6 de mayo de 2009
Hasta que la muerte la separe, Flavia Ricci
De manera tal que un día, inesperadamente, lo invitó a rodar por sendas y montañas para ver la ciudad. Miradas cruzadas, pasados comunes, sonrisas cómplices, manos entrelazadas. Llegaron a un mirador desde donde se apreciaba la ciudad toda, redonda y rodeada de muros milenarios. Manos entrelazadas, de repente lo empujó con toda su furia y con gran parte de su fuerza. Hasta que la muerte los separe, había dicho el cura. Ahora, entonces, era una soltera más.
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