14 de febrero de 2015

Suelta, Flavia Ricci

Pero yo, le dijo mirando toda la extensión de su brazo que finalizaba en sus manos aferradas, no temo dejar que mi mano descanse. Y tú, tú verás si quieres aferrarte. Muchas personas verán nuestra sagrada, inexplicable unión y querrán imitarla algunos, otros quebrarla. Quizás hubiese sido más fácil mantenernos en secreto. Pero ¿sabes qué? la energía nos sobrepasa. El mar nos llama, aquí mismo donde estamos, es la arena la que nos cuenta todas las respuestas. Silencio. No voy a mantenerme mucho más aferrando tu mano si no siento que una fuerza contrarresta mi fuerza. Porque en la unión de nuestras manos está la unión, y no en mi fuerza aferrando tu mano. No temo que nadie se interponga, ni lo que de mí te cuenten. Así le dijo. No temo a la verdad ni a que descubras mis más profundos pensamientos, porque así es la verdad. No le temo a la pureza ni al silencio. No le temo al tiempo. No le temo a darme cuenta que si te suelto no aferre tu mano la mía. Antes de haberse aferrado, le dijo, yo veía toda esa energía. 

Así habló el Dragón de fuego, en silencio. Y todo cambió. El mar. Y la arena. 





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