22 de noviembre de 2015

Purosexo, Flavia Ricci

Algunas veces me imagino
un mundo de personas bondadosas
pero no todos estamos en él
yo te busco entre los habitantes de ese mundo
pero no te veo
entonces llego a la frontera y me detengo en el abismo
y caigo en caída libre en él
como si eso pudiera hacer que nada separe
a los bondadosos de los demás
y fuera puente para que cruces hasta mí
pero sencillamente no es posible
así que me voy
al país del purosexo
del nomeimportanada
a ese país sin rostro en donde nos castigamos
una y otra vez
los que no hemos podido encontrar el amor.





29 de octubre de 2015

Ring de box, Flavia Ricci

Indómito el tiempo, el nuestro. Me preguntás si te quiero o por qué estoy con vos. Sensación de libertad, de ser yo, de poder encontrarte y que vengas a mi encuentro. Seguridad cuando bajás la vista si te miro, y después tan desafiante y rebelde. Vuelo lejos, vuelo simple, vuelo libre. Y de a poco la ropa va quedando en cualquier sitio, sigo la caída libre de tu camisa o la trayectoria del pullover. Me acerco y me detengo en tu piel erizada por el frío de una noche de primavera que parece otoño. Casi no se oye nada afuera, dentro suena un piano. Me siento a mirar las luces. Libertad. Por favor. Libertad. Te doy un beso, de pie, de esos que no puedo terminar, caemos en la cama, nos enredamos, fluye todo el deseo de esta niña caprichosa. Todo lo demás no importa. Lo quise armar y no me fue nada bien. Dejemos eso. Ring de box. Veo los límites, estoy dentro. Libertad. Dame novedad. Dejemos que pase esta noche. Y otra noche. Y otra ... Vuelvo a ser yo. Palabras en la garganta. Corazón pleno de ser yo.









Viejo amor, Flavia Ricci

Nuestro amor iba de gemido en gemido, de mes en mes, nuestro amor adolescente y a tientas. Nuestro amor es viejo ahora, pautado, previsible, planeado. Nuestro maduro amor, que descansa en creer que lo dijimos todo antes, cuando dijimos a medias. En creer que callando pareceremos mentes sabias, personas que saben. Pero yo quiero ...

que me tomes de la mano porque sí, que irrumpan tus besos en mi boca, que corramos en una playa solitaria en octubre, ver una caída del sol. Que comiences a reírte quién sabe de qué, que me leas poesías hasta que nos interrumpa el día, cocinar comidas exóticas, beber vinos aterciopelados. Quiero elevarme a una nube, quiero que me hagas volar, quiero que lo callado coincida con lo pensado. Quiero palabritas simples y llanas. Quiero que recorras mi cuerpo una y otra vez. Quiero descubrirte cada día un poco.

Quiero mirar tus manos
entre las mías.
Y muchos abrazos.




24 de octubre de 2015

Divagues, Flavia Ricci

De su brazo. Trepaba y se aferraba a todo aquello como cuando escalaba montañas. Barcelona. Por Sarrià, tantos coches, tanto ruido, callecitas sin nombre ni momento. Todo pasaba en simultáneo. De su brazo volaba como si el tiempo fuera suyo. Abajo estaba Gràcia. Abajo la realidad, los compromisos, el reloj, la noche y el día, el orden, la espera, los quehaceres, el nombre y el apellido. Cerrar los ojos y volar. Todo aquello se terminaba. Bordeaba el abismo del final, donde no queda otra alternativa que hacer equilibrio para salir de allí. Y el adiós, un hasta luego ficticio. Todo, tan pero tan junto, todo. Y bajó a Gràcia.

¿Has visto alguna vez a un Dragón volar acompañado? Siempre vuelan solos. Y así sobreviven.



14 de septiembre de 2015

La cima de la soledad, Flavia Ricci

Querida madre,

Con urgencia y un enorme desamparo te escribo. Subí a la cima: lo hice, lo logré tal y como te dije que me había propuesto hacerlo. Caminé días a sol y a sombra. Madre: a veces apurando el paso, otras lentamente, sintiendo mi respiración. Muchas me detenía a mirar el paisaje y luego la cima. La imponente, vertiginosa, altiva cima. Con su arrogancia y soberbia. Tan alta y a solas. Subí sus cada vez más escarpadas paredes. Mis piernas, mis pies, mis manos que muchas veces apoyaba para no caer, fueron acusando el paso del tiempo y los días, interminables. Pero madre, miraba a mi lado, porque no era atrás ni adelante, y eso me daba la fuerza para seguir. Era eso, cómo decirte. Subí, casi sin aliento, sintiéndome viva, quizás como nunca, mi cuerpo, alma y yo. Y todo aquel imponente paisaje. Llegué a la cima: lo hice.
Pero madre, querida madre, te escribo desde una soledad, un desamparo, un desconcierto como pocas veces he sentido. Y espero me comprendas. Allí ella soltó mi mano, me hizo seguir a solas. Y cuando llegué a esa cima en la más absoluta soledad comprendí lo que es el breve espacio de lo más alto, tan solitario, tan escarpado, tan ríspido. Y el abismo, querida madre, el abismo que me rodeaba. Cierro los ojos, he imaginado esta carta que ahora te escribo. Espero, ansío, que me entiendas. Lo hice, estuve en la cima. Pero,

¿para qué regresar llevando a cuestas tanta soledad? ¿Hay alguien que pueda cobijarme?

