futuro. Aunque racionalmente pueden argumentar en contrario, íntimamente desean que sean madres. El mayor temor, el gran fantasma que sobrevuela la defensa de la maternidad, es la soledad. Si no tienen hijos, ¿qué van a hacer cuando sean mayores? Suponer que van a continuar apegadas a los mismos gustos y manías que las acompañaron durante décadas no resulta válido ni suficiente para los oídos preocupados. Es la nueva versión de la compasión hacia la solterona pero ya no porque le falte pareja (muchas la tienen y no quieren hijos) sino porque van a perderse la experiencia de la maternidad. No creen que logren vivir plenamente si no tienen hijos. Entonces empiezan las sonrisas, los guiños, las toses roncas, los "quien te dice, después cambias de idea". No les creen.

Memorias de una joven formal
El mes pasado, una norteamericana ingresó al libro Guinness por ser la madre más añosa registrada hasta el momento: habiendo sido madre a los 30, volvió a dar a luz a los 59 (fueron mellizos). Los diarios cubrieron la noticia y celebraron el "milagro" (que no tuvo jurisdicción celestial sino óvulos donados y fecundación in vitro de por medio). Ahora, quienes duden acerca de su vocación maternal ya no deberán leer El segundo sexo de Simone de Beauvoir. La ciencia avanza a zancadas para burlar al cucú biológico, cuidándose de resguardar intacto el paradigma natalista: se puede demorar todo lo posible la maternidad siempre y cuando no se renuncie a ella.

La identidad femenina descansó durante siglos en el mito de la diosa madre, mujer fértil-tótem sagrado, garantía de fecundidad. Incluso hoy, no basta con ser mujer, hay que ejercer como tal, y la maternidad es el ejercicio femenino por excelencia.

Mientras tanto, para muchas, los adormilados instintos maternos continúan hibernando: los niños les resultan maravillosos e irresistibles, siempre y cuando no dependan de sus cuidados para desplegar sus encantos. Y aunque parece que para las primerizas la maternidad se reduce a lidiar con bebés rozagantes y suaves redondeces, los hijos son pequeños la menor parte del tiempo: querer tener un hijo es desear, entre otras cosas, vivir de aquí a 12 años con un adolescente en tu casa (y mirá si encima le gusta el rock nacional). Como dice Woody Allen, los niños son demasiado jóvenes (la salida del colegio y las mamás de los compañeritos pueden producir urticaria).

¿Serán en el futuro viejas resentidas por no haber tenido hijos? No habría por qué suponerlo. Dentro de sus prioridades, un hijo no es candidato a ocupar el primer puesto. Sin embargo, el mandato taladra, horada, angustia. No es tan fácil. Como mujeres, lo mejor sería ser padres. Ellos tienen toda la vida para decidirse y si finalmente no eligen la paternidad, nadie les va a exigir que se realicen "como varones". Lo que hayan logrado en la vida bastará para que los hijos no resulten indispensables en el balance final. El "instinto paterno" no es igualmente valorado. Para las mujeres, la profecía es otra: "Cuando seas grande te vas a arrepentir y va a ser demasiado tarde". Parece que hay que tener hijos por las dudas.

El presupuesto velado tras el mandato de maternidad es que uno debe "realizarse". ¿Es acaso eso posible? ¿Cuál es la medida de lo que llamamos realización? ¿Y por qué pesa tanto el género para evaluar los campos posibles para que esa realización se ponga en juego?

