18 de octubre de 2007
Bendito tú eres entre todas tus mujeres, Flavia Ricci
Tomó un café por no abrir el libro que llevaba consigo. Miró hacia la calle, despreocupada, desenamorada. Hizo memoria, días, besos, la nada ... No tenía mérito estar con ella simplemente porque él no estaba con el resto. Siempre creyó que elegir, es elegir a uno y por sobre todos. No una cuestión de soledad, no un "hasta que lleguen los demás". Y por eso jamás había elegido a nadie. Trazó hipótesis en un papel en blanco, le gustaba graficar sus pensamientos. Muchas veces, tanto los gráficos como sus pensamientos eran incomprensibles para el resto. Recordó lo fuerte que se había sentido con él, si estiraba una mano creía que aun podía palpar esa sensación. Sin saber que él estaba allí porque le convenía, por no sentirse solo. Ella sintió nuevamente el paseo de los días sin fin del futuro que creía tenían por delante. Recordó esa sensación de verse con él en el reflejo de algún cristal callejero. Recordó sus ganas de llorar y poder explicarle, aunque no podía con palabras, que esa noche dio vuelta la página, se quitó de encima varios días de corazones rotos y el peso de los vasos vacíos, con besos anónimos. Miró sus manos, ávidas por tocarlo todo. Lloró, de desamor, vacía. "Sigue tu intuición", le habían dicho desde Barcelona en la tarde, y sus dudas afloraban a la vez que aparecían recuerdos de años atrás. Dos copas, dos velas, dos miradas y un sólo hombre, él. Una vez más, él. La vida sigue, chiquilla .... una mancha más al tigre, una sonrisa que aflora nuevamente, una confirmación de su mala puntería que llevaba años, a veces adrede, a veces sin querer. Nada que él hiciera podía volver a hacerla sentir elegida, porque había abierto los ojos. Pidió otro café, abrió su agenda e hizo una llamada. Qué le hace una mancha más al tigre .... guapa.
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