12 de febrero de 2015

Contar, Flavia Ricci

Vos contame, como si yo no supiera, de dónde viene esa larga mirada o esa espalda cansada. Contame, porque a medida que nombrás constato lo que sé, todo lo que percibo, lo que leo en vos. Pero entiendo que necesites verbalizar todos esos sentimientos, enumerar hechos cronológicamente para que quizás se ordenen en tu mente. Cuando me hablás, no es que vea lo que me decís en ese momento, sino que entiendo tus palabras como simples fonemas que se unen para dar sentido a todo aquello que tenés dentro. Nombrar es asumir. Luego de decir compartiremos lo que sabemos. Y esa intimidad que me regalás te la agradezco y valoro. 
Las palabras son simples hilos que salen de tu boca pero, yo que te leo, me comunico en silencio. Esos hilos vienen de adentro, de muy adentro. Y salen cuando nombrás. 
Yo te escucho, como siempre, atentamente. Pero son tus manos las que antes hablaron, son tus ojos o mejor, tu mirada, es cada uno de tus movimientos, son tus palabras, acuciantes, desmedidas, angustiadas, que trepan por donde sea con tal de llegar a destino. Son telas, sonrisas, luces, tiempo. Son sonrisas por descubrir y sonrisas por recordar. Es una caminata que ha de llegar. Es un mar que debo regalarte. Es el silencio que nos invade. Ese silencio que se llena de compañía y no precisa palabras. Contame, necesitás asegurarte que te escuche y que sí, es cierto, que lo sé. Pero date cuenta que lo sé antes de que lo cuentes, porque desde antes he estado atenta. Porque cualquier diálogo se inicia en silencio. Ese silencio que tiene tanto de presencia, de sin palabras. Pero vos contame, yo te escucho atenta.


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