Hijos, ¿para qué?
Nulíparas. Así se llama a las mujeres que no han tenido hijos. Actualmente, son la alarma demográfica en muchos países europeos. Alemania tiene el récord: una de cada tres mujeres no quiere tener familia. Según American Demographics, en 2010 el 44% de parejas en EEUU no tendrá descendencia y actualmente en Pekín, una décima parte no tiene hijos. Mientras tanto, la Organización Mundial de la Salud calcula que anualmente se producen 220 millones de embarazos, de los cuales 73 millones son indeseados. En nuestro país no estamos lejos de la capital China: una de cada diez mujeres no es madre. La decisión de no tener hijos está ligada a un paradigma de época: perimida la institución matrimonial, las parejas se fundan en uniones provisorias que, aunque en muchos casos terminen siendo duraderas, mantienen la ilusión de ser fácilmente disolubles. Los planes compartidos son a corto o mediano plazo y un hijo es un tipo de compromiso sin cláusula de rescisión. Las responsabilidades por tiempo indefinido están en contra de la moral moderna: implican una pérdida de libertad y de autonomía, impiden aventurarse a otras opciones. Bauman afirma que en una cultura de consumo que busca satisfacción instantánea y resultados inmediatos que no requieran esfuerzos prolongados, armar una familia es arrojarse a un terreno impredecible que probablemente no genere grandes emociones ni llegue a inspirar un deseo que mueva a la acción (después de todo, es una inversión de "alto riesgo" y sin garantías).

Y si hasta el momento quienes decidían ser padres adquirían un modesto prestigio simbólico, en algunos círculos sociales eso está empezando a cambiar. Por ejemplo en Canadá, surgió hace 20 años No Kidding!, el primer club social de parejas sin hijos. Su objetivo no son los intercambios swinger como podría suponerse, sino garantizar que sus miembros no hablarán de pañales o diplomas de sus hijos porque sencillamente, no han sido padres. La idea es garantizar que sus amigos conversarán acerca de cualquier cosa, excepto de hijos. Hoy el club tiene 93 sucursales en 6 países y en EEUU hay casi una sede por estado. En el mundo anglosajón, los que no tienen hijos ya tienen sigla propia: se llaman DINKIES (dink es la abreviatura de double income, no kids), es decir, doble ingreso sin hijos (la neolengua sigue honrando a Orwell).

En su libro La revolución sin hijos (2001) la estadounidense Madelyn Cain cuestionó públicamente la valoración social de la procreación e imaginó un paraíso sin infantes: una suerte de negativo de la República de los Niños, con restaurants sin chicos berreando y barrios sólo para adultos.

Pareciera exagerado, pero sus ideas son compartidas por varios movimientos anti procreación que sostienen que la sociedad recompensa a la maternidad y la paternidad muy por encima de otras funciones sociales y que es tiempo de que esto se revierta. Los más radicales son grupos como el australiano Child Free (libre de niños) o los estadounidenses Movimiento por la Extinción Humana Voluntaria y Crecimiento Poblacional Cero, que postulan que la falta de alimentos o la contaminación del planeta son argumentos suficientes para no tener más hijos.

Mi mamá me ama
Para un niño sus padres son los interlocutores del mundo, la fuente de cariño, protección, su garantía de supervivencia, sus dioses aquí en la tierra (hasta que la adolescencia pruebe lo contrario). Es extremadamente atractivo ocupar ese lugar para alguien. Los hijos son los espectadores privilegiados del teatro cotidiano que montemos para ellos y nos llenan de aplausos no importa qué tan mala o buena haya salido la función. Por eso llama la atención que muchos sostengan que "no tener hijos es egoísta". ¿Egoísta con quién? ¿Con los hijos jamás concebidos? ¿Acaso no es egoísta querer tener descendencia en un planeta superpoblado? ¿No es egoísta desear que nos perpetúen, que nos admiren y emulen sin tener que probar virtud alguna, sólo por derecho/amor adquirido?

Hay mujeres para quienes la maternidad se vuelve una búsqueda obsesiva (parece que el reloj biológico suena como una alarma que hay que atender y de inmediato preñar). Para otras, el deseo está presente pero tarda en materializarse: una fantasía proyectada a un futuro lejano que el paso de los años intenta acercar como en una cinchada. Un tira y afloje entre el deseo que no llega y la menopausia que amenaza (las mujeres de 30 y pico ya no hablan de postergar su maternidad sino de posponer la decisión de ser madres).

