19 de marzo de 2015

Ex voto, Eugenio Montale

Sucede
que las afinidades del alma no lleguen
a los gestos y a las palabras sino que permanezcan
difusas como un magnetismo. Es extraño,
pero pasa.

Puede ser
que sea cierta tan sólo la lejanía,
cierto el olvido, cierta la hoja seca
más que el fresco pimpollo. Todo eso y más
puede darse o decirse.

Entiendo
tu obstinada voluntad de estar siempre ausente
porque sólo así se manifiesta
tu magia. Innúmeras son las astucias
que advierto.

Insisto
en buscarte en la astilla y nunca
en el árbol enhiesto, nunca en lo lleno, siempre
en lo vacío: en eso que hasta el taladro
resiste.

Era o no era
la voluntad de los numen que presidían
tu lejano hogar, extraños
multiformes multialmas animales domésticos;
quizás sólo me lo parecía
o no era así.

Ignoro
si mi inexistencia sacia tu destino,
si la tuya colma el mío que se desborda,
si la inocencia es una culpa o bien
se gesta en el umbral de tus lares. De mí,
de ti todo lo sé, todo
lo ignoro.




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