20 de julio de 2006

Las olas, Flavia Ricci

Aunque la seducía aquello de las idas y vueltas (Las idas con vueltas aseguradas eran más fáciles de llevar), aquella mañana, cuando salió a su jardín con un humeante café con crema se dio cuenta que de lo que estaba harta era del antes y el después. De que todo, absolutamente todo, fuese un antes y un después. Un antes y un después de verle, de abrazarle. Y que él, imbécil, no fuese capaz de darse cuenta. Ya nada podía hacer ella, excepto volver al tiempo plano, sin antes ni después. Tiempo de futuro.

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