Ella no esperaba que él la esperara, él no esperaba que ella lo llamara. Y así, sábado tras sábado, ambos esperaban al otro unicamente esperando, como si ello fuese suficiente y el amor se mantuviera por inercia y voluntad. Hasta que una vez, aunque se continuaban esperando, ambos se cruzaron por Corrientes de la mano de otro, que no había esperado que lo esperaran, sino que se había lanzado sin más.
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