Ahora afronto el desconcierto, ahora lo sé, lo he sentido. Ahora camino solitaria bajando poco a poco todo el camino andado. A solas. Después de aquella cima.

Tu hija






31 de agosto de 2015

¿Se puede?, Flavia Ricci

Una sonrisa
Una atardecer
Un arribo
Expectativas
Un mar
Una botella de vino
Una cena para dos
Algunos libros
Palabritas

Pero digo ...

¿se puede?
¿Se puede con tu mano en la mía?
¿Se puede con tu mirada?
¿Se puede con tus abrazos?
¿Se puede noches y noches con vos?
¿Se puede un café de sobremesa?
¿Se puede porque sí? ¿Porque vos?
¿Se puede felicidad repentina y en silencio?

Yo creo que sí, se puede.

Se puede.




24 de agosto de 2015

Palabritas, Flavia Ricci

Tengo palabritas guardadas
en una bolsita transparente
que solamente veo yo
Tengo palabritas guardadas,
resguardadas de la intemperie
de los desamores
las promesas vacías
y hasta de otras palabras
que se desmoronan sin más.
Tengo palabritas guardadas
para decir en el momento justo
a la persona apropiada
susurrándole al oído
mientras vuelan 
desde el borde de mis labios
hacia tu oído
Tengo palabritas guardadas
protegidas
vírgenes
no dichas

Yo
te elijo
te señalo
te nombro
y las palabritas
vuelan a tu oído en un susurro

amor
vida
alegría
pasión
honestidad
sonrisas
calma
lealtad
inocencia
ingenuidad

Tengo palabritas
en una bolsita
de niña pequeña
Afina tu oído
que vuelan a vos.





Acantilados (III), Flavia Ricci

Entonces mirar el mar y hacerlo con vos. Entonces por suerte haberme guardado ese pedacito de inocencia, de ilusión, de cosas no dichas, de sonrisas. Menos mal, menos mal que no lo he contado todo, que lo profundo de mí sigue intacto, que la burla que he sufrido no es tan grave.

Menos mal que puedo darte mis tesoros de bolsita como una niña que guarda sus caramelos preferidos: te doy las palabras amor, confianza, estabilidad, lealtad, sonrisas, confidencias, ilusiones, sinceridad. Vos las tomás, les das vuelta y (menos mal) les das el mismo significado que yo. Y permanecés. Pero entonces callar y que cales profundamente en mis pensamientos, aun en los más lejanos. O cerrar los ojos y que sigas allí mirándome. El tiempo no pasa, sé que no pasa, que día tras día te vuelvo a encontrar y me estremezco. Pero entonces que estés para abrazarme como siempre dijiste. Y me contengas. Y todo sea,

azul
verde
mar
acantilados
paz
estabilidad


Pero entonces que sostengas mi mano cuando me han derribado y me acerques a vos. Y yo como si nada piense "qué suerte". Pero entonces la palabra, la palabra que nombra, señala, elige. Pero entonces una vez más vos. Y yo. La arena. Y el mar.

Pero entonces la fortuna de haberte encontrado sin recodos, porque aun con ellos sé dónde buscarte. Y cerrar los ojos e ir al abismo. Al borde. Mientras vos me mirás. Y asomarme desde las columnas al mar. Y volar, Dragona, volar. Con vos.


21 de agosto de 2015

Acantilados (II), Flavia Ricci

Es todo lo que puedo decir
Azul
Mar
Acantilados
Verde
Amor
Sonrisas
Alegría
Elegir
Manos
Arena

Pero miro ...
y callo ...
y regreso a esa playa ...
tan mía ...
y digo, bajito,
abrazame.







30 de julio de 2015

Abrazos, Flavia Ricci

Necesito
una palabra
por ejemplo
azul
o verde
acantilado
o sol
arena
o playa
sonrisas
o miradas.
Pero pido,
solamente,

abrazos.