Elegir no tener hijos no es necesariamente una alternativa superadora: la maternidad puede resultar una experiencia tan enriquecedora para quienes la desean, como frustrante para las no convencidas. Ambas opciones implican resignaciones (¿qué elección no las tiene?). Sin embargo, sorprende que el mandato pronatalista siga tan arraigado y vigente; como si a toda mujer le hubieran volcado una pandilla de niños que por algún lado tiene que escapar. Hay algo facilista y a la vez redentor en repetir el rito: "Serás mamá como tu madre", y listo. Seguir la tradición ahorra la angustia de asumir otra historia, otro destino.

Crímenes imperceptibles

"Quince días después me encontraba volando sobre el Atlántico en ese estado de incredulidad que desde siempre se apodera de mí antes de cada viaje: como en un salto sin red, me parece mucho más probable, e incluso mucho más económico como hipótesis -la navaja de Ockham, hubiera dicho Seldom-, que un accidente de último momento me devuelva a mi situación anterior, o al fondo del mar, antes de que todo un país y la inmensa maquinaria que supone empezar una nueva vida comparezca finalmente como una mano tendida allí abajo". Guillermo Martínez, Crímenes imperceptibles (Planeta Booket, Buenos Aires, 2006)

23 de agosto de 2006

Buenos Aires desde Mendoza, Flavia Ricci


Cada vez que marcho de Buenos Aires, vaya a donde vaya, una tristeza me invade. Será que esa ciudad amante es ahora cada vez más mía. Será que esa amante posesiva me ha tendido sus redes y he caído, una vez más y cada vez más profundamente. Me han dado ganas de sacar una mano por el autobús y tocar sus edificios de la calle Huergo, de tocar a sus habitantes, de decirles "ya vuelvo". Por esas calles que he recorrido, que quiero seguir recorriendo. Ciudad universo que avanza avasallante, segura. Ciudad hermosa, seductora, posesiva. Ciudad con todo a todas horas. Ciudad en donde todo es posible. Sobre todo, ser feliz.

Mendoza - Buenos Aires, Flavia Ricci

Se perdió el deseo, se perdió el interés. Y mirando atrás aquí en Mendoza, caminando por aquellas que fueron nuestras calles y en donde se encuentran aun nuestras sonrisas, me pregunto si no fue todo una de tus farsas. He venido aquí a cerrar un círculo, un ciclo. Una temporada que parece que fue ayer nomás. Te he encontrado, te he mirado a los ojos y ahora te digo adiós. Adiós para siempre y con alegría. Porque me marcho para salvarme. No de vos, sino de algo peor: de tu sombra. No quiero que me alcance. Marcho a mi Buenos Aires. A respirar mis aires buenos, llenos de vida.

Deseo, Flavia Ricci

Después de leer Yo necesito amor, de Klaus Kinski, me quedó una sensación de búsqueda eterna del amor, que ha de ser lo que da nombre al libro. Yo necesito amor. Y ese amor el autor lo busca a través del deseo. Sexo, sexo y más sexo para, a través de la satisfacción de ese deseo, llegar al amor. Es posible? Aquel que ama, desea, pero no todos quienes desean, aman. De lo contrario habría menos frustraciones en este mundo. Ni con todos los revolcones del libro que describe el autor podría llegar a la intensidad del amor. Y mucho menos, llegar a la intensidad del amor que siente por su hijo Nanhoi.

Busco el deseo, busco el amor, busco la intensidad .... Ir por la vida con los brazos abiertos mientras todo crece a mi alrededor, mientras mi Zoe vive junto a mí.

