"Estás como desinflada", me dijo. Y pregunté qué había dicho para ganar tiempo y decirle que no, aunque sin convencimiento alguno. Aquella llamada parecía haberse metido sin pedir permiso en lo más profundo de mí, poniéndome en un estado de desánimo imprevisible. Había cosas que eran las de siempre, gente que se repetía, sitios, emociones. Y yo? Me había llegado la edad en la que una no puede prescindir del pequeño lujo de la cercanía? (to be continued .... or not)
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