31 de marzo de 2015

Un aprendizaje o el libro de los placeres, Clarice Lispector

Lori marcó el número de teléfono:

—No podré ir, Ulises, no estoy bien.

Hubo una pausa. Él finalmente preguntó:

—¿Físicamente no te encuentras bien?

Ella respondió que no era nada físico. Entonces él dijo:

—Lori —dijo Ulises, y de pronto pareció grave aunque hablase tranquilo— Lori: una de las cosas que aprendí es que se debe vivir a pesar de. A pesar de, se debe comer. A pesar de, se debe amar. A pesar de, se debe morir. Incluso muchas veces es el propio a pesar de el que nos empuja hacia delante. Fue un a pesar de el que me provocó una angustia que insatisfecha fue la creadora de mi propia vida. Fue a pesar de que me paré en la calle y me quedé mirándote mientras esperabas un taxi. Y desde luego deseándote, ese tu cuerpo que ni siquiera es bonito, pero es el cuerpo que quiero. Pero te quiero entera, con el alma también. Por eso, no importa que no vengas, esperaré el tiempo que sea necesario.


—¿Por qué nunca te has casado? —preguntó ella inoportunamente.


—Es que —y su voz era la de quien sonreía—, no he sentido la necesidad y por suerte he tenido las mujeres que he querido.


Ella se despidió, bajó la cabeza con pudor y alegría. Pues a pesar de, había sentido alegría. Él esperaría por ella, ahora lo sabía. Hasta que ella aprendiese.



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