26 de marzo de 2011

Haruki Murakami

- Tienes el pelo muy bonito, le dije.

- Gracias, repuso ella.

- ¿Te lo había dicho alguien antes?

- No, nunca. Tú eres el primero.

- ¿Y qué efecto te ha producido?

- Pues no sé, dijo y, con las manos embutidas en los bolsillos del abrigo me miró a la cara- Ya he comprendido que has alabado mi pelo. Pero, en realidad, no es más que eso. Mi pelo ha despertado algo en tu interior y es de eso de lo que estás hablando, ¿verdad?

- No, yo estoy hablando de tu pelo.

Ella esbozó una pequeña sonrisa y pareció buscar algo en el aire.

- Lo siento. Es que no logro acostumbrarme a tu manera de hablar.


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- Quizá me esté metiendo donde no me llaman, pero voy a darte un consejo. Pasados los treinta y cinco, es mejor dejar la cerveza -dijo el canijo-. La cerveza es para los estudiantes o para los obreros. Echas barriga, y es una bebida sin clase. Cuando llegas a cierta edad, sientan mejor el vino o el brandy.

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