17 de octubre de 2008

Muda, Flavia Ricci

Querido vos,

Después que te fuiste, bastante después, nuestros sentimientos vinieron a pedirme explicaciones. Me pregunté por qué a mí, por qué si en toda relación por lo menos hay dos. Pero ellos, decididos, me interpelaron no sólo una, sino muchas noches. Intenté escaparme, intenté mirar a los lados, intenté hacer otras cosas, pero ellos ahí, firmes, pidiéndome explicaciones. Yo quería y no quería recordar. Quería porque aquellos meses fueron movilizantes, mágicos, fascinantes. Y a mi vez no quería recordarlos porque era mucho el contraste entre aquello y esto. Suena raro esto que voy a decirte, pero aunque el vacío se defina como aquello que no contiene nada, te aseguro que el vacío que dejaste en mi vida tiene un contorno muy definido, y casi puedo verte cada noche a mi lado, en nuestra cama, aunque no pueda abrazarte.
Querido vos, he intentado hasta donde he podido continuar sin vos, pero me he dado cuenta que no sólo no es lo mismo, sino que en un momento dado, más allá de las personas que conozcamos, de nuestras amistades, ocupaciones y demás felicidades, la vida nos pone cara a cara con nuestros pendientes. Y vos, querido vos, sos un pendiente porque esta vida canalla y estas circunstancias por las que tuvimos que pasar como pudimos no me han permitido demostrarte que una y otra vez te elegí y te volvería a elegir a vos.
Así que, cuando nuestros sentimientos han venido cada noche a buscarme, yo tenía ganas de enviarlos a tu casa a que te fastidiaran de la misma forma a vos. Pero al final no lo hacía, me quedaba en silencio en el balcón imaginando la misma perspectiva que vos tuviste alguna vez cuando miraste Buenos Aires desde el mismo sitio. Y tocaba y toco cada cosa que me rodea como si la reconociera, ahora que la ausencia de que no estés me ha dejado sumida en un redescubrimiento de mí misma.
Entonces, aunque no quiera te colás varias noches a la semana entre mis sueños. Y allí estás. Vaya idiotez, podrás decir, sueña conmigo y ya. Pues yo me contento y me alegra la vida (vos me la alegrás) cuando siento que he logrado aquello que antes no podía: soñar con vos. Acordate cuando vos respirabas de mi propia respiración y no te apartabas un centímetro de mí, hombre-lapa, increíblemente cariñoso. El hombre de las manos del artesano admirable.
He vivido estos meses con esas energías, escasas tal vez, pero suficientes para ir dosificándolas y que me alcanzaran para sobrevivir al vacío de estar sin vos. Y creo que llegó este punto en el que se me han acabado. Recuerdo una y otra vez cosas que quisiera decirte, porque el único destinatario sos vos. Y porque creo que sos el único que las entendería. Y al final, quién iba a decirlo, me callo. Y entonces llegan nuestros sentimientos, que creo que a estas alturas son sólo míos. Y me miran, y me interpelan, y me empujan a hacer algo. Y yo los miro, seria, luego triste, y sólo puedo llorar. Llorar tu ausencia, mi querido vos.

No hay comentarios.: