1 de mayo de 2015

Algo de tu nada, Flavia Ricci

Vos en tu vereda de Nada, donde nada hubo ni hay. Yo en la mía de Algo. Y ahora te doy la razón, cruzo a tu vereda de la Nada: no echo de menos nada (nada había en vos), hablo de nada (nada nombraste vos) y no me acerco nada (fueron tan prolijas tus distancias). Te doy la razón, lo entiendo ahora. Te acompaño entonces en tu vereda de la Nada. Pero entonces no vas a decirme que echás de menos Algo, que querés nombrar Algo, que te querés acercar Algo. Sobre todo no vas a decirme eso desde el silencio, porque no lo admito, ni escucho ni leo. Sobre todo no vas a decírmelo desde tu parálisis en la vereda de la Nada, porque eso es traicionar la esencia. No, tenés que saber que si Algo querés, tenés que moverte, cruzar a la vereda, la vereda del Algo. No temas, podés hacerlo por la senda peatonal, mirando fijo el semáforo para cerciorarte que está en rojo y nada va a pasarte. Seguramente será la senda más larga de tu vida: pero está marcada, hasta cerrando lo ojos podrás sentirla guiándote. Entonces, situándote en la vereda de Algo, en esa en la que yo estaba porque vos me colocaste allí, quizás puedas decirme algo, extrañarme algo, acercarte algo. No desde donde estás, nunca pero nunca más.




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