31 de diciembre de 2006

Antigua vida mía, Marcela Serrano

Una mujer es la historia de sus actos y pensamientos, de sus células y neuronas, de sus heridas y entusiasmos, de sus amores y desamores. Una mujer es inevitablemente la historia de su vientre, de las semillas que en él fecundaron, o no lo hicieron, o dejaron de hacerlo, y del momento aquel, el único en que se es diosa. Una mujer es la historia de lo pequeño, lo trivial, lo cotidiano, la suma de lo callado. Una mujer es siempre la historia de muchos hombres. Una mujer es la historia de su pueblo y de su raza. Y es la historia de sus raíces y de su origen, de cada mujer que fue alimentada por la anterior para que ella naciera: una mujer es la historia de su sangre. Pero también es la historia de una conciencia y de sus luchas interiores. También una mujer es la historia de su utopía.

29 de diciembre de 2006

A un costado de los rieles, Héctor Tizón

Sólo cuando estamos de regreso descubrimos y comprendemos la importancia de todo aquello que habíamos ignorado hasta entonces; la tenue luz del sol sobre el tejado, la hierba que crece a nuestro pie, el monótono cantar de un gallo en la siesta abandonada; escuchamos el ruido de una acequia y vemos pasar con ternura de hermano o de hijo a ese campesino con la azada al hombro. Estamos solos, deseando comprender el lenguaje del silencio, sumergirnos en esa eternidad del mundo, en intento de náufrago; queremos ser humildes, congraciarnos con esa flor silvestre, con esa piedra, con esa tierra siempre igual a sí misma que hasta entonces habíamos pisoteado; porque ahora, después de todo, nos sentimos definitivamente solos frente a toda esta armonía elemental y sin memoria, que nunca muere o que está naciendo cada día.