18 de agosto de 2006

Funes el memorioso, Flavia Ricci

Recuerdo perfectamente el día en que quedé muda. Incapaz de olvidarme tan sólo un detalle de lo que él me contaba, decidí dejar de preguntarle. Y como nuestra relación funcionaba en base a una especie de interrogatorio, en donde yo debía preguntarle para que él relatara (aunque él sabía que me costaba horrores hacerlo y por ello jamás podría ser periodista o encuestadora), la sóla posibilidad de no preguntarle significaba su no-relato. Entonces, por el envión que llevaba en su discurso, me vio y automáticamente abrió la boca para comenzar a contarme algo. Pero yo estaba más allá, convencida de no cometer el error de preguntar para saber. Porque entonces emularía a Funes el memorioso de Borges, y ya no podría olvidar. Mientras que él, señor del yo-yo-yo, escupiría sus cuestiones, se iría y pondría los ojos en blanco a la mínima intensión de la que suscribe para relatar algo.
Enmudecí, no dije nada, no pregunté ni relaté. La nada. El silencio. Y además le dije "cállate, no tengo la menor intensión de escucharte nunca más". Creo que estábamos en el bar de las despedidas de Belgrano.

El amor correcto en el tiempo equivocado, Flavia Ricci



Incapaz de frenar su impulso a capturar la vida con los brazos abiertos, a decir sí o no (especialmente lo último), iba derramando pasión, amor, sonrisas, vitalidad. Iba así por la vida, incapaz de evitar desafíos y de quedarse charlando con alguien hasta altas horas de la madrugada. Una Barcelona nocturna, un Buenos Aires parecido. Y a veces, queriendo decir un color, decía otro. Queriendo decir un nombre, decía otro. Y reía, pensando rápidamente si mentir para disimular o dejarlo estar (había más opciones y miles de personas en la Tierra).

Dijo amarillo queriendo decir rojo. Dijo un nombre queriendo decir otro. Noches, vasos y besos vacíos. Hasta que dio con él, con el nombre y el color. Pero fue justo en ese momento que dijo que no, porque era el amor correcto en el tiempo equivocado. Y se fue, abrazando la vida de par en par, con pasión, la de siempre, con amor, más que nunca.

17 de agosto de 2006

De peatones sentimentales, Flavia Ricci


Excelente lo que encontré por la güeb de Dulcinea:

http://salsapientiae.blogspot.com/2006/08/peatn-sentimental.html


Los hay Sancho, esos peatones sentimentales !!!

Y agregaría que Dulcinea hace mención a los peatones sentimentales "cívicos". Esos que respetan siempre y bajo cualquier pretexto la norma.

Buenos Aires: voluntad y representación

Del Suplemento Babelia, El País, 29-07-06


Cumpliendo el designio de Schopenhauer, Buenos Aires es pura voluntad y pura representación. Teatro grandilocuente, enorme escenario de sí misma, en que se exhibe siempre la misma pomposa y desnuda ópera: una Europa mejor que Europa, un Nueva York diez veces más alto, unas cúpulas bizantinas que harían temblar a los bizantinos, todo más grande, más esplendoroso, más sombrío.

Buenos Aires es una ciudad con vocación de universo, que no quiere dejar salir al que inadvertidamente entra en ella. Arlt, Sábato y Borges imaginaron que en el centro de Buenos Aires se preparaba una conspiración mundial. Marcheal presintió en medio de un suburbio la entrada al infierno. Buenos Aires es esa y otras grandilocuencias maléficas pero también es una cuidad de suburbios tranquilos y adormecidos. Una ciudad dulce incluso, que duerme la siesta y espera una nueva crisis que deshaga el delgado equilibrio entre el escenario -el centro en que se representa una y otra vez una ópera cada vez más rock- y los bastidores y camarines donde los cesantes toman mate en camiseta blanca.

La ciudad ha sido víctima de toda suerte de viajero. El más incisivo ha sido sin duda V. S. Naipaul, que vio en Buenos Aires una enorme parodia sin mucho sentido.

La literatura chilena, por otra parte, no es pródiga en viajeros. Se podría citar como ejemplo de libro de viajes algunos reportajes de Joaquín Edwards Bello -sobre todo su residencia en Río de Janeiro- y la fabulosa autobiografía de Vicente Pérez Rosales Recuerdos del pasado, donde viaja por Río, Europa y California en plena fiebre del oro y finalmente las selvas del sur de Chile donde se instalara una poderosa colonia bávara.

Rafael Gumucio acaba de publicar Páginas coloniales (Mondadori), donde escribe con humor y crítica crónicas viajeras sobre ciudades como Buenos Aires, Madrid o Nueva York.

