Atendí mi celular pensando que eras vos. Porque había pensado todo el día en vos, en tus ojos atentos, firmes, como en segundo plano. Y la voz se te parecía, o quise que se pareciera. En todo caso, después de "tu" hola comencé a hablar como si fueses vos de aviones y de cómo habías llegado. El otro, pensaría que yo deliraba, me siguió la charla hasta que después de unos minutos logré darme cuenta con quién estaba hablando (y no tiene importancia aquí): no eras vos.
¿Cómo empezar? Con una pregunta. ¿Cómo seguir? Dejando todo lo que pasó atrás, como siempre. ¿Cómo esperar? Esperándote cada día, esperando un mail tuyo.
Tu mano firme tomó la mía esa noche. Por suerte no había casi luz, porque me sonrojé, me puse nerviosa, la dejé como inerte. Y eso, mi querido nacional-internacional tiene una sola explicación: no pasás desapercibido.
No sé qué hizo Alejandro Magno para que lo admiraras, yo te lancé un Claus Kinski. No me mires tan intensamente .... me pierdo en tus ojos azules de Mediterráneo y viajo a Grecia ida y vuelta con vos, mi querido marinero. La vida .... esa bendición de cada día. Buenos Aires tiene más y mejores aires, ahora que estás por aquí. Festejemos que la vida nos cruzó. Y volvé pronto ... un mes, dicen, no es nada. Yo guardo tus sms y cuando los leo me parece mentira que hayas estado aquí, y tu mano aquí. Y nada .... vos y yo aquí, ahora. Dinata, dinata ...
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