26 de septiembre de 2012

Eco, Flavia Ricci

Me quedé haciendo malabares con tus palabras, peligrosas palabras, persuasivas palabras, sensuales palabras. Pensamientos que tuviste que verbalizar, llenándome de falsas certezas y de un vértigo que no quería. Palabras que quedaron ahí, sentando una base a donde podíamos regresar cuando no estuviéramos seguros de haberlas dicho. Palabras que no nos permitieron entonces retroceder, ni imaginar otros mundos con otras palabras, ni fantasear con que quizás uno de los dos no quisiera decirlo así. Palabras que me cercaron, que me llevaron a la acción, a una acción en base a esas palabras que te empecinaste en que dijera. Y te las dije. Con tus palabras me hiciste subir hacia una cima escarpada y filosa, que subí confiada casi corriendo y sin esfuerzos. En la cima, cuando quise compartir mis palabras, cuando quise recrearlas para dártelas, acaso con sinónimos igual de válidos, me habías dejado sola. A ciegas. Desconcertada. Vacía. Silencio. No hay palabras. Hay un eco, un eco de todo lo que me dijiste. No sé si lo he imaginado, así que regreso perdida a intentar encontrarte en tus palabras. Y solamente queda eso, vos no estás, vos desapareciste, a vos no te bastó encontrarme. Siento un eco, un eco acallado que se va apagando. Mi oído no escucha nada más. Te llamo. Te has ido. Después de todo aquel ruido, te has ido, no estás. 
Bajo como puedo de la montaña, dejo la cima. Vuelvo a dormir en lugares diversos, en casa y te busco, en vano. 
Voy quitándote, como si fueran post-it, los proyectos que había colgado para que vos, para que yo, hiciéramos. Se cierran puertas, viajes, comidas, risas, libros, películas, caminatas, amaneceres, noches, abrazos, besos. Quito todo, de a poco y con tristeza pero también con determinación. No me olvido de vos,  ni me olvido de todas esas cosas lindas que quiero hacer. Me olvido de todas las cosas lindas que quise que hiciéramos juntos. Quito la línea mental que unía tu persona, a esas cosas que quiero. Y te suelto, te dejo, me alejo de vos. Suena un eco, un eco después de todo aquel ruido. Jugaste conmigo, no me di cuenta, te creí. Escucho un eco, pero un eco cada vez más chiquitito

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