16 de agosto de 2006

Necochea y Quequén, Flavia Ricci




Colombia desde arriba, Flavia Ricci




Nocturnas en Puerto Madero, Flavia Ricci








Nocturnas de Baires con amigos, Flavia Ricci




Mitos no-heteros de los heteros, Flavia Ricci

"Hay que respetar su elección sexual", soltó tranquilamente. Y yo pensando "Ein, es que la sexualidad se escoge?". Pues, mis queridas y queridos heteros, gays y bi. A ver ... varios mitos que rondan por allí:

1.- Uno escoge la sexualidad. Estoy convencida que una no escoge por quién sentirse atraída. Ni en lo que tiene que ver con una persona ni en lo que atañe al sexo (aunque muchos se empeñen con diversas teorías a decir que si). Una se siente atraída por alguien, y es allí donde comienza un a veces complejo entramado de "ops! pero si es una mujer, como yo!!!" (horror!!! ay ay ay).



2.- Ser bi es lo mejor, cualquiera da igual.

3.- Y por último, las etapas por las que atraviesan la mayoría de los padres cuando hay una confesión no-hetero:

a.- Estás cofundido/a
b.- Qué habremos hecho mal
c.- Ok, si esto es lo que hay ... aceptamos tu elección (ver punto 1)

To be continued .... au revoir !!

Día del Amigo casi un mes después

Calvas, Flavia Ricci


Si, es verdad que puede una quedar así por tanto pensar. Pero hace un tiempo conocí a alguien que aparentaba ser víctima de la infoxicación, cuando en realidad su calva se debía a que no tenía una edad mental que ameritara diferenciarse de los bebés. Too much? Ahora vive en Venus ...

Venus, Flavia Ricci

Desde su mundo se dejaba caer en el mío cada vez que mi planeta y yo nos escapábamos de su órbita. No era una huída premeditada, sino que simplemente ocurría. Nuestros caminos eran paralelos, y aunque esto sonó al principio como promisorio, sobre todo porque parecía vaticinar que no iba a haber choques, mi planeta y yo sabíamos que lo mejor era que no se nos acercara, tenerlo fuera de (nuestra) órbita.

Él alguna vez fue de nuestro planeta, pero se fue a vivir a Venus. Y era tan perfecto para él su mundo en Venus que andaba por Venus, trabajaba en Venus, salía en Venus y hasta tenía su propio canal, llamado (cómo no), Venus.


Bajaba a la Tierra sólo para ir al banco, no al de la plaza, porque también los hay en Venus, sino a esos que dan o reciben dinero. Y lo de él era siempre recibir y recibir. Pero enseguida se encerraba nuevamente en su nave y marchaba a Venus.

Nadie lo molestaba y cuando alguien se acercaba a él, muchas veces porque él mismo lo deseaba, terminaba por salir por patas. Y como era su propio Rey en su propio planeta, construyó un imperio.

Y se creía feliz con su tecnología de última generación, sus casas de fin de semana, sus coches y sus logros en Venus.

Hace un tiempo lo vi y me miró con algo de envidia: yo iba feliz, rodeada de ese halo de felicidad que una siente porque sí, con su mismo coche, casas, tecnología de última generación. Pero además, de mi mano, iba mi hija.

10 de agosto de 2006

Alicia Steimberg, La selva

"Si miro hacia atrás, veo un caos. Ese caos es mi vida pasada. Les he preguntado a muchos qué ven cuando miran hacia atrás en sus propias vidas, y me asombran sus respuestas: algunos ven un territorio ordenado donde hay, es cierto, muchas cosas y personas, pero parece que les sería tan fácil elegir un segmento, un lugar de donde sacar una historia, como para mí sacar un plato playo, sopero o de postre sin siquiera mirar las pilas ubicadas siempre de la misma manera en un estante".

