8 de abril de 2015

De la capacidad de leer (IV), Flavia Ricci

En ese caminar solitario iba yo, sin escuchar mi nombre. Hasta que un día lo oí tras de mí ¿o era delante? Pudo haber sido a mi lado. En cualquier caso me giré al oírlo. No había dudas: mi nombre está en mí. Los ecos de ese nombrarme me acompañaron días, noches e incluso madrugadas. Las resonancias de cada una de las letras en ese tono de voz. Era cerrar los ojos y caminar por línea recta.
En este dejar de nombrar, que casi me hace dudar que hayas nombrado alguna vez, camino en solitario nuevamente. Me pongo en marcha, paso a paso. No soy la que fui antes de escuchar en tu boca mi nombre, no puedo volver a ser esa. Allí, no te conocía ni esperaba. No vas a decirme que es igual el sendero que me llevó de aquello hasta vos, a través de tus palabras, que desandarlo ahora que no las escucho y volver a ese punto cero como si vos no estuvieses. Porque estás. No vas a decirme que la fuerza que tiene nombrarte y saber que estás pueda contrarrestarse con dejar de hacerlo, como si con ello bastara para borrarte. Porque existe la memoria, esa que se debate entre recuerdo y olvido, pero en cualquier caso nos impide ser como antes, amor.

Aquella que era antes de todo este mundo de palabras, aquella no puedo volver a ser. Esas palabras que pusiste en orden para trazar ese sendero por el que yo debía andar. Y con sorpresa anduve. Ese sendero ahora sin palabras que deja sinuosos caminos intermedios, curvas, rotondas, sin señales. Ese camino desando en mi caminar solitario, a tientas, tan a oscuras. Tan sin querer desandarlo que hasta regreso por donde fui de espaldas. Sin girarme. Y voy deshaciéndome de esas palabras que resonaban. Casi me cuesta creer que las hayas pronunciado ¿fue todo aquello un sueño? El camino que anduve lo desando para volver a ser aquella, la que sé que no puedo ser. Suelto palabras al viento. Dejo palabras en el mar. Cierro los ojos y llego al abismo del silencio más hondo. Agudizo los oídos. Y juro que te escucho. Respondo en silencio. Y arrojo lejos la antorcha que ilumina el camino. Estoy aquí, detenida en el abismo. Dejo de caminar, desde este abismo, vuelo.






No hay comentarios.: