5 de marzo de 2008

Esperando, Al-Taïr


No hay como los viernes cuando va cayendo el sol. Es como si todo aun estuviese por escribirse, y aun no hay tiempo de reproches ni de éxitos, ni de fracasos. El mejor momento es aquel en el que sabemos que estamos esperando, pero esperando con una certeza de que lo que queremos que ocurra ocurrirá. Llegamos a casa con una botella de buen vino tinto, ponemos música suave, encendemos velas en el baño con un incienso y nos metemos en la bañera cuando el agua está a punto. Cerramos los ojos y sin mirar el reloj sabemos con certeza que llegará ese momento, sonará el timbre y él habrá llegado. Él, que no sólo indica un hombre sino a "ese" hombre. Suena el timbre, abrimos, en la mesa hay velas, dos copas y el vino, quesos, salmón rosado. El mejor momento de mi semana es ese: en el que todo está por escribirse hacia el fin de semana, en el que aun queda la noche del viernes, virgen, y las otras dos un poco más desgastadas del final. Allí donde hay mucho que contar, porque hay mucho de ausencia y necesidad de presencia. Allí donde hay miradas, abrazos, palabras. El mejor momento es ese en el que quisiera que el tiempo se detuviera, el famoso tiempo que dicen que todo lo desgasta, pero no me lo termino de creer. El mejor momento es ese en el que degustamos un brie escuchando Enzo Enzo y bebiendo un Ruca Malen bien patagónico. El mejor momento es ese en el que echamos la cabeza hacia atrás sobre el sofá y parece que todo gira de la emoción. El mejor momento es ese en el que aun hay tiempo para hacerlo bien. El mejor momento es ese, los viernes por la noche mirando el verde desde mi ventana, sentada en el suelo, esperando ... a esa persona que sé que llegará.

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