26 de enero de 2009

Cosecharás tu siembra, Flavia Ricci



Llega un momento en la vida de una madre en la que podemos darnos el lujo de mirar algunos centímetros hacia abajo con una sonrisa de oreja a oreja por alguna ocurrencia de nuestros niños. Yo que deposito en Zoe todas mis expectativas, logros y alegrías e intento quitarle la mochila de alguna que otra frustración o desdicha personal (mía), me he sorprendido para bien una vez más. Hace unos días fuimos las dos a una biblioteca de Tres Arroyos, yo le enseñé dónde estaba la sala de lectura infantil y le dije que podía leer los libros que quisiera (es un decir porque aun no sabe leer). Días después regresamos a esa biblioteca y ella misma me pidió sacar un libro de literatura infantil para llevárselo a casa y que pudiera leérselo, como cada noche hago con alguno de los libros que tiene en casa. La miré y pensé qué bueno que haya heredado el amor por los libros y la lectura, no seré la primera ni la última persona en afirmar que quien lee más, vive más. Porque vive varias vidas, porque puede jugar con el lenguaje, porque da vuelta arriba y abajo las palabras, porque se ríe de las h mudas, de las y o los acentos. Porque se expresa mejor y procura que lo entiendan mejor también. Miré la sala de lectura que tenía una calcomanía de Fundación Leer y recordé mis pasos como Directora de Comunicaciones allí a poco de llegar de España a Buenos Aires. Por aquí habían andado ellos ... y salimos Zoe y yo con varios libros bajo el brazo, cómo no.

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