4 de julio de 2015

De ángeles y tiempo, Blanca Sandino

Reconozco esa voz que habla del mar: 
me llega desde donde la luz, lejanísima ya, duplica la estatura de mi sombra.
Reconozco esa voz que me reclama 
para mostrarme en el ácimo espejo de las olas 
la cruz con la que un ángel libró de todo mal mi nombre, 
antes de que el granito pregonara ufano su dureza; 
y antes, mucho antes, de que se doblegara al tesón del tiempo, y de las gotas. 

(Hablo de un tiempo tan remoto, como la edad sin tiempo del insecto.) 

Oigo tu voz. Sé que me llama, me apresuro. Y desde allí 
-tú pléroma, yo arjé-, desde el hambre más honda, 
puedo invocar tus manos, el secreto del fuego, la fuerza de los vientos, la pericia del agua, 
y el asperón redondo y fino de la tierra que habito. 

(Me abrasa la sed sin compasión de las salinas 
y padezco la ceguera de quien año tras año espera que germine la semilla: mas reconozco tu voz. 
Puedo. Es más de lo que quise, mucho más). 

Por eso, nada ofrezco que el corazón no sepa contener: 
yo intuyo el mar cuando aún es imposible sentirlo, 
y tú... cuántas y cuántas veces invento que me quieres, 
y que podrías hallar, si los buscaras, trocitos de pizarra entre mis dedos. 





1 de julio de 2015

Sr. Silencio, Flavia Ricci

Pero
de qué sirven todas mis historias
si para vos son solamente palabras.
Y de qué sirven mis sonrisas
si para vos son pasatiempo.
Y de qué sirve lo que intento decirte
si no llegás a escucharme.
Y de qué sirven mis miradas
si no sabés de qué color son mis ojos.
De qué sirve tratar de explicarte
que tiene mucho de explicarme
si cómodamente te vas.
Vislumbro un no
luego de tu pregunta
pero aun así digo que sí
con los ojos entrecerrados
y los oídos atentos.
Viene el golpe bajo
de
tu
ausencia.
Y el vacío.
Miro de lado
al
no
Y quizás por miedo
le tomo
la
mano.




29 de junio de 2015

Realidad del amor, Coventry Patmore

Camino, confío, con los ojos abiertos;
He recorrido la mitad del terrenal desierto;
Detrás de mis pasos se esconde
Mucha vanidad y algo de remordimiento;
He vivido para sentir el orgullo de los espíritus,
Anclados entre sí como la mano al guante;
Me he sonrojado por el castillo del amor,
Jamás descreí de él, aún sin mi corazón,
Jamás negué al amor, la única cosa mortal
Cuyo valor es eterno, inmortal;
Nunca tuve en cuenta los errores,
Residuos que cantan terrores,
Indignos de una grave canción;
Y el Amor es mi recompensa, por ahora,
Cuando la mayoría de los espectros se quejan,
El mirto florece sobre mi frente,
Y su aroma echa raíces en mi mente.





24 de junio de 2015

Dos palabras, Flavia Ricci

Las mismas palabras rozan a cada una de las personas a tu alrededor, llegan hasta sus oídos, pero vienen a mí. Y yo en cambio cuido de esas dos palabras que únicamente van hacia la persona elegida, lo demás sería un abuso. Palabras sagradas, palabras únicas, para una única persona. Yo, guardiana de ellas, las libero en el momento preciso, cuando extiendo mi mano y nombro. Y vos que en cambio sin nombrar las usás, abusando de su significado, de su resonancia. Sin embargo, usadas hasta el hartazgo, hasta que dejan de significar algo único, aún tienen un peso y una persona hacia quién se dirigen. No creas que las palabras vuelan por los acantilados hacia el mar porque sí. Vuelan en círculos, circundan las arenas, permanecen en la playa. Esa playa precisa desde donde las escucho. Cierro los ojos y vienen a mí. De todos los cuerpos que rozan, vienen a mí. Y yo las tomo con mis manos y las pongo cerca de mis oídos. Palabras precisas. Las mismas palabras que yo guardo tanto. Las mismas palabras que para mí son sagradas, que pronuncio con cautela y certeza a la vez. Las mismas que pronunciadas por vos tantas veces, como porque sí, esperan en la playa cada día. Esperan que extiendas la mano. Esperan que nombres.
Nombrar. Dar entidad. Sacar del anonimato. Nombrar a una persona con las dos mismas palabras que tanto usaste porque sí. Hacer coincidir, cuando cierro los ojos, todo lo que significa esa persona con las palabras que la nombran, solamente dos. Unidas. Y entonces, mis dos palabras sagradas, tus dos palabras tan malgastadas. Las mías tan certeras, las tuyas que cada día, sobrevuelan la playa, la arena, el mar. Y siguen buscando mis manos.











