30 de agosto de 2012
Huevo y chorizo, Flavia Ricci
Tengo pocos recuerdos de mi infancia, pero uno de ellos, que viene con olor a comida, es el deleite que para mí suponía comer huevos fritos. Era una extraña relación entre las escasas veces que me los preparaba mi mamá con el gusto de ese exquisito plato. A todo esto colaboraba que muchas veces me lo prometían, pero esas promesas terminaban inconclusas. Con ese mismo respeto preparo huevos fritos muy de vez en cuando. Y cuando lo hago, me concentro rompiendo la cáscara y abriéndola con mis dos manos con sumo cuidado, no sea que se rompa la yema. Pensaba en todo eso mientras esta noche tomaba un cabernet en la cocina de casa, sin mi madre pero con un huevo haciéndose en el teflón. Perfecto, con la yema líquida y la clara hecha, como siempre me gustó. Los choricitos con pimentón rojo esperaban su turno. Pero jamás, jamás, tendrán el protagonismo de un huevo frito. Qué querés, chorizo .... estoy recuperando recuerdos ...
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