20 de enero de 2008
La génesis del nosotros, Al-Taïr
A la conquista de tu interés, de tu mirada, de tus besos, de tu piel. A la conquista de todo aquello me lancé casi sin conocerte y sin saber si querrías seguir conociéndome. A la conquista de las palabras, de tus silencios y de los míos, de tu pasado y del mío, de nuestras alegrías y de nuestros fracasos. Al encuentro, nuestro encuentro, el de dos mundos diversos pero que intuía complementarios. Todo un día o más por delante, yo me hubiese conformado con mucho menos en aquel entonces. Se acercaba la noche, la promisoria y definitiva noche. ¿Nuestra primera noche? Y toda mi experiencia quedó disuelta en un mar de incertidumbre sobre el futuro. Esta vez, me importaba aquello que tenía frente a mis ojos. A la conquista del espacio, esa era la primera conquista a la que debía lanzarme. Pero no me atrevía a moverme y la noche comenzaba a llegar a un punto en donde más palabras agobian, pero el silencio obliga a alguna acción. Cada vez que lo recuerdo, sin saber demasiado cómo llegamos a ello, cierro los ojos y un cúmulo de emociones viene a mí: aquella primera vez en donde tus ojos y los míos se miraron más allá de lo que veían. Y celebro aquella vez en que tocarte, tocarte una pequeña parte de tu dedo, de tu rostro, de tu cuello, para mí fue un caudaloso río de sensaciones que me sacudían por dentro. Aquella primera vez en que pude explorarte con mis ojos y mis manos para introducirme en tu mundo y presentarte el mío. Aquella primera sensación de lo desconocido, de lo que vendrá, de cuando sentí que todo estaba por escribirse, y quería que fuese contigo. Aquel momento previo a que un cuerpo se confunda con el otro, a que las manos se entrecrucen indiscriminadas. Quiero decir, aquella pequeña, tímida conquista de acercarme a tu espacio y rozarte sutilmente con mis dedos para saberte cercano y real. Esa noche, esa conquista primero poco a poco y luego urgente es la que tengo en la mente cada vez que te miro. Cada vez que caminamos juntos. Esa pequeña y delicada mezcla de sensaciones que viví cuando mi mano rozó la tuya y cuando ambas se cerraron unidas. Esa pequeña conquista de aquella primera noche en donde todo estaba por escribirse.
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