6 de abril de 2014

Asfixia, E. Bellmann

- Mañana la dejo.

Cómo habrá sido su día. Cuáles serán sus desvelos, cuáles sus preocupaciones. ¿A quiénes amará?
¿Por qué este torbellino nocturno no luce desprolijo? ¿Por qué sabe, siendo tan linda, ser tan exacta? ¿Por qué acumula misterio y condensa tantas cosas que yo no sé? (...) 

La imagino en la cama y con un hombre. La supongo ardiente pero pasiva, perdiendo el dominio de sí, cediendo y dejándose llevar. Desaparece la seguridad que destila, abandona la altivez y resurge frágil y suave, emite quejidos tenues, y a veces balbucea palabras ininteligibles. Abraza para no perderse; pide más y cuando pide más, pide que la lleven con lentitud a algún confín, al paraíso que anhela tanto como esquiva (...) 

- Hoy la dejo - pienso. Miro la ciudad que amanece lluviosa y fría por la ventana de la cocina, apuro un café de pie y escucho las primeras noticias.


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