Mujer espejo, Flavia Ricci

Mujer espejo, que sin decirme dijiste y sin nombrarme aparecí, con la fuerza de tu silencio. Mujer espejo, que me remontaste a quince años atrás, la vida da tantas vueltas, tantísimas. Mujer que sella su boca cuando me mira y yo no digo nunca en nombre de los demás. Silencio. Espejos. Sos vos. Soy yo. Mujer. Mujer espejo. Que hace lo mismo que yo, tan previsible, calcada. Espejo que ciega, refleja, muestra. Tu silencio tiene tantas aristas pero una se llama cobardía. Y refleja la mía años atrás. Ahora que aprendí el significado de los sentimientos, callo. Entiendo. Todo. Quizás por eso, mujer espejo, quizás por eso mi mirada te devuelva un respetuoso silencio. 





21 de junio de 2015

El verdadero conocimiento, O. Wilde

Tú que lo sabes todo; sabes que busco en vano
Semillas y tierras para cultivar con certeza,
Pero la tierra es oscura entre la maleza,
Indiferente a la lluvia o lágrimas que derramo.

Tú lo sabes todo; sabes que me siento y espero,
Con las manos frágiles y los ojos ciegos,
Hasta el último pliegue del velo,
Hasta el ocaso de la puerta.

Tú lo sabes todo; sabes de mi vanidad,
Confío en que mi vida no es en vano,
En que algún día nos tomaremos de la mano
En una extraña y divina eternidad.




¿De qué modo te amo?, E. Barret Browning

¿De qué modo te amo? Deja que cuente las formas:
Te amo desde el hondo abismo hasta la región más alta
que mi alma pueda alcanzar, cuando persigo en vano
las fronteras del Ser y la Gracia.

Te amo en el calmo instante de cada día,
con el sol y la tenue luz de la lámpara.
Te amo en libertad, como se aspira al Bien;
Te amo con pureza, como se alcanza la Gloria.

Te amo con la pasión que antes puse
en mis viejos lamentos, con mi fe de niña.
Te amo con la ternura que creí perder
cuando mis santos se desvanecieron.

Te amo con cada frágil aliento,
con cada sonrisa y con cada lágrima de mi ser;
y si Dios así lo desea,
tras la muerte te amaré aun más.




El abismo, K. Mansfield

Un abismo de silencio nos separa

Yo estoy de un lado del abismo - tú del otro -

No puedo verte ni oírte - pero sé que estás allí -

Suelo llamarte por tu nombre infantil

y finjo que el eco de mi grito es tu voz.

Cómo podemos franquear el abismo -nunca hablándonos, tocándonos-

antes pensaba que podríamos llenarlo con nuestras lágrimas,

ahora quiero destrozarlo con nuestra risa.




El encuentro, K. Mansfield

Comenzamos a hablar
Nos miramos; dejamos de mirarnos
Las lágrimas ascendían a mis ojos
Pero no podía llorar
Deseaba tu mano
Pero mi mano temblaba.
No dejabas de contar los días
Para nuestro siguiente encuentro
Pero las dos sentíamos en el corazón
Que nos separábamos para siempre.
El crujido del reloj llenaba la habitación,
Escucha, dije, es tan fuerte
Como el galope de un caballo en un sendero solitario
Así de fuerte - un caballo galopando en la noche.
Me hiciste callar en tus brazos
Pero el sonido del reloj ahogó el latido de nuestros corazones.
Dijiste `No puedo irme: todo lo que vive de mí
Está aquí para siempre'.
Después te fuiste.
El mundo cambió. El ruido del reloj se hizo débil
Se fue perdiendo –se tornó minúsculo-
Susurré en la oscuridad: “Moriré si se detiene”.





15 de junio de 2015

Esto es mi cuerpo, Juan Antonio González Iglesias

Esto es mi cuerpo...
Esto es mi cuerpo. Aquí
coinciden el lenguaje y el amor.
La suma de las líneas
que he escrito ha dibujado
no mi rostro, sino algo más humilde:
mi cuerpo. Esto que tocas es mi cuerpo.
Otro lo dijo
mejor. Esto que tocas
no es un libro, es un hombre.
Yo añado que esto que te toca ahora
es un hombre.
Soy yo, porque no hay
ni una sola sílaba que esté libre de amor,
no hay ni una sola sílaba
que no sea un centímetro
cuadrado de mi piel.
En el poema soy acariciable
no menos que en la noche, cuando tiendo
mi sueño paralelo al sueño que amo.
No mosaico, ni número, ni suma.
No sólo eso.
Esto es una entrega. Soy pequeño
y grande entre tus manos.
Ésta es mi salvación. Éste soy yo.

Este rumor del mundo es el amor.





