23 de septiembre de 2014

Imatge, Flavia Ricci

Fue en un viaje de Barcelona a Tarragona e íbamos a la casa de una de sus (mejores) amigas. Me preguntó, mientras yo miraba a través de la ventana el Mediterráneo, por qué jamás miraba a los ojos. Yo no sé si la miré, pero sonreí. Una vez más, me decía algo que los demás habían notado, pero a la vez callado. Ella no, ella no era como los demás. Le dije que no era de mirar a las personas a los ojos y esta vez ella fue quien sonrió. Me dijo que creía que tenía un problema para fijar la mirada, pero era un alivio saber que se debía a una elección. Tiempo después viajé a Brasil y cuando llevé a revelar las fotos (en aquel momento se hacía), en la tienda me dieron de obsequio un llavero. El empleado me dijo que habían elegido la foto en que se me veía más feliz. Había imágenes de Brasil, de Tarragona y de Barcelona. Di vuelta el llavero y vi una imagen en el puerto de Tarragona: estábamos ella, su amiga y yo. Es cierto, se me veía muy feliz. Aun conservo ese llavero y de vez en cuando miro la foto. Cuántos km entre Barcelona y Argentina. Pero sigo feliz.

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