29 de octubre de 2015

Ring de box, Flavia Ricci

Indómito el tiempo, el nuestro. Me preguntás si te quiero o por qué estoy con vos. Sensación de libertad, de ser yo, de poder encontrarte y que vengas a mi encuentro. Seguridad cuando bajás la vista si te miro, y después tan desafiante y rebelde. Vuelo lejos, vuelo simple, vuelo libre. Y de a poco la ropa va quedando en cualquier sitio, sigo la caída libre de tu camisa o la trayectoria del pullover. Me acerco y me detengo en tu piel erizada por el frío de una noche de primavera que parece otoño. Casi no se oye nada afuera, dentro suena un piano. Me siento a mirar las luces. Libertad. Por favor. Libertad. Te doy un beso, de pie, de esos que no puedo terminar, caemos en la cama, nos enredamos, fluye todo el deseo de esta niña caprichosa. Todo lo demás no importa. Lo quise armar y no me fue nada bien. Dejemos eso. Ring de box. Veo los límites, estoy dentro. Libertad. Dame novedad. Dejemos que pase esta noche. Y otra noche. Y otra ... Vuelvo a ser yo. Palabras en la garganta. Corazón pleno de ser yo.









Viejo amor, Flavia Ricci

Nuestro amor iba de gemido en gemido, de mes en mes, nuestro amor adolescente y a tientas. Nuestro amor es viejo ahora, pautado, previsible, planeado. Nuestro maduro amor, que descansa en creer que lo dijimos todo antes, cuando dijimos a medias. En creer que callando pareceremos mentes sabias, personas que saben. Pero yo quiero ...

que me tomes de la mano porque sí, que irrumpan tus besos en mi boca, que corramos en una playa solitaria en octubre, ver una caída del sol. Que comiences a reírte quién sabe de qué, que me leas poesías hasta que nos interrumpa el día, cocinar comidas exóticas, beber vinos aterciopelados. Quiero elevarme a una nube, quiero que me hagas volar, quiero que lo callado coincida con lo pensado. Quiero palabritas simples y llanas. Quiero que recorras mi cuerpo una y otra vez. Quiero descubrirte cada día un poco.

Quiero mirar tus manos
entre las mías.
Y muchos abrazos.




24 de octubre de 2015

Divagues, Flavia Ricci

De su brazo. Trepaba y se aferraba a todo aquello como cuando escalaba montañas. Barcelona. Por Sarrià, tantos coches, tanto ruido, callecitas sin nombre ni momento. Todo pasaba en simultáneo. De su brazo volaba como si el tiempo fuera suyo. Abajo estaba Gràcia. Abajo la realidad, los compromisos, el reloj, la noche y el día, el orden, la espera, los quehaceres, el nombre y el apellido. Cerrar los ojos y volar. Todo aquello se terminaba. Bordeaba el abismo del final, donde no queda otra alternativa que hacer equilibrio para salir de allí. Y el adiós, un hasta luego ficticio. Todo, tan pero tan junto, todo. Y bajó a Gràcia.

¿Has visto alguna vez a un Dragón volar acompañado? Siempre vuelan solos. Y así sobreviven.