Frente a tu mano, mi letra. Frente a tu artesanía, mis libros. Frente a tus silencios, mi voz. Miro todos esos cables mientras oscurece, miro las sombras que salen de mis libros, todos esos libros, todas esas voces. La mano acude pronta a hacer, la letra en cambio a reflexionar. La mano acude sin dudarlo a la acción, la letra al pensamiento. Caminando a oscuras re-descubrí que gran parte de tu silencio escondía sabiduría. Caminando descalza por el living a oscuras con sahumerios y en puntas de pie, llegué al ventanal y salí hacia el balcón. Todo este tiempo tu mano y mi letra, pero todo este tiempo también mi mente y la tuya. Tus objetos hablan, yo no sé cómo callarlos, mis letras son torpes, tus manos poderosas. El silencio irrumpe en mis letras, las tiñe, se apropia de ellas. He intentado imaginar tu historia a partir de tus objetos y habilidades. Y una vez más, de nada ha servido mi letra. He intentado meterme en la cabeza ese mundo de gnomos, duendes y tierras lejanas, pero me parece desconocido, inalcanzable e ilegible. He intentado ser práctica y breve, pero las letras me avasallan. He intentado perder el miedo a los 220w, pero sigo siendo la misma ignorante de antes. He intentado muchas veces hacer, cuando sólo me ha salido pensar. He intentado dibujar en perspectiva, aunque no sea la tuya, pero continúan dibujándose garabatos.
En suma, he aprendido (una vez más) a descifar tu mundo de manos y objetos, de historias jamás contadas, de tesoros y fantasías. Me he dado cuenta que he sido una imbécil egoísta. No sé si vos no lo has sido también, pero desde luego que yo lo he sido. He aprendido a buscar palabras, pero sin voz. Y también sin vos, claro, porque aquellas manos ya son manos del pasado.
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