14 de julio de 2014

Tarde (II), Flavia Ricci

Tiempo y momento no siempre van de la mano. A veces llega el momento, pero no llega a tiempo. Me he quedado sin palabras. Me duele todo el cuerpo. Me dolés vos. Me duelo yo. Me duele todo esto. Quiero estirar la mano, pero estoy cansada. Quiero hablarte, pero me he quedado muda. Me duele todo el cuerpo, tan adentro. Qué voy a decirte, si estás pero te vas. Qué voy a explicarte, si no te interesa. Qué voy a apostar, si no hay ninguna reciprocidad. Descansaba en tus palabras, ahora como mucho capto alguna. Y si no me apresuro, otra vez: desaparecés. 

Tiempo y momento no siempre van de la mano. 

Cierro los ojos, respiro. 

No he perdido nunca la serenidad. 

Quizás he perdido un poco bastante las esperanzas en vos. 

Hay que saber parar a tiempo. Puede que no haya hecho lo suficiente, pero vos no hiciste nada. O sí, paulatinamente me dejaste clara tu postura. Ante tu silencio, mis dudas. Pero ahora ante tu silencio, mis certezas. No te acerques, soy yo la que quiere alejarse. No me abraces ahora, como si te dieras cuenta en este momento. No hables, no es necesario ¿qué vas a decirme? Nada, nada puede ser suficiente cuando lo único que quería sabemos lo que era.

El tiempo se ha ido. No es tuyo, no es mío. No es nuestro. Si querías que me fuera, pues lo dicho: me he ido.

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