A veces, pocas, cuando la vida me pasaba por encima simplemente me quedaba mirando, muda. Por más esfuerzos que hiciera no me salía palabra. Muchas veces, colgada de un recuerdo o de un sueño podía quedarme todo el tiempo del mundo. Después llegaba a mi computadora y necesitaba escribir. Muchas veces, el silencio me gana. Entonces crece en mí una avalancha de pensamientos, rostros y actos. Y escribo.
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