El Rey de los Alisos, Michel Tournier

"Hay dos clases de mujeres. La mujer-objeto, que se puede manejar, manipular y abarcar con la mirada, y que es el adorno de una vida masculina. Y la mujer-paisaje. A ésta el hombre la visita, se adentra en ella y corre el peligro de perderse. La primera es vertical, horizontal la segunda. La primera es voluble, caprichosa, reivindicativa, coqueta. La otra es taciturna, obstinada, posesiva, memoriosa, soñadora".

El juguete rabioso, Roberto Arlt


"Ya sé lo que usted cree ... pero escúcheme ... yo no estoy loco. Hay una verdad, sí ... y es que yo sé que siempre la vida va a ser extraordinariamente linda para mí. No sé si la gente sentirá la fuerza de la vida como la siento yo, pero en mí hay una alegría, una especie de inconsciencia llena de alegría (...)
Soy un curioso de esta fuerza enorme que está en mí ... (...)
Todo me sorprende. A veces tengo la sensación de que hace una hora que he venido a la tierra y de que todo es nuevo, flamante, hermoso. Entonces abrazaría a la gente por la calle, me pararía en medio de la vereda para decirles: ¿Pero ustedes por qué andan con esas caras tan tristes?. Si la Vida es linda, linda ... ¿no le parece a usted?. (...)
Y saber que la vida es linda me alegra, parece que todo se llenara de flores ... dan ganas de arrodillarse y darle las gracias a Dios, por habernos hecho nacer (...)
Yo creo que Dios es la alegría de vivir ¡Si usted supiera! A veces me parece que tengo un alma tan grande como la iglesia de Flores ... y me dan ganas de reír, de salir a la calle y pegarle puñetazos amistosos a la gente (...)
Lo que hay, es que esas cosas uno no se las puede decir a la gente. Lo tomarían por loco. Y yo me digo: ¿qué hago de esta vida que hay en mí?. Y me gustaría darla ... regalarla ... acercarme a las personas y decirles: ¡Ustedes tienen que ser alegres! ¿saben? tienen que jugar a los piratas ... hacer ciudades de mármol ... reírse ... tirar fuegos artificiales" (...)

"El juguete rabioso", Roberto Arlt (periodista y escritor argentino/Buenos Aires/1900-1942).

Ich brauche Liebe, Klaus Kinski


Uno de los pasajes de Yo necesito amor, de K. Kinski. Libro imprescindible, apasionado, que transmite amor por la vida, pasión: "¿Cómo se puede enseñar a alguien cómo y qué debe sentir y cómo debe expresarlo? ¿Cómo puede alguien enseñarme a mí la manera de reir y llorar? ¿La manera de alegrarme y estar triste? ¿Lo que son el dolor, la desesperación y la felicidad? ¿Lo que son la pobreza y el hambre? ¿Lo que son el odio y el amor? ¿Lo que son el anhelo y su satisfacción? No, no quiero perder el tiempo con esos cretinos engreídos".

1 de agosto de 2006

La vita che vorrei, Flavia Ricci


- No quiero volver a verte, eres una persona triste, le dijo ella. Yo al menos cuando estoy mal no me estanco
- Espera ...
- No, eres tú quien está mal, no yo

Bellísimos diálogos que ponen en su lugar al protagonista de "La vida que sueño", que va por la vida haciéndose el buen tipo cuando lo único que tiene son celos profesionales y yoísmo elevado a la máxima potencia. Una muestra de cómo a veces en este mundo del revés, quienes están bien terminan jodidos por quienes siempre han estado mal (de la cabeza).

- Hay muchas cosas que tengo que aprender, pero no puedo aprenderlas contigo, le suelta la tía. ¿Podrá él darse cuenta que es mucho pedir fastidiarle la vida a los demás y exigirles además que le perdonen?.

- Tú no has cambiado, eres actor (ella)
- No he cambiado, no. Pero he mejorado (él)

Muy recomendable esta peli que no ha tenido muy buenas críticas, pero que muestra al cine haciendo cine y a un hombre y una mujer dándose lugar, sin diálogos surrealistas ni adornos sin sentido. Diálogos que hace poco tuve que pronunciar.