6 de junio de 2015

Viene llegando, Flavia Ricci

Viene llegando a través del tiempo en que he pedido que llegue, claramente, cuando sea, pero de forma indudable, de repente. Voy viajando, devorando kilómetros, acercándome mientras ella se acerca. Viene llegando esa persona que antes de que nombre, me ha nombrado, que antes que escriba, ha dicho palabras certeras dirigidas a mí, que antes que suenen sonidos de mi parte me los ha obsequiado. Viene llegando, una sonrisa cotidiana, ideas claras, todo en colores. Cierro los ojos y no veo peros. Viene llegando, más allá de mi analfabetismo emocional, alguien que me enseña con abrazos, que trae poesías encima, mundos imaginarios.Y esa noche que avanza y llega el día. Viene llegando, desde lejos hasta mí. Y las dos hacia el mar. Tan distinto, tan de repente. Llana y decidida, viene llegando. Yo, extiendo mi mano y te digo VEN.





4 de junio de 2015

Se fue, Flavia Ricci

Perdón, pero todo aquello se fue
no puedo hacer nada
se fue
Descenso
leo dos palabras
certeras
te llevaste todo
con vos
Me separo
todo aquello se fue
me viene un dolor
quizás de tu ausencia
de esto de sacarte
desde abajo del pecho,
por encima del ombligo
o algo así
Lo único que sé
es que con puntería magistral
te llevaste todo
no puedo hacer nada
te borré.





27 de mayo de 2015

Si te digo ven (II), Flavia Ricci

Le hablás a una que no soy. A una que fui. Yo también puedo girarme sobre mi hombro y verla de reojo allí. Le hablás con unas palabras que antes avanzaban como dardos, y ahora temerosas, hasta puedo agarrarlas. Lo hago ¿lo ves? Tomo una a una tus palabras que llegan muy lento, las miro, las huelo, las froto. Las dejo. Dejemos las palabras. No son para mí, no a esa velocidad, son para la de ayer. Son letras en una entropía sin probabilidades de ser fonemas, sonidos. Sonrío. Extiendo mi mano. Y te digo ven. Hace tiempo estoy volando como un Dragón.





22 de mayo de 2015

Lo evidente de tu escondite, Flavia Ricci

Delante de tu cobardía un nombre
Detrás
El nombre verdadero
¿Por qué no te escuchás?

Delante de tus ojos una mirada
Detrás
La mirada verdadera
¿Por qué una venda que refuerza tu ceguera?

Delante de tus manos otras manos
Detrás
Las manos verdaderas
¿Por qué no las estás extendiendo?

Delante de tus narices un perfume
Detrás
El perfume verdadero
¿Por qué limitar la belleza?

Delante de tu voz un nombre
Detrás
El verdadero nombre
El nombre verdadero
NOMBRA


Sentir
que tus sentidos van más allá
lo siento
lo sentís
los sentidos
transparentes
te traspaso
te atravieso
te interpreto
te encuentro.
¿No lo ves?






21 de mayo de 2015

La mano abierta, Le Corbusier


Abierta para recibir
Abierta tambien para que todos
vengan y tomen
las aguas fluyan
el sol ilumine
las complejidades entramaron
su estructura
los fluidos estan en todas partes
Las herramientas en la mano
las caricias de esa mano
uno prueba la vida
amasando con las manos
la vista reside en el tacto
a manos llenas he recibido
a manos llenas doy.


Las líneas de nuestras manos (fragmento), B. Dadié

Las líneas de nuestras manos
son líneas de Vida,
de Destino,
de Corazón,
de Amor.
Suaves cadenas
que nos ligan
los unos a los otros,
los vivos a los muertos.
Las líneas de nuestras manos
ni blancas,
ni negras,
ni amarillas.
Las líneas de nuestras manos
unen los ramilletes de nuestros sueños.


16 de mayo de 2015

La única mujer, Bertalicia Peralta

La única mujer que puede ser
es la que sabe que el sol para su vida empieza ahora
la que no derrama lágrimas sino dardos para
sembrar la alambrada de su territorio
la que no comete ruegos
la que opina y levanta su cabeza y agita su cuerpo
y es tierna sin vergüenza y dura sin odios
la que desaprende el alfabeto de la sumisión
y camina erguida
la que no le teme a la soledad porque siempre ha estado sola
la que deja pasar los alaridos grotescos de la violencia
y la ejecuta con gracia
la que se libera en el amor pleno
la que ama
la única mujer que puede ser la única
es la que dolorida y limpia decide por sí misma
salir de su prehistoria.




El umbral de los perplejos, G. Benedetti

Estás 
en el umbral de la mansión
—y en todas partes—
así a tu alrededor, como en tu fuero interno. 
No hay entradas ni salidas, ni siquiera senderos; 
sólo un plano de trazos que simula lo undívago: 
................................una escalera perpetua
................................una fugaz clepsidra 
una cámara doblada y un molino del tiempo 
una piedra angular en su clave de bóveda 
y una rosa infinita, como es siempre la rosa. 

