1 de noviembre de 2006

A girl revolution, Flavia Ricci


Pensaba en qué revolucionaria y liberal le parecía esa chica ... hasta que vio que cogía de la mano con devoción a una niña que parecía su hija (y lo era). Y él pensó "son todas iguales, van por la vida con camisetas de revolución y terminan casadas y con hijos". Se miraron, él le cedió el asiento en el 152 rumbo a Olivos y a poco de cruzar Puente Saavedra el trayecto los encontró uno al lado del otro y cada uno con asiento. Él escuchó perfectamente cuando ella le hablaba de su estilo de vida, y entendió que claramente era una chica liberal. Salió de su prejuicio y se enteró que ella era madre, pero no esposa. Y que jamás lo había sido y no estaba segura de querer serlo alguna vez. Entonces comprendió que quien era igual a todos era él: por prejuicioso y porque al fin, juzgándola madre y esposa, se había tranquilizado creyendo que el mundo tanto, pero tanto, no había cambiado.
Ambos miraron hacia la calle cuando el paréntesis de silencio se estiró tanto que no cabía otra alternativa si no querían despedirse. Ambos, a su manera, entendieron que podían ser revolucionarios. Ella pensó en todo ese mundo que poco a poco se le iba abriendo a su hija. En cómo su niña iba a tener que hacerse un sitio el día de mañana, y en lo que le costaría a ella soltarle su pequeña mano por primera vez cuando quisiera ir sola al colegio. Pensó en todas esas mujeres revolucionarias que día a día son madres y esposas, en que le explicaría a su hija que tal vez allí estaba la revolución. La suya, la de todos los días, la llevaba con orgullo más, mucho más profundamente que en esa camiseta de Barcelona que le habían regalado tiempo atrás.

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