16 de junio de 2011

Invitación al viaje, Carlos Ruiz

¿Y ahora para qué regresar si tengo la felicidad? Pero curiosamente cuando se descubrieron los secretos de la nueva tierra, cuando se vio la cara oculta de la aventura, resulta que entonces empieza inesperadamente a retornar la memoria. Una nueva memoria, un recuerdo de lo dejado, envuelto en ternura y añoranza, sin rencores ni nostalgias, sin odio ni pasión. Sólo con cariño, con deseo de cercanía, con ganas de volver a dar tánto de lo que se ha aprendido. Te llenaste el corazón de novedad y quieres ir a devolverla a la tierra que te vio partir, como si eso fuera una misión recibida y no prevista. Ahora lo sabes: no hay viaje sin retorno. Y es por ello que se regresa con los ojos misericordes y el alma desprendida, con ansias de saber mirar y amar de nuevo. Y de portar lo sentido y aprendido a los que también en la lejanía te añoraron. No va a ser fácil: para muchos seguirás siendo el Gran Traidor. Pero para otros y otras serás ahora el Extraño; irreconocible en tus rasgos porque la tierra lejana te borró señas de identidad. Un desconocido y a la vez lo más cercano. Será difícil decirles que eres el mismo pero renovado, con vida que agradecer. Será raro, pero ante sus ojos estará por fin el viajero que un día lo dejó todo para aprender que sólo se ama desde la ignorancia.

NOTA AL PIE:
(Gracias por obsequiarme este texto, Javi).

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