La mansión 
te supone su hospedante y su huésped. 
Te incorpora el pretexto y te consigna su entorno.
Puedes andar sus andaduras, transitar sus espejos 
encartar cualquier estancia o quebrar sus geometrías.
En todo caso (a punto fijo) pulsarás sus resortes: 
...............porque así como es arriba, 
......................................así es abajo 
y así como es afuera, así es adentro.





9 de mayo de 2015

Hemos perdido juntos tanta nada, R. Juarroz

Hemos vivido juntos tanto abismo
que sin ti todo parece superficie,
órbita de simulacros que resbalan,
tensión sin extensiones.

El tiempo se convierte en antitiempo
porque ya no lo piensas.
Hemos callado y hablado tanto juntos
que hasta callar y hablar son dos traiciones,
dos sustancias sin justificación,
dos sustitutos.
Lo hemos buscado todo,
lo hemos hallado todo,
lo hemos dejado todo.
Únicamente no nos dieron tiempo
para encontrar el ojo de tu muerte,
aunque fuera también para dejarlo.





Gracias, mujer, por tus noches profundas; Carlos Edmundo de Ory


También tú me abandonas mi última mujer
te amé te amo aún y me despido ahora
Ven y no mires atrás donde yo no estaré
yo ya no sé decir adiós. 

Me quedo solo
Errante continúo mi marcha hacia los árboles
que gimen en la noche y me comprenden.
Me has creído inhumano y te apartas de mí.
Gracias mujer por tus noches profundas.
Los días nos separan y con su espada cruel
abaten el amor y su sagrado reino
Te di mi corazón.
 No te di mi cabeza
perdóname si mis caricias ávidas
te han gastado la piel perdóname
por el roto violín de mis besos mujer.




Palabras, Julio Cortázar

"Las palabras pueden llegar a cansarse y a enfermarse, como se cansan y se enferman los hombres o los caballos. Hay palabras que a fuerza de ser repetidas, y muchas veces mal empleadas, terminan por agotarse, por perder poco a poco su vitalidad. En vez de brotar de las bocas o de la escritura como lo que fueran alguna vez, flechas de la comunicación, pájaros del pensamiento y de la sensibilidad, las vemos o las oímos caer como piedras opacas, empezamos a no recibir de lleno su mensaje, o a percibir solamente una faceta de su contenido, a sentirlas como monedas gastadas, a perderlas cada vez más como signos vivos y a servirnos de ellas como pañuelos de bolsillo, como zapatos usados".


Del tacto y otros poemas, Josefa Parra

I -Del tacto

    Acércate despacio a mis dominios;
que tus dedos tanteen el espacio
ciegamente, la oscuridad que envuelve
mi cuerpo; que construyan un camino
y lleguen hasta mí a través del velo
espeso y taciturno de las sombras.
Sálvame con la luz que hay en tus dedos
si me tocan, conjura la desidia,
enciéndeme o abrásame en el tacto
esplendoroso y claro de tus manos.
    Como las mariposas de la noche,
hacia la llama iré que tú convocas,
que prefiero quemarme a estar a oscuras.


II -Del olfato

    La vainilla; el espliego; el verdín; la canela.
A veces un aroma delgado como de agua,
como de nube o lluvia; a veces un violento
perfume que recuerda la piel de una gacela,
el sudor y la sangre de un animal en celo.
Pero siempre, al final, la vainilla, el espliego...


III -De la visita

    Para tus ojos.
Para tus ojos fieramente abiertos.
Para tus ojos fijos.
Para tus ojos con caudal de fiebre.
Para tus ojos grandes.
Una orquídea de carne voluptuosa
para tus ojos ávidos
con vocación de abejas.


IV -Del gusto

    Hay sal sobre los labios. En la lengua,
un resto de naufragios y sirenas,
tal vez algas, y el gusto de los fondos
espumosos y verdes del océano.
    El sexo siempre sabe a mar de invierno,
a galernas en medio de la noche.


V -Del oído

    Se levanta tu voz, se enrosca y se estremece,
serpiente y remolino, se enzarza en mis cabellos,
sube aún, se engrandece, se enajena en rugido
y pierde la noción del trino o la palabra.
Eres otro en tu voz. No conozco a ese hombre
que grita en el placer, delicioso extranjero
que habla lenguas angélicas en una cama impura.





