Tú piensas en palabras, para ti el lenguaje es un hilo inagotable que
tejes como si la vida se hiciera al contarla. Yo pienso en imágenes
congeladas en una fotografía. Sin embargo, ésta no está impresa en una placa,
parece dibujada a plumilla, es un recuerdo minucioso y perfecto, de volúmenes
suaves y colores cálidos, renacentista, como una intención captada sobre un
papel granulado o una tela. Es un momento profético, es toda nuestra
existencia, todo lo vivido y lo por vivir, todas las épocas simultáneas, sin
principio ni fin. Desde cierta distancia yo miro ese dibujo, donde también
estoy yo. Soy espectador y protagonista. Estoy en la penumbra, velado por la
bruma de un cortinaje traslúcido. Sé que soy yo, pero yo soy también este que
observa desde afuera. Conozco lo que siente el hombre pintado sobre esa cama
revuelta, en una habitación de vigas oscuras y techos de catedral, donde la
escena aparece como el fragmento de una ceremonia antigua. Estoy allí contigo y
también aquí, solo, en otro tiempo de la conciencia. En el cuadro la pareja
descansa después de hacer el amor, la piel de ambos brilla húmeda. El hombre
tiene los ojos cerrados, una mano sobre su pecho y la otra sobre el muslo de
ella, en íntima complicidad. Para mí esa visión es recurrente e inmutable, nada
cambia, siempre es la misma sonrisa plácida del hombre, la misma languidez de
la mujer, los mismos pliegues de las sábanas y rincones sombríos del cuarto,
siempre la luz de la lámpara roza los senos y los pómulos de ella en el mismo
ángulo y siempre el chal de seda y los cabellos oscuros caen con igual
delicadeza. Cada vez que pienso en ti, así te veo, así nos veo, detenidos para
siempre en ese lienzo, invulnerables al deterioro de la mala memoria. Puedo
recrearme largamente en esa escena, hasta sentir que entro en el espacio del
cuadro y ya no soy el que observa, sino el hombre que yace junto a esa mujer.
Entonces se rompe la simétrica quietud de la pintura y escucho nuestras voces
muy cercanas.
–Cuéntame un cuento –te digo.
–¿Cómo lo quieres?
–Cuéntame un cuento que no le hayas contado a nadie.
–Cuéntame un cuento –te digo.
–¿Cómo lo quieres?
–Cuéntame un cuento que no le hayas contado a nadie.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario