21 de junio de 2015

El encuentro, K. Mansfield

Comenzamos a hablar
Nos miramos; dejamos de mirarnos
Las lágrimas ascendían a mis ojos
Pero no podía llorar
Deseaba tu mano
Pero mi mano temblaba.
No dejabas de contar los días
Para nuestro siguiente encuentro
Pero las dos sentíamos en el corazón
Que nos separábamos para siempre.
El crujido del reloj llenaba la habitación,
Escucha, dije, es tan fuerte
Como el galope de un caballo en un sendero solitario
Así de fuerte - un caballo galopando en la noche.
Me hiciste callar en tus brazos
Pero el sonido del reloj ahogó el latido de nuestros corazones.
Dijiste `No puedo irme: todo lo que vive de mí
Está aquí para siempre'.
Después te fuiste.
El mundo cambió. El ruido del reloj se hizo débil
Se fue perdiendo –se tornó minúsculo-
Susurré en la oscuridad: “Moriré si se detiene”.





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