8 de mayo de 2015

Llamar o nombrar, Flavia Ricci

Llamar. 
Como se llama a concurso, como se llama entre la multitud, como se llama a todos y todas con tal de que alguien se gire y te mire. Llamar. Como se llama azarosamente, como se llama buscando a ciegas a alguien. Como se llama por temor a la soledad. Llamar. Llamar a todos, que sean cada día más, con tal de que aparezca alguien.
Yo no busco quien me llame, no me llama la atención.
Nombrar.
Nombrar que viene de nombre. Nombrar como quien dice que sos vos, y sólo vos. Nombrar como quien te elige. Nombrar como quien te extiende su mano certera. Nombrar como quien se atreve. Nombrar como quien se arriesga. Nombrar como quien sabe lo que quiere.
Yo respeto a quien me nombra. Por esa persona me giro y a esa persona doy mi mano. Por esa persona hablo y a esa persona protejo. No me llames como llamás a todo el mundo. No sé si soy yo. No me estás buscando a mí, sino a cualquiera que se gire. Quien llama, como quien llama a cualquiera, no llama mi atención. Llama a todos. Llama a nadie.



5 de mayo de 2015

Si no saben volar, pierden el tiempo conmigo; Carmen Vallejo

Le digo que la quiero y me pregunta
"Qué significa eso para ti?"

Yo intento responder.

Pero una bandada de pájaros furiosos
sale volando desde el fondo de sus ojos
directa
a mi garganta.


Y quiero decirle
que quiero esta magia cada día en mi vida .

Y que no soy yo quien tiembla,
sino mi mundo entero
cada vez que me aprieta contra su pecho
en medio de la noche.

Y que no es casualidad
que cuando camino a su lado
el mundo se nos llene de pájaros
que deciden aterrizar en mi piel

porque es cuando me coge de la mano
que la carne se me empieza a llenar de alas.

Y entiendo entonces
que solo puede andar entre las nubes
aquel que sabe volar a ras de suelo.
Y que ella puede.


Y que no existe el miedo si mis precipicios
empiezan a tomar la forma de su cuerpo.

Y quiero decirle todo lo que las palabras no podrán contarle nunca.

Pero la miro.

-Como se mira a lo inalcanzable cuando nos roza por primera vez-.

Y callo.

Porque no hay silencio más hermoso
que este que viene cada noche
a bailar al compás de su respiración
a ras de mi piel
cuando las yemas de sus dedos
buscan mi cuerpo entre la oscuridad
para trazar en él
dibujos imposibles.

Y supongo que no se quedará conmigo,
pero quién quiere futuros
cuando el presente está tan repleto de infinitos.

Cuando su piel aquí.
Llenándome la sábana de plumas.

No hay altura en el cielo que pueda competir con este vértigo.



1 de mayo de 2015

Algo de tu nada, Flavia Ricci

Vos en tu vereda de Nada, donde nada hubo ni hay. Yo en la mía de Algo. Y ahora te doy la razón, cruzo a tu vereda de la Nada: no echo de menos nada (nada había en vos), hablo de nada (nada nombraste vos) y no me acerco nada (fueron tan prolijas tus distancias). Te doy la razón, lo entiendo ahora. Te acompaño entonces en tu vereda de la Nada. Pero entonces no vas a decirme que echás de menos Algo, que querés nombrar Algo, que te querés acercar Algo. Sobre todo no vas a decirme eso desde el silencio, porque no lo admito, ni escucho ni leo. Sobre todo no vas a decírmelo desde tu parálisis en la vereda de la Nada, porque eso es traicionar la esencia. No, tenés que saber que si Algo querés, tenés que moverte, cruzar a la vereda, la vereda del Algo. No temas, podés hacerlo por la senda peatonal, mirando fijo el semáforo para cerciorarte que está en rojo y nada va a pasarte. Seguramente será la senda más larga de tu vida: pero está marcada, hasta cerrando lo ojos podrás sentirla guiándote. Entonces, situándote en la vereda de Algo, en esa en la que yo estaba porque vos me colocaste allí, quizás puedas decirme algo, extrañarme algo, acercarte algo. No desde donde estás, nunca pero nunca más.




27 de abril de 2015

Canción para todas las que eres , Eliseo Diego

No solo el hoy fragante de tus ojos amo
sino a la niña oculta que allá dentro
mira la vastedad del mundo con redondo azoro,
y amo a la extraña gris que me recuerda
en un rincón del tiempo que el invierno ampara.
La multitud de ti, la fuga de tus horas,
amo tus mil imágenes en vuelo
como un bando de pájaros salvajes.
No solo tu domingo breve de delicias
sino también un viernes trágico, quien sabe,
y un sábado de triunfos y de glorias
que no veré yo nunca, pero alabo.
Niña y muchacha y joven ya mujer, tú todas,
colman mi corazón, y en paz las amo.





Vuelve a mí, Flavia Ricci

Sí, alguna vez estas palabras fueron para vos
Pero recordá también que antes de vos
tengo una vida con historias
y estas palabras eran tan sólo mías.
Ahora te pido que cuando me leas
no te sientas responsable de lo que cuento.
Todas estas palabras de amor
han vuelto a mí.
Y las obsequio de ahora en más
solamente a quien las merezca,
sin quedarse a medias.
Yo te libero de mis palabras
que tanto te amaron.





Qué me importa, Idea Vilariño

Qué me importa el amor
lo que pedía
era tu ser entero para mí
en mí
en mi vida
aunque no te tuviera
aunque en días semanas meses años
no tuviera aquel dulce olor a flores
de tu piel suave usada
que me daba
todo el amor del mundo.
Lo demás
el amor
qué importaba
qué importa.




26 de abril de 2015

Hablo, Flavia Ricci

Tu mundo es de imagen, yo soy de palabra, pero hubo un puente que quizás hablaba de otra forma de comunicación, a medio camino entre una y otra. Quizás transitamos ese puente, o al menos lo hemos visto. Hablo de las distancias, hablo de tu mano con la mía una tarde cualquiera, hablo de tu mirada hacia mí en los momentos justos y enfatizando tus palabras, nombrándome sin decirlo, justo ahí y no porque sí. Hablo de mi sorpresa por tu forma de decir, hablo de tus gritos en silencio. Hablo de la distancia que pusiste en las palabras, hablo de retroceder. Hablo de verte cada vez más lejos, hablo de ceñirme a tu mundo-imagen. Y entonces jamás nombrarme, bastarte esa mirada justa cuando decís algunas palabras, siempre a medias, que avanzan y retroceden como olas. Hablo de tu torpeza por no constatar que yo miraba por la ventana mientras hablabas. Atenta a lo que escuchaba pero sin poder fijar mis ojos en vos. Hablo entonces de querer disfrutar de lo que decías, los tonos, texturas, pausas en tus palabras. Pero hablo también de tu apropiada distancia física, de los abrazos medidos, de tu "hasta acá llegamos" diciéndomelo sin palabras. Y hablo de mí misma, quedándome en tu mundo de imagen. Al parecer el único que sabés decodificar. Hablo de verte aunque no te mire. 
Pero entonces ya sin hablar, sin nombrarte, así, solamente poder recordarte cuando alguien te nombre. Hablo entonces de poder decírmelo todo pero no confiar no en mí, sino en vos, qué grave eso. Hablo de no ser valiente ni tener coraje. Algo me indica que has construido tu seguridad a fuerza de no salir de tu mundo. O quizás solamente cuando alguien te invita. Hablo de que no sos capaz de nombrar. De elegir. Esa voz está tan dentro tuyo que solamente sos capaz de escucharla en el silencio de tu intimidad. Hay una voz que te indica qué hacer, qué mundos recorrer, hasta cómo sonreír. Hablo de que esa voz te recorre cada día, cada noche, aunque cierres los ojos, no escuches y estés en la más absoluta soledad. Hablo de traicionar mi confianza por tu cobardía. Y yo testigo mudo de tu evidencia. Hablo de algo mucho más allá. Hablo de que todo eso hace que en mí se desvanezca toda admiración, ilusión, ansias de verte. Y quede solamente es cascarón, si es que queda, del inicio que tuvimos.






Idea Vilariño x 2

Lo que siento por ti es tan difícil...

Lo que siento por ti es tan difícil.
No es de rosas abriéndose en el aire,
es de rosas abriéndose en el agua.
Lo que siento por ti. Esto que rueda
o se quiebra con tantos gestos tuyos
o que con tus palabras despedazas
y que luego incorporas en un gesto
y me invade en las horas amarillas
y me deja una dulce sed doblada.
Lo que siento por ti, tan doloroso
como pobre luz de las estrellas
que llega dolorida y fatigada.
Lo que siento por ti, y que sin embargo
anda tanto que a veces no te llega.


Tal vez no era pensar, la fórmula, el secreto

Tal vez no era pensar, la fórmula, el secreto,
sino darse y tomar perdida, ingenuamente,
tal vez pude elegir, o necesariamente,
tenía que pedir sentido a toda cosa.
Tal vez no fue vivir este estar silenciosa
y despiadadamente al borde de la angustia
y este terco sentir debajo de su música
un silencio de muerte, de abismo a cada cosa.
Tal vez debí quedarme en los amores quietos
que podrían llenar mi vida con un nombre
en vez de buscar al evadido del hombre,
despojado, sin alma, ser puro, esqueleto.
Tal vez no era pensar, la fórmula, el secreto.
sino amarse y amar, perdida, ingenuamente.
Tal vez pude subir como una flor ardiente
o tener un profundo destino de semilla
en vez de esta terrible lucidez amarilla
y de este estar de estatua con los ojos vacíos.
Tal vez pude doblar este destino mío
en música inefable. O necesariamente...